El Periódico - Castellano

La Paluzie y el amigo de mi abuelo

- Albert Soler

Lo que empezó como el intento de montar una republique­ta ha terminado reclamando llibertat, amnistia, Estatut d’Autonomia. Para ir a parar a 40 años atrás, no hacían falta tantas alforjas, en lugar de «presidente, ponga las urnas» era suficiente con «presidente, denos pantalones de pata de elefante y chaquetas de pana». El viaje en el tiempo, eso sí, no sería completo sin volver a aquellas arcaicas campañas de defensa de la lengua, ya saben, El català, cosa de tots y etcétera. Ahí destaca la ANC (Asociación Nacional del Rifle, delegación catalana) que, puesto que no sirve para nada y de alguna manera ha de justificar subvencion­es, prebendas y minutos televisivo­s, dispara contra todo el que no hable la lengua más bonita del mundo mundial.

Imaginen el disgusto al saberse que una voluntaria de la ANC respondía al teléfono en castellano. No en inglés o en árabe, que ya ves. ¡En castellano! Se desconoce cómo ha sancionado tamaña afrenta la Paluzie, la Charlton Heston lacista, pero hizo público en las redes sociales que la maleante había sido identifica­da, y aseguró además que jamás volvería a suceder un hecho semejante. Quiero creer que antes de echarla, del trabajo y quién sabe si de este mundo, fue castigada a la manera de los capitanes de barco con quienes se amotinaban, aunque en lugar de ser azotada con un látigo de tres puntas, lo fue con una gramática de Pompeu Fabra.

–¡Así terminan los traidores!– aullaba la Paluzie fuera de sí, azotándola ante el resto de voluntario­s, obligados todos a presenciar tan cruenta escena.

Es lo que ocurre, que uno se dedica a fiscalizar y reclamar el despido de camareros que dicen «aquí tiene su cortado» en lugar de «aquí té el seu tallat», y olvida que puede tener al enemigo en casa. Descubrir a un castellano­hablante infiltrado en la ANC es como si, en plena guerra fría, la CIA hubiese localizado un topo soviético en su sede de Langley. Han de rodar cabezas, alguien tendría que haber investigad­o los antecedent­es de los trabajador­es de la ANC para comprobar que son todos de pura raza catalana, como los burros, pero en bípedo.

El gran trabajo de los talibanes del catalán, además de hacernos sentir jóvenes por el método de remitirnos a épocas pasadas y olvidadas, posee otras virtudes. Mi abuelo, l’avi Enric, me contaba que tenía un amigo que, después de la guerra, trabajó de funcionari­o en Girona atendiendo a quienes llegaban de los pueblos para algún trámite. Cuando uno de aquellos payeses semianalfa­betos se le dirigía en catalán, lo humillaba a gritos ante todo el mundo, «¡aquí se habla en cristiano!», «¡si vuelve a hablar en catalán, le pego dos hostias», y lindezas semejantes. Por la tarde, ya en el café, saludaba a mi abuelo y al resto de amigos con una gran sonrisa y con la frase habitual.

–Hoy he hecho otro catalanist­a. Siguiendo el mismo sistema, la ANC trabaja en realidad en favor del castellano, gracias a convertir la lengua catalana en antipática, politizada y arisca, haciendo que renuncie a ella gente que la hablaría sin problema. Puesto que cuesta creer que sean tan idiotas como para no darse cuenta del daño que hacen, no queda más que una posibilida­d: la infiltrada en la ANC, la traidora que desde dentro está dinamitand­o el catalán, es la propia Paluzie.

La ANC trabaja en realidad en favor del castellano, gracias a convertir la lengua catalana en antipática, politizada y arisca

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