Malala se revuelve contra la institución del matrimonio.
La premio Nobel de la Paz, de 23 años, ha provocado una tormenta política y social en Pakistán al defender no oficializar las parejas. «Si quieres tener una persona en tu vida, ¿por qué tienes que firmar unos papeles?», se pregunta.
Malala sigue sin defraudar a la inabarcable causa de la defensa de los derechos de las mujeres. La joven paquistaní se jugó literalmente la vida con 15 años para que las niñas pudieran asistir a la escuela y recibir la misma educación que sus congéneres varones. Le valió el Nobel de la Paz en 2014. Ahora, en una entrevista en la revista Vogue se, arranca: «Si quieres tener una persona en tu vida, ¿por qué tienes que firmar unos papeles matrimoniales? ¿Por qué no puede ser solo una pareja?».
Ni qué decir tiene la tormenta política y social que se ha levantado en Pakistán, país musulmán y patriarcal donde, según datos de Unicef, el 21% de las niñas son sometidas a un matrimonio forzoso antes de cumplir 18 años .»Aún no entiendo por qué la gente se tiene que casar», abunda la activista que reside en el Reino Unido.
Con el planteamiento de no formalizar la unión entre parejas, la activista de 23 años, licenciada en Filosofía, Derecho y Economía por la Universidad de Oxford y convertida en icono de los millones de mujeres sometidas en el mundo, ha abierto un debate que sobrepasa las redes sociales para aterrizar también en el Parlamento regional de Pakistán.
Reacciones viscerales
Malala Yousafzai recibió, en 2012, un disparo en la cabeza de un talibán cuando salía de clase. Salvó la vida de milagro, dada la gravedad de las heridas en el cráneo y en el cuello. Ahora, tras sus explosivas reflexiones, hay quien lamenta en las redes que erraran el disparo. Es un ejemplo de la visceralidad que han generado sus argumentos.
Las cargas no solo las padece ella, sino también su familia, especialmente su padre, Ziauddin Yousafzai, eterno acompañante y valedor. Le piden explicaciones y él solo acierta a responder que se trata de fragmentos de la entrevista sacados de contexto. El popular clérigo Mufti Shahabuddin Popalzai figura entre quienes le piden aclaraciones.
El Parlamento de la provincia de Khyber Pakhtunkhwa, de donde es oriunda Malala, debatió el viernes las afirmaciones de la activista. «Debe aclarar si hizo el comentario», afirmó sobre la activista el parlamentario Sahibzada Sanaullah ante el hemiciclo. Sanaullah dijo a la agencia Efe que Malala debe publicar una aclaración en la que rechace su afirmación, y que, si no lo hace, presentará una resolución contra ella en el Parlamento provincial.
«Ella no puede decir que se puede vivir en pareja porque va en contra del islam y de las tradiciones pastunes», explicó el parlamentario, quien calificó al padre de la activista de «chulo», que ha vendido a su hija a los «occidentales ricos». Otro parlamentario, Inayatullah Khan, dijo que la Premio Nobel de la Paz e icono global debe seguir los valores pastunes, etnia a la que pertenece, y musulmanes pues son su «identidad».
El país asiático figura en el puesto 153 de 156 en el informe de la brecha de género 2021 del Foro Económico Mundial, y allí se puede pagar con la vida en los llamados asesinatos por honor y las denuncias de matrimonios forzados son pan de cada día. Los grupos feministas llevan años tratando en vano de prohibir los casamientos hasta los 18 años –ahora la edad legal es 16–, y la aprobación de leyes contra la violencia doméstica ha sido pospuesta ante las protestas islamistas.
«Tu camino en la vida está establecido. Eres enviada al colegio, consigue mejores notas que tu primo, obtén un trabajo que te destroza, cásate con un desconocido o un primo, ten dos hijos (uno de ellos un varón preferiblemente)», escribió en el diario Dawn la periodista Aimun Faisal. Esta considera que ante tal perspectiva es normal que el planteamiento de Malala cause pavor.
«Malala tiene la fuerza de ir contra la convención y la audacia de ser universalmente amada», explicó Faisal a Efe. En Pakistán, que abandonó tras ser atacada, la activista es vilipendiada y acusada de dañar la imagen del país o trabajar para la CIA.
En el país de origen de la activista, el 21% de las niñas son obligadas a casarse antes de los 18 años