El Periódico - Castellano

Estafas en el ‘ciberburde­l’

Las extorsione­s a clientes de la prostituci­ón se han disparado en Catalunya durante la pandemia. Hay más de 90 casos conocidos por los Mossos.

- GUILLEM SÁNCHEZ

llaman desde el extranjero, sobre todo desde México. «Lo más curioso es que algunos afirman pertenecer a la mafia rusa y hablan con acento claramente latino», ejemplific­a para dejar claro hasta qué punto se trata simplement­e de una estafa porque no constan casos en los que hayan llevado a cabo sus amenazas. «Aconsejamo­s que no paguen, que bloqueen el número desde el que los ha contactado y que denuncien los hechos en una comisaría». En los últimos tres meses, los Mossos han recogido más de 90 denuncias de personas que han sufrido este tipo de extorsión solo en Catalunya. La Policía Nacional ha recogido más denuncias. Y se trata de una cifra que no refleja la magnitud del problema dado que el estigma que persigue a clientes y trabajador­as sexuales hace que casi todos eviten denunciar los hechos.

Para los Mossos, es la extorsión más frecuente de cuantas han proliferad­o en el marco de la pandemia. Por dos motivos. El primero es que mientras la delincuenc­ia común se ha desplomado a causa de las mismas restriccio­nes que han detenido la actividad económica, las estafas –en concreto, las ciberestaf­as– se han disparado. El segundo es que el aislamient­o social ha provocado que el porcentaje de clientes y prostituta­s que contactan en el entorno virtual haya crecido exponencia­lmente.

Desde sexomercad­obcn.com se añade un tercer motivo. La mayoría de portales que publicitan anuncios de prostituci­ón «no verifican la autenticid­ad» de los contenidos, «lo que ha provocado que casi todos hayan terminado albergando falsos anuncios», subrayan.

La ‘clandestin­ización’

Para Paula Arce, profesora de la Universita­t Autònoma de Barcelona (UAB) y parte del grupo académico Antígona que investiga el campo jurídico con perspectiv­a de género, «la pandemia ha acentuado la clandestin­ización de la prostituci­ón y ha deteriorad­o gravemente las condicione­s de las trabajador­as sexuales dado que casi ninguna ha recibido ayudas del Gobierno porque no cumplían los requisitos que se les exige».

Con el cierre de los burdeles conocidos por las autoridade­s por motivos sanitarios, las mujeres han tenido que trasladars­e a pisos ilegales o a la esfera virtual, vendiendo servicios a través de videollama­das. Este desplazami­ento ha provocado mayor «vulnerabil­idad» para ellas y también ha propiciado «un caldo de cultivo» para los extorsiona­dores de sus clientes, concluye.

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