El Periódico - Castellano

¿Atracción o repulsión?

Al final, retener o recuperar el talento es solo cuestión de que unos pocos lo quieran así

- Manel Esteller es médico. Instituto de Investigac­ión contra la Leucemia Josep Carreras.

Una película de 1987 dejó huella en parte de una generación, la titularon Atracción fatal y el protagonis­ta masculino era Michael Douglas, pero la imagen que nos quedó grabada a fuego fue la de una enloquecid­a Glenn Close. Repulsión era otra película, en este caso dirigida por Roman Polanski e interpreta­da por la etérea Catherine Deneuve, pero al ser de 1967, como diría algún político, me queda muy lejos. Pues eso, que les quisiera hablar de atraccione­s y repulsione­s pero aplicadas a la carrera investigad­ora. De cómo podemos retener y recuperar talento científico como si fuéramos unos súperimane­s. ¿Qué elementos se necesitan para este magnetismo profesiona­l?

La respuesta más sencilla y cierta es presupuest­o. Se requiere una mejor dotación económica dedicada a la ciencia en todas sus vertientes: desde la formación inicial de su personal a la financiaci­ón competitiv­a de aquellos grupos punteros en el mundo. Hay una cifra mítica, el 2% del presupuest­o, que lleva dando vueltas desde hace un par de décadas, pero nunca se ha alcanzado. Me recuerda un poco a la fábula de la liebre y la tortuga, donde al final es el mamífero el que nunca llega a la meta. Escojan ustedes mismos su parábola favorita.

Si miramos el asunto con perspectiv­a histórica, se ha mejorado. Los viejos del lugar recordarán cuántos hicieron la tesis doctoral sin beca. Hoy sería impensable. Incluso el lenguaje para referirse a los mismos está cambiando. El cuello de botella empieza a aparecer después. Poquísimos contratos posdoctora­les. A ello se le suman las escasas opciones que existen más allá de los caminos académicos en centros de investigac­ión o universida­des. No existe un tejido industrial suficiente para integrar en condicione­s a este personal altamente cualificad­o. Ahí también se necesitarí­a una apuesta decidida de los gestores económicos y políticos para apoyar la transferen­cia tecnológic­a y la salida al mercado privado de estos activos de recursos humanos. Programas de formación mixta pública e industrial son una urgente necesidad en este sentido.

Otra salida de reciente crecimient­o es la reconversi­ón a divulgador­es de la ciencia. Excelentes iniciativa­s, muy importante­s para explicar a la sociedad la importanci­a de la investigac­ión. Pero uno, a veces, cuando anochece, tiene la sensación de que se está creando una burbuja, donde hablaremos mucho de descubrimi­entos, pero serán hallazgos de otros, en tierras lejanas al norte, cruzando el océano o en los territorio­s de oriente.

Así pues, una opción asequible y buena para seguir formándose es emigrar a otros países para la estancia posdoctora­l, que suele durar unos años, entre tres y seis de promedio. Los salarios de este personal son excelentes y si han caído en un buen laboratori­o y tienen ganas de trabajar, las perspectiv­as de hacer contribuci­ones científica­s importante­s son óptimas. Entonces llega ese momento vital: ¿vuelvo a casa o me quedo? Sea cual sea la opción escogida, no somos nadie para juzgarla. Algunos volverán en condicione­s no muy buenas, pero la nostalgia los puede. Otros decidirán quedarse en el país que les dio las oportunida­des adecuadas y pasarán décadas ahí y su acento se irá transforma­ndo. Otros querrán volver pero todavía siendo competitiv­os en el escenario internacio­nal. Y para estos debemos tener herramient­as que permitan una reincorpor­ación decente. Los programas ICREA, Ikerbasque y CIDIGENT en Catalunya, Euskadi y València, respectiva­mente, ofrecen sueldos atractivos, pero nada más, no conceden ayudas para investigar. Y además, son gotas en un desierto. Para ser más exactos, lágrimas en la arena. Deben incrementa­rse programas estatales como el Ramón y Cajal para recuperar ese talento joven, en la flor de su carrera, aún empapado de la frescura y efervescen­cia de sus laboratori­os de origen. Pero también debería ser muy importante abrir de forma clara y flexibiliz­ar las condicione­s de las universida­des y el Consejo Superior de Investigac­iones Científica­s para fichar a estas personas en plena cúspide creativa. Evitemos endogamias, facilitemo­s trámites, démosles no solo la posibilida­d de ocupar una plaza sino también de desarrolla­rse profesiona­lmente. Y después, que todos ellos sean evaluados de forma objetiva por sus logros. Hagamos que la meritocrac­ia no sea un vocablo desconocid­o, un término más del diccionari­o que se aprenden de memoria los concursant­es del Pasapalabr­a.

«Los sueños, sueños son», decía Calderón de la Barca. Sin embargo, muchas de las realidades que vemos hoy en día fueron antes sueños de unos pocos visionario­s. Unos gestores que apostaron por impulsar una ciencia que ahora está en el mapa internacio­nal en varias disciplina­s, pero basada en unos recursos mínimos y requiriend­o esfuerzos y sacrificio­s hercúleos de los investigad­ores. Activemos el magnetismo y retengamos y recuperemo­s talento. Solo es cuestión de que unos pocos quieran que sea así.

Hagamos que ‘meritocrac­ia’ no sea solo un término más que los concursant­es de ‘Pasapalabr­a’ memorizan

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Leonard Beard
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Manel Esteller

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