El terrorismo ultra se afianza como la «mayor amenaza» en Alemania
Los ataques violentos de los grupos neonazis y de extrema derecha son los que más víctimas han causado en el país desde la reunificación en 1990
«Después del asesinato de Walter Lübcke y el atentado a la sinagoga de Halle, el de Hanau fue el tercer atentado del terrorismo ultraderechista en pocos meses. Ello demuestra lo que vengo diciendo desde el inicio de mi mandato: que el extremismo de ultraderecha es la mayor amenaza para la seguridad de nuestro país». El ministro de Interior de Alemania, el socialcristiano Horst Seehofer, no se anduvo con rodeos ayer en la presentación de las estadísticas de crímenes de corte político correspondientes al año 2020.
El informe elaborado por la Oficina Federal de Investigación Criminal (BKA, por sus siglas en alemán) sirve de termómetro de la violencia con trasfondo político y, especialmente, del terrorismo neonazi, el que más víctimas ha dejado en el país desde su reunificación en 1990 –más de 200, según estadísticas de la Fundación Amadeu Antonio–. La cifra de delitos de corte político alcanzó el año pasado su récord máximo desde que comenzaron los registros en 2001: un total de 44.692, lo que supone un aumento de más del 5% con respecto a 2019.
Más de la mitad de todos los delitos (23.640) fueron obra de grupos o individuos de la ultraderecha o del neonazismo militante. En segundo lugar aparecen los delitos atribuidos a la extrema izquierda (10.971); en tercer lugar, los de ideologías de origen extranjero, y en cuarto, los delitos de corte religioso. Y hay más de 8.000 casos que las autoridades alemanas han sido incapaces de atribuir a un grupo o ideología en concreto.
Judíos y musulmanes
El informe apunta un preocupante dato sobre el antisemitismo: según la BKA, la cifra de delitos de odio o ataques contra comunidades judías y sinagogas (2.351) aumentó más de un 15% con respecto a 2019. De todos ellos, 57 fueron agresiones físicas. Alrededor del 70% del conjunto de delitos con trasfondo religioso son antisemitas, mientras que la segunda comunidad religiosa más agredida de Alemania es la musulmana.
El Consejo Central de los Judíos de Alemania calificó las cifras de «absolutamente alarmantes». En la memoria aún están frescas las imágenes del atentado fallido contra una sinagoga de la ciudad de Halle a finales de 2019: el terrorista, un lobo solitario armado con armas de fuego y granadas, no pudo derribar la puerta del centro, lo que evitó un baño de sangre.
El año 2020 también estuvo evidentemente marcado por las protestas contras las restricciones por la pandemia del coronavirus: aunque en las diferentes marchas convocadas por los autodenominados Querdenker («pensadores transversales») ha participado un público muy diverso y heterogéneo, la presencia de ultraderechistas, neonazis y miembros de los llamados Reichsbürger –ciudadanos alemanes que niegan la legalidad de la República Federal de Alemania y aseguran que el Imperio alemán nunca llegó a desaparecer– ha sido destacada.
«Embrutecimiento»
«Hay una clara tendencia de embrutecimiento en nuestro país», dijo el ministro Seehofer en referencia a esa difícilmente alianza entre negacionistas de la pandemia, opositores a las vacunas, militantes de lo esotérico, defensores de las más diversas teorías de la conspiración, ciudadanos descontentos con la gestión del Gobierno y círculos ultras.
El secretario general de la Fundación Amadeu Antonio va un paso más allá en su análisis: «Es solo una cuestión de tiempo para que se formen células terroristas en las filas de los negacionistas del coronavirus o para que de ellas surjan agresores solitarios que cometan actos de violencia». Los servicios secretos alemanes anunciaron recientemente que ya están vigilando a algunos sectores del movimiento Querdenker.
La célula terrorista NSU –tres neonazis que atentaron contra extranjeros y atracaron bancos durante una década– y el atentado de Hanau –un lobo solitario mató a nueve alemanes de origen extranjero en febrero de 202o– son los dos casos más paradigmáticos de la violencia racista estructural en la historia reciente de Alemania. Las autoridades saben que esa violencia no está resuelta.
Los delitos de odio y ataques antisemitas aumentaron más de un 15% el año pasado respecto a 2019