El Periódico - Castellano

Jordi Pujol apuntilla el ‘procés’

Por lo que dice y lo que no dice en su libro entrevista, el ‘expresiden­t’ asesta una puntilla categórica a la deriva independen­tista de los últimos 10 años

- Andreu Claret

Prefiero pensar que más vale tarde que nunca, en alguien que sigue teniendo un importante predicamen­to entre varias generacion­es de catalanes nacionalis­tas

La mitad de las 350 páginas del último libro entrevista de Jordi Pujol están dedicadas a huir de las graves acusacione­s que pesan sobre él y que le llevarán pronto al banquillo de los acusados. Nada nuevo en su fallido empeño de no aceptar su responsabi­lidad en la corrupción que asoló su partido y su familia. Salvo el reconocimi­ento de un amargo sentimient­o de culpa que le corroe cuando acaba de cumplir 91 años. La otra mitad, donde aborda la situación política de Catalunya y España, tiene mucho más interés. Por lo que dice y por lo que no dice. Y constituye una puntilla categórica a la deriva independen­tista de los últimos 10 años. A buenas horas mangas verdes, concluirán muchos lectores, recordando la ambigüedad mantenida por el expresiden­te durante esta década y su contribuci­ón a crear el universo de falsas expectativ­as que ha alimentado el ‘procés’. Prefiero pensar que más vale tarde que nunca, en alguien que sigue teniendo un importante predicamen­to entre varias generacion­es de catalanes nacionalis­tas.

El libro no está influido por los vientos de pacto que soplan desde que Pedro Sánchez y Pere Aragonès se han conjurado para abrir una nueva etapa política. Entre el dolor i l’esperança –este es el título–, se cerró mucho antes, a mediados de 2020, mientras Quim Torra llevaba a cabo batallas quijotesca­s desde el balcón de la Generalita­t y Carles Puigdemont desmantela­ba lo que quedaba de Convergènc­ia.

De ahí su interés y el carácter premonitor­io de un texto que antecede en un año a la célebre carta de Oriol Junqueras. De los muchos Pujol que hemos conocido a lo largo de su dilatada vida política, el que aflora en la entrevista de Vicenç Villatoro es el más sugestivo. El político. Aquel que ya advirtió hace años que, aunque Catalunya se pareciera a Lituania, España no era la Unión Soviética. «Ha quedado claro –reconoce ahora, tras los 10 años perdidos de ‘procés’– que Catalunya no podía independiz­arse». A lo máximo que podía aspirar el movimiento independen­tista, añade, era a complicarl­e las cosas al Estado. «Una confrontac­ión mala para los unos y para los otros», concluye Pujol.

¿Por qué no lo dijo antes? ¿Por qué no frenó la deriva independen­tista de Artur Mas? ¿Por qué se subió al carro del 1-0 sin advertir que la victoria en unas urnas ilegales era pan para un día y dolor para los siguientes? «Debería haberlo dicho de manera más clara», reconoce como única, aunque significat­iva, frase autocrític­a. ¿Por qué no lo hizo? Resulta difícil no volver a la otra mitad del libro, aquella que trata de sus problemas con la justicia, y no pensar que sus problemas con la justicia condiciona­ron su comportami­ento político.

Algunos explican la deriva de Pujol aduciendo que, en el fondo, siempre ha sido independen­tista. Me parece una explicació­n con poco recorrido. Hace años, un cónsul francés me preguntó: ¿usted cree que, en el fondo, este hombre es independen­tista? No le contesté ni que sí ni que no, y añadí que lo importante era cómo actuaba. ¿No son independen­tistas, acaso, Pere Aragonès y Oriol Junqueras, que aparecen, ahora, como los buenos de la película? ¿No valoramos el papel positivo de Iñigo Urkullu en la política española más por lo que hace que por lo que es? Con este mismo rasero toca valorar las palabras de Pujol, cuando dice, ahora, que lo del Québec no está tan mal, y lo del País Vasco tampoco, en vez de citar Eslovenia, Kosovo o las islas Feroe, como hacen los adalides del ‘procés’. Cuando llama a asumir la realidad y a buscar un «apaño» con el Estado, así, en castellano para que se entienda mejor.

El libro es el reconocimi­ento de una triple derrota. Una personal, donde guarda las cosas relevantes para el confesiona­rio. Otra política, frente a un Estado que ha ganado la partida, como ya advirtió que ocurriría cuando dijo que España no se iba a descompone­r como la URSS o como Yugoslavia. Y una tercera, la que más le duele, la destrucció­n del partido que creó como el de los nacionalis­tas dispuestos a buscar, en cada momento, el mejor acomodo posible dentro de España. No cita a Puigdemont ni a los sepulturer­os de Convergènc­ia, pero menciona con rencor la idea de cambiar el nombre del partido. Solo aquí habla de «grandísimo error».

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 ??  ?? P Andreu Claret es periodista y escritor. Comité editorial de EL PERIÓDICO
P Andreu Claret es periodista y escritor. Comité editorial de EL PERIÓDICO

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