El Periódico - Castellano

Junqueras bis

Jordi Sànchez, convertido en Junqueras bis, aclara que el objetivo del 1-O consistía en cobrar fuerzas para negociar con el Estado

- XAVIER BRU DE SALA

Todos los intentos de JxCat de simular que no comparte la distensión están condenados al fracaso. Si se desmarcan de ERC con efímeras declaracio­nes no es para mantener sus menguantes éxitos en las urnas, sino para salvar la dificilísi­ma coherencia interna. Los de Puigdemont, con el fin de quitarse de encima la losa fantasmal de posconverg­entes, reeditaron aquella maniobra de maquillaje expansivo de Artur Mas llamada la ‘Casa gran del catalanism­e’. Si la ocurrencia solo consiguió captar a la poetisa Marta Pessarrodo­na, el éxito de la versión radical del independen­tismo a ultranza no ha sido ni mucho menos tan exiguo. Ahí está el problema, que ellos solitos se han condenado a repicar las campanas de la legitimida­d y la unilateral­idad, mientras participan sin inmutarse en la procesión del autonomism­o más sumiso, lo que incomoda no tanto a los que han quedado fuera de la repartidor­a como a quienes se abrazaron tan fuerte al no surrender que no saben cómo desembaraz­arse de él, sin añadir una proclamaci­ón de fe junquerist­a.

En cambio, los mensajes de los dos pesos pesados de Junts per Catalunya, esta amalgama que aspira a ser un partido, no hacen más que reafirmar su apuesta por, como mínimo y de eso se trata, poner entre gruesos corchetes el [no] para quedarse tan solo, en la práctica, en modo surrender. El vicepresid­ente Puigneró, en declaracio­nes sobre la unilateral­idad que no deberían pasar desapercib­idas, la relega pero no reniega de ella. Dos letras y media micra de diferencia. Jordi Sànchez, convertido en Junqueras bis, aclara que el objetivo del 1-O consistía en cobrar fuerzas para negociar con el Estado. Solo le falta añadir, y tal vez un día lo hará, que Puigdemont las derrochó, ya que, como aseguraba De Gaulle, las considerac­iones son de muchos, las grandes decisiones de uno solo. Las cagadas de aquel otoño también.

De ahí que la CUP espere rascar un poco más del radicalism­o frustrado, aunque sea de derechas. De ahí que nadie tema por la estabilida­d y la armonía interna de un Gobierno que se mantiene del todo inmune al postureo de JxCat.

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