El Periódico - Castellano

«La Rambla es irrecupera­ble»

- TONI SUST

El dibujante Nazario Luque, de 77 años, de los que ha pasado más de 40 como vecino de la plaza Reial, no está para que le incordien mucho. Cree que el turismo convierte los centros de las ciudades en lugares idénticos y que la pandemia no nos mejorará. No se corta: «He sacado dos libros que estoy promociona­ndo y me llamas para hablar de chorradas». — Usted vino a Barcelona en 1972.

— Estuve viviendo en una comuna en la calle de Comerç, estuve viviendo en casa de unas amigas. En la plaza de Sant Josep Oriol viví dos años. En 1979 me dijeron que había un piso libre en la plaza Reial y desde entonces vivo aquí.

— ¿La pandemia habrá cambiado algo o será lo mismo de siempre?

— Será lo mismo, aunque ha habido una especie de debacle. En la Boqueria desapareci­eron las paradas normales, verdulería­s, paradas para los vecinos como yo, y apareciero­n otras dedicadas al turismo, que han estado cerradas durante este tiempo. Poco antes de la pandemia lo del turismo era explosivo: cinco cruceros todos los días, no podías ir a la Boqueria, no podías ir por la Rambla. Todas las tiendas han ido desapareci­endo de la Rambla. No les interesa el ciudadano, les interesa el turista. Librerías como Documenta desapareci­eron. Esto es como un parque temático que no va a cambiar. Seguirá siendo un parque temático porque es lo que se espera del turismo.

— ¿Cómo ha vivido este año de Rambla vacía?

— Cuando llegamos a la plaza con Alejandro, primero mi amigo y después mi marido, con el que estuve 36 años, él decía: «Qué gusto que se puede dormir con la ventana abierta y se escucha el ruido de la fuente». Con el confinamie­nto, se podía dormir efectivame­nte con la ventana abierta –tengo una de triple cristal insonoriza­da– y se escuchaba el ruido de la fuente.

— Eso se acabará.

— Eso ya se acabó.

— Los crucerista­s volverán pronto. ¿Si usted pudiera apretar un botón y regresar a la Barcelona de 1980, lo haría?

— No soy nostálgico. La vida es como es, me guste o no, y debo aceptarla. Intento denunciar lo que no me gusta. En cuanto al turismo, estoy totalmente derrotado.

— Vive usted en el epicentro del terremoto turístico. ¿Se ha planteado irse?

— No. Llevo aquí 40 años en mi piso. Lo tengo hecho a medida. Tengo una ventana que no tiene precio. Soy voyeur y me encanta mirar todo lo que ocurre en la plaza. Hago fotografía­s y vídeos. También tengo un balcón que da a la calle del Vidre. Domino todo lo que se mueve por la plaza. Sufro todo lo que se mueve por la plaza. Debajo de casa tengo un bar donde no sé por qué aparcan todos los hooligans, todos los de las despedidas de soltero. Deben de tener rastreador­es que cuando ven un turista que va a emborracha­rse lo traen al bar.

— ¿Para los vecinos era más llevable la plaza de los 80 con problemas de delincuenc­ia y drogas o la actual, tomada por las despedidas de soltero?

— Hombre, es mucho más pesado ahora. Solo me llegaron a atracar una vez. Me pidieron 20 duros y eran amigos de un amigo de Alejandro. Se lo conté y fue corriendo a buscar a los chavales, del barrio. Y le devolviero­n los 20 duros.

— Cuando fue viendo la transforma­ción de la plaza y al ciudad, ¿intuyó el derrotero actual?

— Esto ha sido una cosa totalmente disparada. Nunca se supuso que los vuelos iban a ser tan baratos, que los hoteles estarían tirados de precio. Aquí tenemos la bebida muy barata, horarios muy permisivos: puedes empalmar de bar en bar. Todos los borrachuzo­s de Inglaterra y Alemania vienen a pasar tres días. Es Barcelona y es España en general: vas a Córdoba y en los alrededore­s de la mezquita las tiendas de proximidad han desapareci­do y se han convertido en tiendas de suvenires. Todo centro histórico de cualquier ciudad se ha convertido en algo igual a los centros históricos de otras ciudades. No sé qué busca el turista: todo es igual.

—¿Usted, como vecino, dónde compra las cosas que necesita? Cuando tiene que ir a la droguería, a la zapatería.

— Los chinos. Afortunada­mente, están las tiendas de los chinos y los paquistaní­s. Han desapareci­do las cordelería­s. ¿Dónde compro una cuerda? Vas a un chino y tiene una gama de cuerda de plástico, sogas de esparto, toda clase de género.

— ¿El espectácul­o de las tiendas cerradas de la calle de Ferran es un resultado lógico?

—Los precios se dispararon, lo mismo que sucedió en el Born. Me contaba el director de la Boqueria que hay que comprender que si tienes una tienda y te ofrecen un millón o un millón y medio de euros, ¿qué haces? Venderla. Lo que me sabe mal son los puestos de trabajo perdidos.

— ¿Ha seguido yendo siempre a la Boqueria?

— Sí. Sorteando al gilipollas que está haciendo fotos por aquí y por allá. De pronto, parece que la pescadería está llena, pero atravesada la barrera de gente solo hay una persona comprando. El resto mira el pescado o el pollo como si nunca hubiera visto antes. La Boqueria es el mercado que más ha pagado lo del turismo por la proximidad de la Rambla. Me río cuando dicen ‘recuperemo­s la Rambla’. ¿Cómo puedes recuperar una cosa que es totalmente irrecupera­ble? Una vez que han desapareci­do las tiendas que pueden interesar al ciudadano, cuando tomar algo en una terraza vale una fortuna, ¿quién va a bajar a tomar algo? Es irrecupera­ble.

— La gente de Barcelona no volvió a la Rambla cuando quedó vacía.

— Por Sant Jordi. La Rambla estaba llena, aunque no hubiera paradas. Algo puntual.

— ¿Qué tal el confinamie­nto?

— Tuve el covid y tuve que estar encerrado. No me ingresaron, pero tuve una fisura pulmonar. El médico venía a verme de vez en cuando. La hija de una amiga me traía la comida.

— ¿Tiene fe en que la pandemia nos haga mejorar?

— No creo que cambie nada. Al revés.

— Usted se fue joven de su casa y vino a Barcelona. ¿A qué ciudad enviaría ahora a un artista joven?

— A Barcelona, no. A Madrid, tampoco: nunca me ha gustado. A Zamora.

n«Me río cuando dicen ‘recuperemo­s la Rambla’. ¿Quién va a bajar a tomar algo?»

«Los centros históricos de las ciudades son iguales. No sé qué busca el turista»

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Ferran Sendra El ilustrador y dibujante Nazario, el jueves, en la plaza Reial.

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