El Periódico - Castellano

CHIRINGUIT­OS DE PARQUE

Sí, es posible terracear en Barcelona al aire libre lejos de aceras y playas atestadas. Aquí se tapea entre árboles. Rincones en los que cualquier día puede ser domingo.

- ALBERT FERNÁNDEZ

Si te aterroriza achicharra­rte al sol, la arena entre los dedos y la sensación de rave incipiente de nuestras atestadas playas, tenemos la solución: un chiringuit­o en el parque es la vía para entregarse al ritmo caribeño sin peligro de tragarse un frisbee loco. Nada como esa recompensa espumosa al final de un paseíto entre pinos. Quedan pocas de estas populares casetas-bar en los parques de Barcelona, pero hemos ido a todas. Pídete algo, que te cuento.

AMPLIACION­ES DEL EIXAMPLE

DELIRIO HEDONISTA. El plan ideal es recostarse en la terraza del Chiringuit­o Bar Parc Joan Miró y no planificar absolutame­nte nada. Dejas la casa a medio barrer y olvidas la compra, porque las juguetonas percusione­s del Jamming de Bob Marley te llevan flotando cual dibujo animado hasta tu sombrilla y tu cañita. La hipnosis gustosa continúa tras el primer sorbo. La sombra bailarina de los pinos te abstrae, y esa brisilla llega como una caricia. Los sonidos del tráfico de Aragó se pierden entre los coros reggae y los chillidos de niños jugando en los columpios. Bravas, boquerones, berberecho­s: la pizarra te lanza tantas ideas suculentas que deliras. Por si fuera poco, Sonia te recuerda con su encantador acento italiano que no puedes perderte su hamburgues­a, el carpacho o la burrata. Dan ganas de quedarse todo el día, y la cosa se anima por las tardes. Con los nuevos horarios, abren hasta las 23 h. Un perrete se deja arrastrar por la arena mientras sus humanos tiran amablement­e de la correa, esforzándo­se por levantarlo. No se quiere ir. ¿Y quién querría?

Chiringuit­o Bar Parc Joan Miró

Aragó, 2 (Parque de Joan Miró).

INTIMIDAD ENTRE RAMAS

PÍCNIC CHIC. Es cierto que, tal como reza su nombre, Pinhan tiene algo de secreto. Su elegante terracita queda escondida tras unos arbustos en los frondosos interstici­os del Turó Park. La sensación de recogimien­to es fabulosa. Sus coquetas mesas de metal se reparten alrededor de un concilio de tilos, y la mirada se pierde siguiendo el tronco de esas magníficas Washington­ias que se curvan hacia el cielo. Los detalles se multiplica­n: en el quiosco destaca un gran neón, y abundan los adornos en forma de floridos centros de mesa, cestas, jarroncito­s y frases motivadora­s. Este pícnic chic no admite chandaleo; aquí se impone el jersey sobre los hombros, las gafas de sol de marca y los niños con globos de unicornio. Por las mesas triunfan los cucuruchos de patates

gruixudes y el vinito blanco. De fondo suena una versión muy chill de Parole parole, mientras el propietari­o, Boris, nos aclara que sus horarios se adaptan a los del parque, y que Pinhan aspira a convertirs­e en un refugio contra la vulgaridad.

Pinhan-El Jardí Secret

Av. de Pau Casals, 19 (Turó Park). www.pinhan.es

FLOTAR SOBRE POBLE SEC

UNA RACIÓN CON VISTAS. Esta es la primera parada de un particular ascenso a la montaña en tres chiringuit­os. Nuestra trilogía de Montjuïc se inicia con la visita a un mirador excepciona­l. El Bar Marcelino es el merecido premio para quienes deciden estirar las piernas a la hora del vermut, y se atreven a ascender más allá del bullicio de Sant Antoni y Poble Sec. Las vistas desde esta explanada son imbatibles. La ciudad vibra a nuestros pies y se respira calma. Niños y perretes lo gozan jugando entre las mesas, hay espacio de sobra para todo el mundo.

Hemos gozado con su tortilla casera y la calidad del pan y los embutidos incontable­s veces, pero Lourdes y Teresa recomienda­n que probemos también su salmorejo o el guacamole. La conjunción de esos platos y semejantes horizontes procura tal sobredosis de belleza, que se impone rebautizar aquel trastorno romántico acuñado por Stendhal: propongo Síndrome de Marcelino.

Bar Marcelino

Margarit, 85. instagram.com/ marcelino_montjuic

BAJO EL FUNICULAR

OASIS DEL RITMO. Hay que estar al loro para advertir este rinconcito privilegia­do al que se accede desde una curvita ascendente de Montjuïc. El Cims es un pequeño café bar asentado en un agradable palmeral, sobre una ajardinada colinita. Regueros de césped se abren camino en el suelo, el funicular sobrevuela las mesas y el aire palpita con el buen rollo de Iboh, que recibe a todo el mundo con su inmensa sonrisa. A Iboh el

hummus y la tortilla le quedan fenomenal, y el ambiente se remata con los animados ritmos ochenteros que emergen de la caseta. Ha

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 ??  ?? Tapeo panorámico en La Caseta del Migdia. A la derecha, Gamar, en el parque de la Barcelonet­a.
Tapeo panorámico en La Caseta del Migdia. A la derecha, Gamar, en el parque de la Barcelonet­a.
 ??  ?? Mesas con vistas en el Bar Marcelino. A la derecha, El Cims, también de ascenso por Montjuïc.
Mesas con vistas en el Bar Marcelino. A la derecha, El Cims, también de ascenso por Montjuïc.
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