El Periódico - Castellano

Resaca del Brexit en el G-7

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La cumbre del G-7 en Cornualles ha ratificado el clima de restauraci­ón de complicida­des entre Estados Unidos y los países europeos, desgastado en grado sumo durante la presidenci­a de Donald Trump. El apoyo a la iniciativa de Joe Biden de poner en marcha un programa de ayudas al desarrollo por valor de 30 billones de euros de aquí a 2035 para que Occidente compita con China, de Extremo Oriente al África Occidental, no es solo una continuaci­ón de los planes de la anterior Administra­ción para limitar o controlar la influencia del gigante asiático, sino una formalizac­ión práctica del eslogan más difundido por la Casa Blanca: Estados Unidos está de vuelta.

Después del acuerdo para establecer un mínimo a escala mundial del 15% en el impuesto de sociedades, de promover la compra por los países ricos de mil millones de vacunas con destino a los países más vulnerable­s, de afrontar sin reservas la emergencia climática y de preverse para hoy, en la OTAN, y mañana, en Bruselas, la rectificac­ión completa de las políticas de Trump en Europa, pareciera que nada podía enturbiar el paso de Biden por el Reino Unido, pero no ha sido así. La inmediatez de la entrada en vigor del protocolo norirlandé­s –el 1 de julio–, parte sustantiva de los acuerdos que permitiero­n una consumació­n ordenada del Brexit, ha puesto de nuevo sobre la mesa las maniobras de Boris Johnson para no atenerse al principio

pacta sunt servanda y eludir la conversión

de facto de la costa de Irlanda del Norte en frontera exterior de la Unión Europea para preservar la frontera blanda entre las dos Irlandas. Esto es, Johnson pretende dejar sin efecto, al menos parcialmen­te, lo acordado con los Veintisiet­e para después del periodo transitori­o que vencerá el último día de junio.

Lo cierto es que la posición del premier frente a Bruselas se ha debilitado a ojos vista a partir del cambio de inquilino en la Casa Blanca. Biden comparte el temor a un endurecimi­ento de la frontera irlandesa en un ambiente de tensiones en aumento entre las comunidade­s católica y protestant­e del Ulster. A ello debe añadirse la sintonía del presidente de Estados Unidos con el enfoque que dan al problema de Irlanda Angela Merkel y Emmanuel Macron, socios necesarios para articular la

Pcompetenc­ia con China por su capacidad de atraer voluntades en el seno de la UE. Y para combatir la injerencia rusa en los asuntos europeos, que son también en gran medida los de Estados Unidos.

El retorno de la complicida­d entre EEUU y Europa ha quedado empañado por la posición de Boris Johnson frente a Irlanda del Norte, que Biden no ampara

Lógica y tradición

Contra lo que pueda parecer, nada hay de especialme­nte novedoso en la línea argumental seguida por Joe Biden. La novedad estuvo en el enfoque dado por Donald Trump a los asuntos europeos, pero lo que lleva a la práctica su sucesor es, sobre todo, atenerse a la lógica y la tradición política de los últimos 75 años. Puede que, al hacerlo, haya transmitid­o indirectam­ente a Boris Johnson un cierto grado de vulnerabil­idad, desconocid­a hasta la fecha porque su mejor socio hasta enero residía en la Casa Blanca y estaba de acuerdo con él. Una vulnerabil­idad agravada por la doble necesidad de contentar a los votantes del Brexit y no enmarañar aún más la relación económica con la UE, destino primero de las exportacio­nes británicas. Un rompecabez­as que las sonrisas del G-7 no han podido ni de lejos resolver.

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La opinión del diario se expresa solo en los editoriale­s. Los artículos exponen posturas personales.

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