Debate con falacias
La ampliación del aeropuerto de El Prat, un proyecto para el que Aena prevé invertir 1.700 millones de euros para construir una nueva terminal, está suscitando un debate de gran envergadura en el cual confluyen una serie de argumentos entre los que predominan los de tipo económico. No obstante, cuando hablamos de proyectos de país, como es el caso, deberíamos explorar otros razonamientos, más allá de inversiones y crecimiento económico, para no caer en el mero desarrollismo.
De entre los muchos temas que abarca la cuestión de la nueva terminal, escondido entre cifras y previsiones de crecimiento, está el hecho de que la infraestructura afecta a un espacio natural protegido llamado La Ricarda, de 800 metros de longitud y 100 metros de anchura. Este enclave protegido es la razón de este escrito. La ridiculización con la que se trata de rebatir los argumentos de tipo ecológico, contrarios a la ampliación del aeropuerto, hablando de «lagos artificiales» o «cuatro patos» constituyen razonamientos inválidos, falacias, que hay que contrarrestar. En primer lugar, se parte de la (falsa) premisa de que los ecologistas se preocupan más por el bienestar de los animales y las plantas que de la creación de empleo y la vida de las personas. Y que esto va de inversión, competitividad y puestos de trabajo.
Esta caricaturización, usada por aquellas voces favorables a la ampliación del aeropuerto, es injusta ya que pretende rebatir las posiciones contrarias convirtiendo al ecologismo en una especie de enemigo de paja. Defender parajes como La Ricarda forma parte de una forma de ver el mundo en la cual es importante salvaguardar el equilibrio del ecosistema, lo cual afecta también al bienestar de las personas. Que alguien insista en lo importante que es proteger parajes naturales, no significa que no le importe el desempleo, la precariedad o las inversiones extranjeras. Un país es gente y su entorno.