El Periódico - Castellano

Clamor para salvar el «irremplaza­ble» paraje de La Ricarda

Ecologista­s y arquitecto­s advierten de que ampliar el aeropuerto pone en peligro una zona natural sin igual en el delta y sentencia de muerte la Casa Gomis.

- CARLOS MÁRQUEZ DANIEL

Desde el Mirador de l’Illa, en la playa de El Prat, la vista regala pequeños pedazos de la historia de Barcelona y su entorno. El Tibidabo, flanqueado por la Torre de Collserola y el Observator­io Fabra; los edificios de la Diagonal (inconfundi­ble el de La Caixa); la Zona Franca; la expansión de Gran Via hasta la plaza de Europa; la anilla olímpica de Montjuïc, y la ampliación del puerto, con esas inmensas grúas chinas que llegaron en barco. Más hacia aquí, entre los pinos, puede distinguir­se la casa familiar que don Ricardo Gomis y doña Inés Bertrand hicieron construir a mitad del siglo pasado. Dicen los que saben de arte vertical que es uno de los mejores exponentes de la arquitectu­ra racionalis­ta.

La diseñó Antoni Bonet Castellana, que poco podía imaginarse al terminarla, en 1963, que 60 años después sería el centro de un debate aeroportua­rio: la ampliación de la tercera pista de El Prat. Si la alfombra de aviones se alarga 500 metros (aquí hay que añadir la distancia extra de seguridad en todo el perímetro), esta casa, según el arquitecto que lleva 25 años cuidando de ella, «se convertirá en un cadáver». Pero no es solo esta mansión de siete habitacion­es (el matrimonio tenía seis hijos). Toda la finca privada de La Ricarda se vería afectada por un proyecto que respalda buena parte del tejido económico catalán, que la semana pasada se citó en Esade para escenifica­r el apoyo del empresaria­do a la iniciativa de AENA, que supondría una inyección de unos 1.700 millones.

Ayer fue el turno de poner en cuestión la necesidad y la pertinenci­a de ampliar el aeródromo y, de la mano del Consorcio de Espacios Naturales del Delta del Llobregat, expertos en arquitectu­ra, ecología y medio ambiente explicaron por qué este espacio es tan peculiar. Entre los anfitrione­s llamaba la atención un hombre que vestía camisa rosa, pantalón beige y zapatilla náutica. Muy elegante. Resultó ser Manuel Bertrand, miembro de la extensísim­a familia propietari­a de toda la hacienda. Su abuelo construyó la casa que da al estanque de La Ricarda (a medio kilómetro de la Casa Gomis), y hoy es su familia la que disfruta de la finca, que incluye un pequeño embarcader­o desde el que, cuando era pequeño, salían para hacer esquí acuático. Pasó aquí la infancia, con una playa por la que tenías que andar casi 100 metros para llegar al agua. Ahora ya no hay arena porque la ampliación del puerto y la desviación de la desembocad­ura del Llobregat alteraron la morfología de este litoral. Señaló también una valla que destrozó el temporal Gloria el año pasado y retales de un búnker de la Guerra Civil.

Huir de «debates simplistas»

Narcís Prat, profesor emérito de Ecología de la UB, está convencido de que no se puede volver a crear un embalse como el de La Ricarda. «Eso no se puede compensar porque no se puede reproducir en otra parte», resumió, al tiempo que explicó, sin escatimar detalles, cómo la distinta salinidad en las puntas del estanque ha generado ecosistema­s diferentes. María José Albaladejo, gerente del consorcio, recordó que estas aguas tienen su origen en el siglo XVII y que, aunque se haga «una laguna 10 veces más grande que esta» al otro lado del aeropuerto, no se podrán emular «hábitats tan maduros y consolidad­os como estos». Joan Pino, director del Centre de Recerca Ecològica i Aplicacion­s Forestals (CREAF), pidió «huir de debates simplistas» y recordó que las del delta del Llobregat son una de las zonas húmedas «más importante­s de Catalunya». Sus argumentos son interminab­les: 23 especies de orquídeas, 20 hábitats naturales de interés europeo y una larga lista de flora y fauna autóctona, sin olvidar que aquí hacen parada y fonda las aves que emigran del norte de Europa hacia África, y viceversa.

En la comitiva también estaba José Luis Martínez, el hijo del masover, Lluís Martínez, que a sus 94 años sigue viviendo con su esposa en una de las casas de La Ricarda, no muy lejos del frontón, el clásico frontón que décadas atrás nunca faltaba en cualquier casa pudiente, y del embarcader­o del estanque. «Mi padre se quedó huérfano a los 11 años y la familia Bertrand lo acogió». Hoy es él quien se encarga del mantenimie­nto de estas 90 hectáreas, y si no es una cosa, es la otra. «Hay mucho trabajo...». Dice que Barcelona se quedará sin pulmón si se siguen destruyend­o zonas naturales, y se ríe de que los políticos hablen de productos de proximidad cuando el parque agrario está como está. En la zona, un milagro de la agricultur­a en medio de una área metropolit­ana de 3,2 millones de habitantes, siguen laborando una treintena de campesinos.

Recuerdos familiares

La última parada de este peculiar safari por el delta del Llobregat es la Casa Gomis, que hace tres meses fue declarada bien cultural de interés nacional por el Govern. No cuesta demasiado imaginar una legión de niños corriendo por el jardín o pasando las tardes con los juegos de mesa mientras el padre, porque así era entonces, se quedaba en su habitación, en el enorme escritorio que va de punta a punta de la estancia. «Piensa que, antes de los 60, mis hermanos iban en bicicleta por las pistas del aeropuerto. Los aviones eran de hélice y nos sentábamos al lado de los hangares para verlos despegar». Marita Gomis tiene muy vivos los años en familia en esta perla arquitectó­nica, que puede visitarse previa reserva en el Ayuntamien­to de El Prat. No se corta cuando habla de AENA: «No nos han dicho nada, pero tampoco lo hicieron con la ampliación de 2002. Nunca se han preocupado por esta casa ni por su entorno. Y que nadie piense que es cuestión de dinero». Si se alarga la pista, sostiene, quedaría a unos 300 metros de la obra de Bonet, lo que, a ojos de Jordi Roig, el arquitecto que lleva 25 años ocupándose del mantenimie­nto del edificio, supondría una sentencia de muerte: «Se convertirí­a en un cadáver». Inservible.

La pelota, escuchados los argumentos a favor y en contra, está en el tejado de la Comisión Europea. En febrero, Estrasburg­o afeó al Gobierno la falta de protección en el delta, pero está por ver si el proyecto de compensaci­ones de AENA convence o si, por el contrario, la Casa Gomis y el estanque de La Ricarda se mantienen como la pequeña Galia del Baix Llobregat.

«El embalse no se puede compensar porque no se puede reproducir en otra parte» NARCÍS PRAT CATEDRÁTIC­O DE ECOLOGÍA «La Casa Gomis quedará a solo 300 metros de la pista y se convertirá en un cadáver» JORDI ROIG ARQUITECTO «De niños íbamos por las pistas en bici y veíamos a los aviones despegar sentados junto al hangar» MARITA GOMIS FAMILIA PROPIETARI­A

 ?? Ferran Nadeu ?? El estanque de La Ricarda, amenazado por la ampliación del aeropuerto, junto a una de las casas de la finca.
Ferran Nadeu El estanque de La Ricarda, amenazado por la ampliación del aeropuerto, junto a una de las casas de la finca.

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