La peligrosa deriva autoritaria de Bukele
La comunidad internacional censura las últimas decisiones del presidente, que ha destituido al fiscal general y cinco jueces del Supremo. El dudoso gesto no ha sido ninguna sorpresa para los salvadoreños.
Con la visera de su gorra de béisbol hacia atrás, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, parece sugerir a ese empobrecido país centroamericano que no retorna al pasado. La nueva Asamblea Legislativa, donde cuenta con mayoría absoluta, destituyó a cinco jueces titulares y otros cuatro suplentes de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo. Acto seguido, votó el relevo del fiscal general, Raúl Melera. Estados Unidos, la Unión Europea y la oposición interna de derecha e izquierda denunciaron , cada uno con sus palabras, el peligro de un giro autoritario que, en rigor, no ha sido ninguna sorpresa para los salvadoreños.
Desde que llegó al poder en 2019 bajo la consigna Devuelvan lo robado, este hijo de un empresario químico de origen palestino no ha cesado en hacer conocer su voluntad de refundar el país sin medir costes políticos. Con la victoria en los comicios legislativos y municipales de febrero de su partido, Nuevas Ideas (NI), Bukele prometió desplazar de los resortes de poder institucional a «los mismos de siempre». Lo que hizo en la práctica fue pulverizar el sistema bipartidista que gobernó tres décadas tras los acuerdos de paz que pusieron fin a la guerra civil: el Frente Farabundo Martí (FMLN) y la Alianza Republicana Nacionalista (Arena). Cuando, días atrás, esas facciones levantaron su voz, el presidente les respondió lacónicamente por Twitter: «Todos, absolutamente todos los que critican desde otros países pedirían hasta cárcel para los funcionarios de un régimen que los tuvo en la miseria por 30 años. Déjense de hipocresías. El 75% del pueblo salvadoreño votó en elecciones libres por el cambio que estamos viendo».
El arte de la injuria
A sus 39 años, Bukele se ha propuesto construir un país a su imagen y semejanza. Su popularidad creció por su gestión de la pandemia en un país que ha tenido 2.232 muertos por covid. Ha reducido la inseguridad ciudadana y la ola de asesinatos. Sus adversarios dicen que pudo lograrlo porque negoció con las pandillas de las maras que asolaron a El Salvador. En este contexto desató un inédito conflicto de poderes. El Congreso echó a los jueces del Supremo. El máximo Tribunal declaró inconstitucional la iniciativa porque «viola la forma de Gobierno republicana, democrática y representativa y el sistema político pluralista». La legislatura tomó juramento a los nuevos magistrados que llegaron al recinto con una profusa custodia policial. En cuanto al fiscal general, Raúl Melara, fue destituido por una supuesta falta de «objetividad, independencia e imparcialidad». En los alrededores del Parlamento, colectivos feministas gritaron: «Bukele, fascista, vos sos terrorista».
Jorge Schafik Hándal, dirigente histórico del FMLN y alguna vez ídolo de Bukele, aseguró que «la concentración del poder en una sola persona es un peligro para el país y la democracia». Para José Manuel Vicanco, de Human Rights Watch, Bukele «utiliza las tácticas de (Hugo) Chávez en potencia». La vicepresidenta de EEUU, Kamala Harris, hizo saber de la «profunda preocupación» de Washington por el curso de los acontecimientos. «La seguridad jurídica y física de los magistrados en el ejercicio de sus funciones debe ser plenamente garantizada», señaló Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad.
Bukele por su parte no ha dado de momento señales de que quiera girar sobre sus pasos. La disputa está abierta.
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