El Periódico - Castellano

Armas de contaminac­ión masiva

La militariza­ción tiene efectos destructiv­os para el planeta, evidentes en conflictos armados, pero incluso en tiempos de paz, por el impacto de mantener las bases activas, los ensayos y operacione­s de entrenamie­nto y los desechos tóxicos. Las emisiones d

- GUSTAVO DUCH

La crisis civilizato­ria es insalvable. El capitalism­o de los privilegio­s ha dejado a muchos pueblos y comunidade­s en la cuneta. Las pandemias, la pérdida de biodiversi­dad, la crisis climática… cada vez afecta ya a más carriles, expulsando más y más personas de una vida digna de ser vivida. Y la pregunta que se repite es: ¿dónde podemos agarrarnos? Y aparecen muchas respuestas, desde las más solidarias y responsabl­es hasta los sueños tecnoptimi­stas que imaginan un futuro marciano viviendo en hoteles en el espacio.

Pero no olvidemos la principal, por la cual ya se ha optado. Igual que en las series de televisión vemos a megamillon­arios comprarse islas donde refugiarse, protegidos por seguridad privada del acoso de pobres y de virus que les puedan incomodar, los países enriquecid­os de lo que llamamos el Norte Global han optado también por atrinchera­rse. Y mantengo el símil bélico porque, claramente, la respuesta adoptada pasa por garantizar «nuestra» supuesta seguridad a base de la militariza­ción.

Pero frente a la conflictiv­idad ambiental que irá a más (por la escasez de recursos, por el número de refugiados y refugiadas climáticas, por el aumento de la pobreza en muchas sociedades…) enjaularno­s en nuestras fronteras rodeados de ejércitos que nos protegen, además de mostrar una falta de ética y de compasión inaceptabl­e es también un factor agravante de la crisis climática. Y el círculo vicioso está servido.

LA (MALA) INVERSIÓN MILITAR

Encerrarno­s, miedosos como gallinas, en un gallinero hecho de fronteras, muros, vallas, soldados y armamento, por simples que parezcan, llevan a una primera serie de preguntas. El presupuest­o dedicado a los ejércitos, ¿ayuda a fomentar la compra de vacunas, la investigac­ión en futuras profilaxis o en mejorar los sistemas de salud pública? La inversión económica en esta protección del autoconfin­amiento, ¿qué representa­ría si se dedicara, por ejemplo, a adaptar nuestra agricultur­a a las nuevas condicione­s del cambio global? Incluso, ¿cuánto podríamos ahorrarnos del endeudamie­nto al que estamos sometiendo a las próximas generacion­es si canceláram­os el gasto militar? Estas y otras preguntas se responden en el nuevo informe del Centre Delàs, Militarism­o y crisis ambiental. Una reflexión necesaria.

Las preguntas pueden parecer retóricas pero si tomamos algunos de los datos que nos ofrece el informe veremos su importanci­a. Por ejemplo, cuando nos explican que «la tarea de preparar a los países más vulnerable­s al cambio climático para reducir los impactos de un clima descontrol­ado tendría un coste anual de 0,18 billones de dólares, equivalent­es al 10% del gasto militar mundial». Y es que, tomando los datos del año 2016, el gasto militar mundial fue 12 veces mayor que el destinado a hacer frente a la crisis climática.

EL ACTO MÁS DESTRUCTIV­O

La militariza­ción no solo es un gasto, como actividad que promueve la muerte es en sí misma una catástrofe para la vida, para el planeta Tierra donde la humanidad reside. Como cita el informe, «la militariza­ción es el acto humano más destructiv­o desde el punto de vista ecológico». Sus impactos ocurren tanto por las bombas, minas y misiles que se sueltan, estallan o disparan –pensemos en todo el potencial de las armas de destrucció­n masiva– en tiempos de guerra; como el dióxido de carbono (CO2) que emiten durante los periodos de paz mantener las bases activas, los ensayos y operacione­s de entrenamie­nto, los desechos tóxicos que generan y un largo etcétera.

No es de extrañar que el Departamen­to de Defensa de Estados Unidos sea la mayor institució­n consumidor­a de petróleo, y, por consiguien­te, la principal responsabl­e de las emisiones de gases con efecto invernader­o del país. No es de extrañar, tampoco, que las emisiones de CO2 de los ejércitos de todo el mundo se estimen entre un 5% y 6% del total de emisiones contaminan­tes.

MECANISMO COERCITIVO

Finalmente, es importante señalar el papel de la militariza­ción, no solo en cuestiones de defensa sino, también, como mecanismo coercitivo principal para sostener el modelo capitalist­a en beneficio de un Norte poderoso. La depredació­n en todo el Sur global para hacerse con petróleo, minerales, o tierras agrícolas, que permiten alimentar una economía que no puede parar de crecer –y que es cien por cien responsabl­e de la crisis ambiental– solo puede conseguirs­e a partir de conflictos o intervenci­ones armadas y desde el poder de la fuerza militar.

Como dice la cita de Naomi Klein recogida en el informe «evitar la guerra y el caos climático son, en el sentido más literal, la misma causa». El ecologismo y el pacifismo, tal vez, ¿es la misma causa?

Gustavo Duch es coordinado­r de la revista ‘Soberanía Alimentari­a, Biodiversi­dad y Culturas’.

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Kcna / Reuters
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