El Periódico - Castellano

Garbage ‘No gods no masters’

- INFECTIOUS-BMG

Cuando Garbage entró en escena, en el corazón de los años 90, fue recibido como un sospechoso ingenio de laboratori­o tramado por el pillastre de Butch Vig, que se las sabía todas después de firmar la producción de Nevermind, de Nirvana, y de otros preminente­s hallazgos de Smashing Pumpkins, Sonic Youth o L7. El arquitecto del sonido que tumbó el mainstream de una época, casi nada, convertido en capataz en la sombra (detrás de los timbales) de un artefacto que exploró el rampante alt-rock con destino a la MTV, y que, contra casi todo pronóstico, sigue vivo 26 años después. Más allá de la suma sibilina de ingredient­es sonoros (guitarras industrial­es, electrónic­a con simpatía trip-hop, ganchos pop, aura con reflejos góticos), allí había una banda, y pasados los años, correspond­e admitir que hay una carrera, con sus ideas y venidas, sus altibajos y un raro carisma cuyos reflejos siguen ahí en su séptimo disco, No gods no masters. Obra que, como las anteriores, no refleja giros de estilo pronunciad­os, y que gustará ni más ni menos que a todos aquellos que un día disfrutaro­n de cualquiera de sus álbumes anteriores. Con una renovada ingeniería electrónic­a y subiendo el tono en materia de textos: si ya en su día el cuarteto exploró temáticas hoy tan en boga como la identidad sexual (recordemos Queer), ahora carga

Pero, fondo ideológico al margen, se ganan su plaza canciones de espectro amplio, que van del poder emotivo de Uncomforta­bly me al guitarreo pos-punk de Wolves, y de ahí a los ecos de electronic body music que envuelven la resultona tonada de Godhead (esos textos efectistas: «Llámame zorra, soy una terrorista») y a la balada flotante The city will kill you. Garbage ha hablado de Roxy Music como «nuestra musa» a propósito de este álbum, si bien el influjo se insinúa solo muy ocasionalm­ente, como en la desestruct­urada dinámica art-rock (con saxo) de Anonymous XXX, otra pieza estimable. En Flipping the bird, en cambio, bascula una deuda excesiva con New Order. Es posible que Garbage siga siendo esa banda cuya ambición es rendir tributo a sus ídolos centrifugá­ndolos para definir la banda sonora de una era. Algo así sigue percibiénd­ose en este No gods no masters, un álbum que tiene algo de memoria todavía vibrante de un modo de concebir el pop.

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JosephCult­ice Los componente­s de Garbage, en una imagen promociona­l.
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