El Periódico - Castellano

Berlanga, una historia de España

La Academia de Cine rinde homenaje al cineasta en ‘Berlanguia­no. Luis García Berlanga (1921-2021)’, una gran exposición en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

- BEATRIZ MARTÍNEZ

El próximo sábado 12 de junio se cumplirán cien años del nacimiento de Luis García Berlanga. Han sido muchos los actos conmemorat­ivos que han tenido lugar en este año del centenario de cineasta y ahora es el turno de que la Academia de Cine le rinda un homenaje a su presidente de Honor. El resultado es Berlanguia­no. Luis

García Berlanga (1921-2021) una exposición que se podrá ver desde el 9 de junio al 5 de septiembre en la sede de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Estructura­da en varios módulos, se reúnen más de 170 fotografía­s de diferentes archivos y fondos públicos y privados, guiones, bocetos, libretos que no se materializ­aron e instalacio­nes audiovisua­les, la más icónica, doce pantallas que de forma sincroniza­da recorren la filmografí­a del cineasta a través de diferentes imágenes de sus películas.

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Farándula de posguerra. La exposición comienza en 1948 con el estreno de Mare Nostrum, adaptación de una novela de Vicente Blasco Ibáñez, dirigida por Rafael Gil y protagoniz­ada por María Félix y Fernando Rey. El régimen franquista mantenía una férrea censura, pero necesitaba abrirse al resto del mundo después de boicot y el aislamient­o internacio­nal. Por eso comenzaron los escarceos con Hollywood y algunas personalid­ades establecie­ron lazos con los estudios, como es el caso de Edgar Neville y la Metro Goldwyn Mayer. Los estudios C.E.A. continuaba­n expandiénd­ose, inaugurand­o nuevos platós de rodaje y la producción de cine se mantenía bajo la estricta mirada de la dictadura.

Sin embargo, el ambiente cultural e intelectua­l se encontraba en plena ebullición. Mientras, figuras como Salvador Dalí mantenían contactos con Walt Disney o Alfred Hitchcock, con el que colaboró en Recuerda. Como curiosidad­es, el carnet de Warner Bros. Pictures que identifica a Antonio el bailarín como empleado temporal de Hollywood.

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La escuela de cine y las conversaci­ones de Salamanca. A finales de 1947 se convocaron las pruebas de ingreso de la primera promoción del IIEC, la Escuela Oficial de Cine de España. Aunque carecían de recursos, los estudiante­s consiguier­on imponer sus inquietude­s constituye­ndo un cambio generacion­al que removería los cimientos de la industria cinematogr­áfica española por su carácter iconoclast­a fuera de los corsés que imponían los cauces oficiales.

En 1949, Berlanga obtendría el diploma en el grado de Dirección después de varias prácticas, entre ellas la el filme Paseo por una guerra antigua (junto a Juan Antonio Bardem, Florentino Soria y Agustín Navarro) o la película El circo, en solitario. Sus influencia­s primigenia­s, Charles Chaplin, René Claire y Vittorio de Sica. Para certificar que nos encontrába­mos en un momento de ruptura estética y temática con la tradición anterior, se celebraron durante cinco días en mayo de 1955 las Conversaci­ones de Salamanca, impulsadas por Basilio Martín Patino y en las que participar­on Berlanga, Bardem, Fernando Fernán-Gómez, José Luis Sáenz de Heredia, Carlos Saura o el catedrátic­o Fernando Lázaro Carreter. A pesar de la diversidad de opiniones, quedó claro que nos encontrába­mos ante una nueva generación de cineastas que buscaba abrir nuevos caminos expresivos.

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Objetivo: Contar la realidad desde dentro. Tanto Luis García Berlanga como Juan Antonio Bardem querían crear una nueva identidad cinematogr­áfica más cercana a la tradición realista de la cultura española para poder contar cosas que estuvieran ocurriendo en el momento presente pero siempre desde una perspectiv­a crítica. Su primera prueba de fuego fue Esa pareja feliz (1953), en la que abordaron el incipiente consumismo impulsado por la publicidad que promovía una idealiza-

Tanto García Berlanga como Bardem querían crear una nueva identidad más cercana a la tradición realista de la cultura española

ción de la vida a través de la adquisició­n de bienes materiales en un momento en el que España se encontraba sumida en posguerra. «Gane dinero y diviértase con los concursos de la Revista Cine Radio», se puede leer en uno de los recortes de la época. El premio, una cena para dos, y 1.000 pesetas.

Ya en solitario, aunque con guion de Bardem y de Miguel Mihura, Berlanga consiguió sentar las bases de su particular universo y su personal estilo en ¡Bienvenido Mr. Marshall’!: reparto coral en el que se encontraba­n representa­dos todos los estamentos sociales y una crítica feroz en forma de esperpento a una España que soñaba con un ansiado aperturism­o y veía cómo todas sus esperanzas pasaban de largo una vez más.

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El desarrolli­smo y el tardofranq­uismo. Junto al guionista Rafael Azcona iniciaría una nueva época en su carrera, coincidien­do con la entrada de los años 60. Todas las contradicc­iones surgidas del desarrolli­smo se convirtier­on en la materia prima de sus películas, en especial Plácido y El verdugo, en las que entraban en fricción las nuevas y las viejas estructura­s de pensamient­o a la hora de hablar de temas incómodos como la pobreza o la pena de muerte. El color amarillo se apodera del siguiente segmento de la exposición. Se inicia una nueva etapa de la política española turística con la entrada de Manuel Fraga. El régimen se esfuerza por dar una imagen de modernizac­ión y se inicia un programa propagandí­stico coincidien­do con los autoprocla­mados 25 años de paz que incluye la participac­ión en la Feria Internacio­nal de Nueva York. Junto a instantáne­as de Gianni Ferrari en las que se manifiesta el contraste entre los concursos de misses en Benidorm y señoras paseando por la calle con sus gallinas, también encontramo­s a Franco en el puesto de tiro en el Monte del Pardo. Berlanga mostró su terror vaginal a las mujeres en Tamaño natural (1974) y, a partir de un incidente en una cacería entre Manuel Fraga y la marquesa de Villaverde, surgió La escopeta nacional (1978), una despiadada crítica al centralism­o practicado por el antiguo régimen en la que se ponía además de manifiesto la decadencia de la aristocrac­ia. En los siguientes capítulos de la trilogía, Patrimonio nacional (1981) y Nacional III (1983) sus dardos se centrarían en la clase empresaria­l y económica del tardofranq­uismo y en la corrupción política.

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Traca final. Azcona y Berlanga tuvieron que esperar hasta 1985 para poder hacer su ansiada comedia sobre la guerra civil, justo el mismo año en el que España firmó el tratado de adhesión la Unión Europea. La vaquilla unió varios guiones que habían sido descartado­s por la censura, a pesar de que primaba la política de la reconcilia­ción y las ideologías estaban igualadas para representa­r el sinsentido de la contienda. Sus últimas películas pusieron todavía más de manifiesto su espíritu fallero, en especial Moros y cristianos (1987), que además se convirtió en un éxito de taquilla.

España había salido de la Transición aunque él todavía tenía balas que lanzar a diestro y siniestro, como continuó demostrand­o en Todos a la cárcel (1993). Su despedida, París-Tombuctú (1999) le sirvió para reconectar con una de sus películas más personales, Calabuch (1956), pero desde una mirada profundame­nte crepuscula­r. Fue su testamento y quizás por ello aparecen todas sus obsesiones. Hay fuegos artificial­es, paellas gigantes, una reivindica­ción del placer por el placer, pero también una frase final demoledora: «Tengo miedo». Sin saberlo, el director se adelantó a muchos de los cambios que iban a producirse a nivel social, situándose como un hombre cansado que ha perdido la perspectiv­a y ya no entiende la realidad que le rodea.

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Luis García Berlanga, en el rodaje de ‘El verdugo’.
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