«El cáncer me quitó el miedo a morir»
Esta fotógrafa de 27 años es una víctima colateral del covid-19: la prueba que le diagnosticó la enfermedad llegó tarde. Sus autorretratos le ayudan a sobrellevar la incertidumbre.
Olatz Vázquez (Vizcaya, 1994) es una víctima colateral de la pandemia de covid-19. El estado de alarma del 13 de marzo retrasó al mes de junio de 2020 la endoscopia que debían haberle hecho en abril del año pasado. Le diagnosticaron, más tarde de lo que tocaba, un adenocarcinoma en estadio cuatro con metástasis en la zona abdominal. Un tumor maligno en el estómago «bastante grande, avanzado y no operable». Cáncer.
Un año después de aquel diagnóstico, Olatz tiene también los ovarios afectados y a sus espaldas lleva 17 ciclos de quimioterapia y uno de un ensayo experimental que, tras el fracaso de los anteriores tratamientos («la enfermedad ni se ha estabilizado, ni ha parado»), empezó la semana pasada en el Hospital Vall d’Hebron de Barcelona. A sus 27 años recién cumplidos, Olatz ríe cuando le preguntan qué hará este verano. «Mi futuro es hoy», responde.
Periodista y fotógrafa de formación, hace unos meses esta joven se hizo conocida en Twitter donde, recién diagnosticada de cáncer, contó lo que acababa de sucederle en la calle. «La primera vez que salí sin pañuelo ni peluca, oí a una madre que le decía a su hija señalándome: ‘Mira, ¿a que está guapísima?’. La niña respondió: ‘Ah, pues sí’. Me pareció súper entrañable. El tuit se viralizó, gané seguidores y me pareció que podía ser una manera de normalizar el cáncer y hablar sin tapujos», explica desde los Jardines de Mercè Rodoreda, en el barrio de Vallcarca. Olatz viene una vez por semana a Barcelona a tratarse en Vall d’Hebron.
Denuncia en Twitter
Fue en Twitter donde Olatz denunció el retraso de su diagnóstico. «Aunque en el confinamiento rogué, llorando, que por favor me hicieran la endoscopia en abril, el médico me dijo: ‘No te preocupes, tú no tienes nada grave. Será una gastritis o una celiaquía. Tranquila, que nos vemos en junio’». Ella, que entonces se estaba tratando en Vizcaya, donde reside, no olvida aquellas palabras. Pero no se expresa con rabia o rencor, sino con serenidad y cierta resignación.
Tampoco olvida el 9 de junio de 2020, el día en que por fin, tras tanto tiempo sintiéndose mal, le dijeron que tenía cáncer. «No me lo esperaba para nada porque llevaba meses oyendo que no tenía nada grave. Creí que el médico me estaba vacilando», cuenta. Tampoco tiene antecedentes familiares de esta enfermedad.
«Por la pandemia se han diagnosticado un 21% menos de casos de cáncer [en relación a la etapa del confinamiento domiciliario]: la gente no fue a los hospitales, se retrasaron pruebas. Se avecina una pandemia de cáncer avanzado, se han olvidado de nosotros», lamenta esta joven que, aunque reconoce que ella llevaba encontrándose mal desde principios de 2019 sin que los médicos dieran con su enfermedad (le decían que tenía «estrés», «ansiedad» e incluso una «enfermedad pélvica inflamatoria»), destaca que, «en el cáncer, el tiempo es oro». «No sé cuánto se disparó la enfermedad en esos dos meses, pero creo que, sin este retraso, todo hubiera sido un poquitín más fácil».
En octubre del año pasado, Olatz, que hasta entonces se trataba en Euskadi, decidió trasladar su historial sanitario a Vall d’Hebron. En su hospital de origen, en Vizcaya, le dijeron que el tratamiento que podían ofrecerle era directamente «paliativo». «Para ellos, yo no tenía cura ni esperanza». Decidió pedir una segunda opinión y en Barcelona fueron «más esperanzadores». «Me dijeron que iban a luchar por mí». Ahora lleva apenas una semana en un ensayo experimental en fase uno. «Aún es pronto para decir si está funcionando», relata. Pero solo tiene palabras de agradecimiento para Vall d’Hebron. Y no se le acaba la esperanza.
Aparte de la «periodista y fotógrafa que convive con el cáncer y la quimioterapia» (como se define en Twitter), Olatz es también la chica a la que James Rhodes regaló su cámara Leica. El pianista la sorteaba entre sus seguidores de la red social y ella, que lleva seis años autorretratándose y no ha dejado de hacerlo pese al cáncer, le envió cuatro fotografías. Ganó.
Su proyecto fotográfico Minbizia (cáncer en euskera: min es daño y bizia, agudo) aglutina autorretratos de ella misma en blanco y negro. Minbizia fue seleccionado para el Festival Internacional de Fotografía de Belgrado. A través de sus imágenes, Olatz ha documentado su caída del pelo, su primera regla tras meses sin tenerla. También sus lágrimas y momentos de desesperación.
«Yo ‘lloro’fotografías»
«¿Que qué veo cuando miro mis fotos? Mucho dolor. Siempre digo que lloro fotografías. Después de ver mis fotos, la gente me conoce y dice que no se esperaba que yo fuera así. Pero esta descarga de emociones me lleva a afrontar lo que sea», relata Olatz. Cuando se le pregunta de dónde saca la fuerza que transmite, Olatz enseguida responde que «no es fortaleza, sino resiliencia». «El instinto de supervivencia es innato en el ser humano. Yo no me considero mas fuerte que hace dos años, sino que he aprendido a adaptarme a mi situación. Desde el principio me obligué a pronunciar las palabras cáncer y tumor».
Olatz habla claro. Admite que en este proceso «hay más cosas malas que buenas», pero ha aprendido a «estar más en el aquí y en el ahora». «Y sobre todo, me he quitado el miedo a morir, y eso ya es ganar. Miramos mucho al futuro y no somos conscientes de que en una fracción de segundo puede cambiar tu vida. A mí me cambió en un segundo». También ha aprendido lo que es «el amor de verdad» (su pareja, Urko, la suele acompañar, igual que sus padres, a Barcelona) y a saber a quiénes «de verdad» importa. A Olatz, pese a todo, sigue gustándole vivir.
«Se avecina una pandemia de cáncer avanzado, se han olvidado de nosotros»