Netanyahu se rearma para impedir que se formalice el nuevo Gobierno
Los dirigentes de los ocho partidos de la heterogénea coalición afrontan multitud de obstáculos hasta el voto de confianza en la Knéset
Un alegre Yair Lapid sonreía al teléfono al comunicar al presidente, Reuven Rivlin que Israel, por fin, tenía Gobierno. A su lado, su socio, Naftali Bennett, soltaba una tímida sonrisa. Tras vencer el plazo que se agotaba la medianoche del miércoles al jueves, los líderes de Yesh Atid y Yamina afrontan a una semana frenética y repleta de dudas para conservar el frágil acuerdo hasta la aprobación en la Knéset, el Parlamento israelí. Aún quedan muchos obstáculos para sortear en los próximos días. Y la codicia de un Netanyahu que no saldrá del poder sin usar sus armas.
Cuenta atrás para el voto de confianza necesario para que el nuevo Gobierno pueda prestar juramento. Mientras Lapid anhela que los días pasen volando, Netanyahu aprovecha el tiempo para presionar a los vacilantes diputados de Yamina. Para ello, mandará a los manifestantes a la calle, lanzará agresivas campañas por las redes sociales y pondrá maldiciones en boca de los rabinos del país. Netanyahu ha pedido a «todos los miembros de la Knéset elegidos por votos de la derecha» que se opongan al nuevo Gobierno que calificó de «peligroso».
El primer ministro interino también acusó a Bennett de «venderse» a la Lista Árabe Unida de Mansour Abbás. El líder islamista es optimista por ser la primera formación árabe en integrar un Gobierno israelí desde que naciera el Estado. Muchos funcionarios han reconocido que las ofertas del Likud de Netanyahu eran más beneficiosas para su comunidad, aunque Abbás ha conseguido compromisos para una mayor financiación económica y el fin de la demolición de las casas de palestinos en Israel.
Con el nuevo acuerdo sustentándose sobre arenas movedizas, Lapid y Bennett buscan una victoria clave. El líder de Yesh Atid usa todos los trucos para sustituir al presidente de la Knéset, Yariv Levin,
del Likud. Quiere evitar que se retrase más la votación en la Cámara en beneficio del líder de su partido. Las normas dicen que Levin tiene una semana para programar un voto de confianza para un nuevo Gobierno tras ser informado de la necesidad de hacerlo en una sesión plenaria oficial. Eso puede demorar la votación al 14 de junio.
Dudas en Yamina
La Lista Árabe Unida mostró su intención de apoyar la iniciativa de expulsar a Levin para acelerar la despedida de Netanyahu. Pero rápidamente, tanto Bennett como Lapid se desmarcaron alegando que no está coordinado con la coalición.
Bennett es quién más se juega el voto de confianza. Sus votantes de extrema derecha ya le han acusado de «traidor». Si este Gobierno no se concreta e Israel vuelve a las urnas, el líder de Yamina recibirá el castigo de su electorado. La única forma de salvar su carrera política es convertirse en primer ministro y desempeñar un par de años decentes en el cargo.
El Shin Bet, el servicio de seguridad interna de Israel, brinda al futuro primer ministro un equipo de seguridad personal tras firmar el acuerdo. Este movimiento no es nada común ya que estos servicios se suele reservar al primer ministro, presidente y líder de la oposición. Pero el clima de tensión lleva semanas presente en Israel, y no para de aumentar. Tanto Bennet como su número dos, Ayelet Shaked, y el líder de Yesh Atid, Yair Lapid, están bajo protección especial del Shin Bet. Y las amenazas se han extendido a todos los partidos. Hay mucho en juego y la impunidad de tres lustros de Netanyahu en el poder se extiende a sus seguidores.
Al futurible ‘premier’ se le asignó seguridad, algo excepcional en el país pero necesario por el clima de tensión