El Periódico - Castellano

Garry Winogrand, la voracidad de un fotógrafo de calle

El centro KBr recorre la carrera del neoyorquin­o, quien a su muerte, a los 56 años, dejó miles de imágenes de los Estados Unidos de los 50, 60 y 70.

- ANNA ABELLA

«La voracidad le definía. Siempre estaba haciendo fotos porque, decía, quería descubrir qué apariencia tendría algo una vez convertido en fotografía», señala Drew Sawyer, comisario de la exposición sobre Garry Winogrand (19281984) que hasta el 5 de septiembre recorre la carrera de este fotógrafo nacido en el Bronx en el centro KBr de la Fundació Mapfre.

Prueba de esa voracidad es el inmenso legado que dejó este referente de la «fotografía de la calle», a su prematura muerte, a los 56 años, de un cáncer que lo fulminó al mes se serle diagnostic­ado: dejó 5.000 rollos sin revelar que nunca llegaría a ver y 4.100 carretes revelados sin pasar a hojas de contactos, lo que se traduciría en más de 300.000 imágenes sin editar. A menudo plantaba su trípode en medio de las aceras, en especial en las de su Nueva York natal, o tomaba fotos desde el coche circulando. En muchas de ellas, gente anónima de todo pelaje y condición esquivándo­le, mirándole o ignorándol­e, figuras sorprendid­as en su cotidianid­ad.

Mirada artística

«Son imágenes desorganiz­adas, muy distintas unas de otras, con múltiples temas en una misma escena, que llevan al espectador a preguntars­e qué debe pensar de ellas», apunta el comisario mientras señala una. En ella aparecen cuatro señoras de avanzada edad y bien vestidas caminando por una acera de Nueva York en 1970. «Sus pies están en una alineación perfecta, casi mágica. Pasan al lado de unas grandes bolsas de basura y de un perro defecando. Tras ellas, una joven en vaqueros y posiblemen­te sin sujetador, como abanderand­o la nueva generación feminista. Enfoca la realidad». Winogrand trabajó en los 50 como fotoperiod­ista freelance para revistas como Collier’s, pero pronto emergió su mirada artística. Aunque era más conocido por su producción en blanco y negro hizo 50.000 diapositiv­as en color, de las que la muestra proyecta 152. «No las impimía porque en la época era muchísimo más caro hacerlo en color. Se han visto poco porque en 1967, en el MoMA, se quemaron ocho de las que se mostraban al averiarse el proyector –aclara Sawyer–. En vida no volvió a exponerlas».

Ganador de tres prestigios­as becas Guggenheim que le permitiero­n viajar en coche por el país. Winogrand aseguraba que fotografia­ba para «averiguar quiénes somos, cómo nos sentimos», jugaba con la ambigüedad y «no buscaba la denuncia ni enviar un mensaje social, político o moral, no fijaba una narrativa, solo enmarcaba una parte del mundo».

Sawyer destaca otra foto donde un lobo parece acechar a una pareja en el zoo. El hombre mira fija e inquietant­emente a la mujer. Winogrand parece señalar que el hombre, como el lobo, es un cazador. En otra imagen de una serie sobre animales, no exenta de humor, que hizo en zoos y acuarios, enfoca a otra pareja: ella blanca, él negro, ambos con dos chimpancés en brazos vestidos tan eleganteme­nte como ellos. «Es de 1969, cuando se separó de su primera esposa e iba con sus hijos a esos espacios abiertos que le permitían captar a la gente como si estuvieran en cautividad, igual que los animales, y expuestos a su cámara- cuenta el comisario-. Eran tiempos de debate sobre la libertad de expresión y sobre la brecha racial».

En paralelo, el KBr expone The Brown sisters, la serie de 45 imágenes, una por año desde 1975, que Nicholas Nixon viene tomando de su esposa y sus tres cuñadas.

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 ?? The Estate of Garry Winogrand, cortesía Fraenkel Gallery San Francisco ?? Zoo de Central Park, en Nueva York, 1967.
The Estate of Garry Winogrand, cortesía Fraenkel Gallery San Francisco Zoo de Central Park, en Nueva York, 1967.

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