De feudos y votos
Una radiografía de la jornada electoral en los barrios de Salamanca y Vallecas y en el distrito Centro demuestra que la polarización se reflejó en los territorios de derecha e izquierda, salvo cuando llegó «la hora covid».
candidata del PP. Son casi 380.000 censados, tanta población como la ciudad de Alicante y tres veces más que Girona.
Es territorio tan ajeno para PP y Vox que ambos partidos se llevaron consigo compromisarios de fuera. Como Miguel, militante de Nuevas Generaciones del PP de Sevilla, que opinó que Ayuso es el modelo a seguir, y que convendría exportarla a Andalucía. En ese distrito obrero ha batallado la izquierda por no perder un solo voto. Algunos vecinos exhibieron su motivación: en el Mercado del Puente de Vallecas lo decía Manuel, un frutero: «La derecha ha degradado el barrio por desatención. Salir a algunas horas da miedo, y hay alquileres que representan el sueldo de un mes».
En el colegio Reyes Católicos de Madrid, en el centro del Distrito Centro, sin EPI pero con máscaras faciales, los integrantes de siete mesas esperaban en el patio a los contagiados de coronavirus. A las siete de la tarde llegó lo que la enfermera Natalia Fernández llamó «la hora covid».
Escasa afluencia
Natalia, que ayer repartía mascarillas en la puerta del colegio, trabajó en la uci del Hospital Puerta de Hierro en la primera fase de la pandemia ataviada con «chubasqueros del chino» a falta de EPI. También peleó en la segunda ola. Y en la tercera se contagió. No acabó en el hospital, esa vez como paciente, pero lo pasó mal. «Si alguien pasa el covid como yo lo pasé, no creo que tenga ganas de salir a votar», decía ayer. Corroborando su previsión, la alta participación en la jornada electoral se desplomó a esa hora, frecuentada por un goteo de electores sanos que no habían podido acudir a votar en otro momento.
Como quiera que el enfermo que acude a votar no tiene por qué explicar su condición, a la puerta del colegio electoral suministraba doble chupito de gel Carmen, estudiante de Bellas Artes reclutada por la firma de trabajo temporal Ranstad para esta ocupación ocasional del 4-M, a 11 euros la hora, por seis horas. «Lo hago por aportar un poquito, no para hacerme rica», ironizó.
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