Identidad europea
La construcción del ideal europeo avanza. Ahora se anuncia la puesta en marcha, el 2 de agosto, del documento de identidad unificado para los ciudadanos de la UE. Un nuevo instrumento que ayudará a consolidar la identidad colectiva en la Unión. Serviría aún más actualizar su definición en España dejándolo en Documento de Identidad. Básicamente por romper el vínculo nominal con el DNI franquista, creado en 1944 a imitación de la Carte Nationale
d’Identité instaurada por el régimen de Vichy en 1940. Si el primero se usó inicialmente para identificar a presos y represaliados políticos, el
petainista nació para ayudar a las fuerzas ocupantes a controlar a los franceses. Es esta una buena ocasión para, borrando el término nacional, desvincularnos de pasados aborrecibles. Como sucede con otros términos controvertidos, la polisemia de la palabra identidad ayuda a animar el debate. En este caso me conformo con señalar que el nacimiento de este documento común de individualización puede ayudar a ampliar la identificación personal con el ideal europeo del respeto de la diversidad. Con este fin, el Gobierno de Zapatero cambió la regulación del DNI en 2005. Se incorporaron las lenguas cooficiales de las Comunidades Autónomas en los textos fijos. Eso nos permitió a muchos catalán-gallego-vasco hablantes sentir más nuestro el documento que sirve para acreditarnos. El reglamento del documento europeo exige que se añada otra lengua oficial de la UE. Se podría ofrecer a la ciudadanía que eligiera cuál de esas otras 22 lenguas prefieren para su identificación personal. Unos lo pedirían en francés, otros en griego o en sueco. La tecnología permite imprimir esa tercera lengua en el mismo proceso que se personaliza el documento. El Ministerio del Interior anunció que su opción era el inglés. Una lengua con dudosa legitimidad oficial en las instituciones de la UE. De este asunto ya hablaremos otro día.