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Empúries también fue cristiana

Una misión encabezada por el Museu d’Arqueologi­a saca a la luz una basílica del siglo IV y señala, como punta de un iceberg, la existencia de una urbe de como mínimo dos hectáreas de superficie junto a la antigua ciudad griega.

- CARLES COLS

Empúries, por donde entró la cultura clásica en casa de los iberos, primero la griega, luego la romana, fue también el dintel a través del que llegó el cristianis­mo a esta esquina de la Península, o al menos eso sugiere de forma bastante emocionant­e la campaña arqueológi­ca llevada a cabo el pasado mayo por la red del Museu d’Arqueologi­a de Catalunya junto a Sant Martí d’Empúries. Bajo los restos conocidos de la iglesia de Santa Margarida, lugar en el que el culto se prolongó hasta mediados del siglo XVIII, ha aparecido nada menos que una sede episcopal fechada en el siglo IV d. C., toda una basílica, por supuesto con su piscina bautismal, como correspond­e, y que es solo la punta del iceberg de una villa de como mínimo dos hectáreas de superficie. Palabras mayores, pues.

Una sede episcopal no era ya entonces una decisión azarosa. La tuvieron Egara, la actual Terrassa, Tarraco, por supuesto, y también Barcino, en este ultimo caso con la gracia de que tuvo simultánea­mente dos, una católica, en Sant Just i Pastor, y otra arriana, en el lugar donde hoy se levanta la Catedral, pero eso fue en el siglo V. La tercera etapa de la historia de Empúries, o sea, la cristiana, parece que es nada menos que un siglo más anciana. Ante hallazgos arqueológi­cos como este tipo se suele decir que reescriben la historia, y a veces se exagera, pero en este caso es real que abre la luz sobre un periodo interesant­ísimo hasta ahora en sombra, el amanecer en estas tierras de la cultura cristiana. Las ruinas de la antigua Empúries griega, abandonada tal vez por su mala cabeza de apostar por los cartagines­es antes que por los romanos, sirvieron para levantar una nueva urbe a escasos metros de distancia. El reciclaje en la antigüedad parece que se lo tomaban muy en serio.

Inscripció­n en el altar

Hay que reparar en los detalles de lo que la misión arqueológi­ca ha dejado al descubiert­o. Uno de los bloques de piedra empleados en su día para construir el altar conserva, legible de forma fragmentad­a, una inscripció­n con un nombre en latín, Manio Cornelio Saturnino. Fue un magistrado que vivió en el siglo II y al que le fue dedicada en algún lugar de la antigua Emporiae (la ciudad romana que tomó el relevo de la griega Emporion) una estatua en su honor. Ese bloque es posiblemen­te el pedestal que soportaba la figura en mármol de aquel personaje. La irrupción y crecimient­o del cristianis­mo en el mundo clásico suelen ser retratados en el cine como el triunfo de unas gentes bondadosas a las que les bastaba la palabra como arma, pero la victoria del monoteísmo cristiano fue violentame­nte iconoclast­a, destructor­a de la literatura escrita clásica y también de las esculturas y templos paganos, de ahí que porciones de ese pasado renacieran como mortero o como bloques de material de construcci­ón. Empúries, en cierto modo, es un gran palimp

Un bloque de piedra con una inscripció­n romana fue reciclado para construir un altar

sesto expuesto a la tramontana.

La estructura ahora perfectame­nte visible a vista de pájaro, una basílica de tres naves, de unos 14 metros de amplitud y 20 de longitud, en la que se llevaban a cabo los bautismos rituales a manos de un obispo, es la muestra palpable de que el cristianis­mo en el siglo IV había ganado definitiva­mente el pulso como religión preminente y excluyente.

Las persecucio­nes ordenadas por Roma no quedaban muy atrás en el tiempo. A mediados del siglo III, con el catastrófi­co Valeriano como emperador, fue martirizad­o en Tarraco, por ejemplo, el obispo Fructuoso. Ardió en la hoguera, doloroso final, pero peor fue aún, sea dicho a modo de apunte, el del propio Valeriano, el primer emperador romano que cayó en manos del enemigo, en su caso las de los persas, que tras someterle a toda suerte de indignidad­es convirtier­on su pellejo en un trofeo que exhibían en público en las grandes ocasiones.

La cuestión es que apenas un siglo después de que se llevaran a cabo aquellas persecucio­nes, el cristianis­mo, gracias al decreto de Teodosio, ya tenía literalmen­te cimientos en Empúries y, además, con alguna de sus rasgos más imperecede­ros, la devoción de reliquias en ocasiones de dudosa procedenci­a.

El nombre: Secundus

A lado y lado del altar ahora explorado y bajo el pavimento hay dos sarcófagos, uno de ellos con una abertura por la que cabe una mano. Se supone que era para poder tocar las reliquias de un tal Secundus, que es el nombre que aparece en la inscripció­n. Aquella práctica degeneró con el tiempo en un paroxismo por el que un mismo santo debería haber tenido tantas patas como una araña visto que su fémur, por ejemplo, se veneraba a la vez en varias ciudades distintas y todas ellas con un verbal certificad­o de autenticid­ad. De Secundus, en cualquier caso, nada se sabe aún. Si fue un obispo de la basílica de Empúries no queda constancia escrita, pues los nombres que han perdurado de quienes dirigieron aquella sede episcopal son solo los de quienes por cuestiones de calendario participar­on en algún concilio en esos tiempos en que el la arquitectu­ra teológica del cristianis­mo estaba todavía en discusión. Secundus fue tal vez un obispo o quizá alguien venerado por otras razones. En el siglo IV y por el modo en que nació la Empúries cristiana, es más que probable que fuera un personaje real. La idolatría de mártires inexistent­es llegó poco después, como la propia santa Margarita que da nombre a la iglesia que se levantó finalmente sobre los restos de esa sede episcopal de Empúries y que fue lugar de culto hasta el siglo XVIII. El relato religioso no siempre casa bien con la verdad histórica, pero esa falta de sincronía no afecta a las piedras, que serán mudas, pero revelan mucho. Bajo uno de los escalones del altar, por ejemplo, los arqueólogo­s descubrier­on el pasado mayo un saquito con 182 monedas de bronce que fueron escondidas para ser recuperada­s en un día que nunca llegó. Las hay de gran variedad de emperadore­s. Su valor en el mercado de numismátic­a es hoy en día escaso. Roma fue un imperio tan colosal que acuñó miles de monedas. En una de ellas se ve la silueta del emperador Graciano que porta en su mano la cabeza de un enemigo vencido. Por cinco euros puede ser comprada una igual en cualESCALq­Auier mercadillo especializ­ado, pero las de la Empúries cristiana tienen el valor de la aventura que narran, la de una ciudad desconocid­a en los libros de historia y que ahora emerge gracias al descubrimi­ento de una basílica.

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Museu d’Arqueologi­a de Catalunya El yacimiento de Santa Margarida d’Empúries, a vista de pájaro, en cuyo subsuelo se escondía una primitiva sede episcopal del siglo IV.
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Moneda de bronce con la figura del emperador Graciano, que sujeta la cabeza de un enemigo.
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