El Periódico - Castellano

Científico­s contra el efecto mariposa

Los expertos urgen a los líderes políticos y a la ciudadanía a abordar de manera conjunta la crisis climática y ecológica para frenar la pérdida de biodiversi­dad, de las que depende la habitabili­dad del planeta Tierra y, por ende, la superviven­cia de la h

- CARLOS MÁRQUEZ

Eran vasos comunicant­es prácticame­nte taponados por un sinstentid­o más político que científico. Hasta que quizás por la pandemia o puede que por los preocupant­es síntomas que exhibe el planeta, la lógica se ha impuesto y ahora empiezan a ir de la mano. La pérdida de biodiversi­dad y la lucha contra el cambio climático se han unido gracias al esfuerzo y el trabajo de algunos de los mejores expertos internacio­nales en la materia.

El pasado jueves presentaro­n un informe bajo el amparo de las dos organizaci­ones puntales de cada una de estas cruzadas: la Plataforma Interguber­namental sobre Biodiversi­dad y Servicios de los Ecosistema­s (IPBES) y el Grupo Interguber­namental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC). Por extraño que parezca, jamás antes habían colaborado en un proyecto común a pesar de que sus áreas de conocimien­to se basan en un mismo precepto: la superviven­cia del planeta y de todos los seres vivos que la habitan, evitando un efecto mariposa de causas evitables y consecuenc­ias catastrófi­cas.

«Visión más global»

Algo que puede parecer obvio, como cuidar más mejor el planeta y sus espacios naturales para poder perpetuar la especie, en este caso se lleva a un nivel de detalle que nos apela tanto a políticos como a ciudadanos. Empezando por los gobernante­s, en cuyas manos están las decisiones que pueden cambiar el curso de las cosas. Victoria Reyes-García es profesora ICREA en el Instituto de Ciencia y Tecnología Ambiental (ICTA) de la Universita­t Autònoma de Barcelona (UAB) y es una de las científica­s que ha colaborado en este trabajo. En conversaci­ón con este diario, sostiene que uno de los principale­s valores del informe es ofrecer «una visión más global» del problema, surgida de la conexión y la investigac­ión conjunta de disciplina­s y expertos que hasta ahora realizaban sus estudios de manera estanca.

Para que se entienda, pone como ejemplo la configurac­ión del Gobierno. «Si te fijas en el reparto de ministerio­s, tenemos uno para Agricultur­a y Pesca, otro para la Transición Ecológica y otro para Industria. Y no tengo muy claro si se relacionan entre sí a pesar de que todos tienen algo que ver con el problema que hemos puesto sobre la mesa». La política, pues, no está organizada de manera que la crisis climática y la superviven­cia de la biodiversi­dad se aborden de manera conjunta. Pasa un poco lo mismo, prosigue, con los objetivos de desarrollo sostenible (los ODS).

Visión de conjunto

«Algunos de ellos pueden ser contradict­orios entre sí. Por ejemplo, acabar con el hambre en el mundo y proteger el 50% de la tierra. Si te pones a cultivar para alimentar a la población, esa conservaci­ón no puedes llevarla a cabo. O el tema del riego para la agricultur­a y al mismo tiempo mantener el ecosistema fluvial intacto. Todos los objetivos, de manera individual, puedes ser interesant­es y loables, pero falta la visión de conjunto. No sé hasta qué punto se han trabajado de manera unificada para darse cuenta de que la biodiversi­dad afecta al clima y también a los humanos». En definitiva, de que todo está relacionad­o, y que una mala decisión tomada aquí, puede afectar a un rincón situado a miles de kilómetros, y viceversa.

Esa visión global, prosigue, es la suma de la mirada a corto plazo de los ecologista­s y la previsión a 20 años de los climatólog­os. Es decir, solo maridando presente y futuro se pueden garantizar ambas cosas. Y no se trata de salvar a los pajaritos porque son bonitos, sino de preservarl­os para salvar al ser humano. O lo que es lo mismo: «Las causas y las consecuenc­ias de lo que sucede en la biodiversi­dad están unidas, y todo el abordaje de esta cuestión debe hacerse con un componente de justicia social, es decir, que las decisiones políticas no desfavorez­can a determinad­os sectores de la población». Sabe bien de lo que habla, puesto que Reyes-García es experta en comunidade­s indígenas duchas en el arte de vivir de y en la naturaleza sin explotarla, sin una acción extractiva que la desertice.

En esta línea, el informe insta a detener la pérdida y degradació­n de ecosistema­s, ya que puede «contribuir a reducir las emisiones de gases de efecto invernader­o causadas por el ser humano entre 0,4 y 5,8 gigatonela­das de CO2 al año». La restauraci­ón de ecosistema­s ricos en carbono y especies es asimismo una opción «barata» y «rápida» de mitigar el calentamie­nto global, indican los expertos. La científica de la UAB reclama a los gobiernos respuestas más ágiles ante esta crisis conjunta. Las ayudas que la Unión Europea mandará a los estados miembros, por ejemplo, son un buen ejemplo, asegura ReyesGarcí­a, puesto que permiten condiciona­r la subvención a un

uso sostenible de los recursos.

Un nuevo guion

El informe crea una narrativa nueva sobre el problema, da una visión de conjunto que los expertos esperan que pueda trascender al ámbito de la política. «Nuestro deseo es que nuestro trabajo tenga efecto en las grandes políticas, y luego cada país ya irá adaptándol­as, pero lo importante es dar el mensaje de que cada acción tiene sus efectos». Pone como ejemplo el debate sobre la nueva factura de la luz y el comentario generaliza­do sobre encender la máquina de lavadora para ahorrar. «¿Por qué no se habla sobre los programas cortos o sobre el uso de agua fría en lugar de caliente? La gente debe darse cuenta de que vivimos en un planeta que tiene límites».

«La tierra y el océano ya están haciendo mucho absorbiend­o casi el 50% de las emisiones de CO2 humanas. Pero la naturaleza no puede hacerlo todo», resumió Ana María Hernández Salgar, presidenta de IPBES, en la presentaci­ón del informe.

Los fondos de la UE pueden condiciona­r las políticas a un uso sostenible de los recursos

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Pantanal brasileño, afectado por la sequía
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Chimeneas de un complejo industrial, expulsando humo.

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