Es inútil frenar el cambio
El lenguaje está cambiando siempre y, guste o no, es una realidad imparable. Y lo normal es que esto genere controversia, tal y como ha ocurrido en otros momentos de la historia. Cuando los autores castellanos abandonaron el latín para escribir en lenguas romances y permitir que el pueblo llano pudiese leer sus obras, el clero y la aristocracia también se opusieron. Hoy, esa misma Iglesia y algunos caballeros de la RAE se niegan a aceptar el cambio latente. Sujeto a una mirada inquisitiva de los medios más conservadores y las élites más puristas está cualquier desliz en cuestiones de género.
Si cuando Mariano Rajoy confundió al alcalde con los vecinos no abrió telediarios, sorprende que ahora, cuando se le otorga el género femenino a una palabra que no lo tenía o se propone una nueva denominación inclusiva, parezca que es el fin del mundo y que haya que lanzarse a criticarlo como si matásemos el castellano.
El mundo está cambiando hacia una sociedad más igualitaria, y el lenguaje también abandonará la impronta del patriarcado que lo caracteriza. Intentar frenar el cambio es inútil, aceptémoslo y seamos el pueblo, como siempre, los que dominemos el cambio. Por lo general, quien trata de evitar que cambie el lenguaje lo hace porque sabe que nuestra voz –la palabra– es la primera herramienta para cambiar el mundo.