‘La bohème’, de París a la ‘banlieue’
El estreno del montaje de la ópera de Puccini dirigida por el audaz Àlex Ollé es la primera de sus tres óperas como artista residente en el Liceu. A la potencia furera en el escenario se sumará su trabajo en el Consell Artístic.
Àlex Ollé, reconocido codirector de La versión de La bohème ambientada en una de esas zonas de torres de pisos baratos que abundan en las afueras de las grandes capitales, se estrenó en el Reggio de Turín en 2016 con motivo del 120º aniversario de la obra, que vio la luz en aquel mismo escenario en 1896 con Arturo Toscanini en el foso. El montaje se representó también en Edimburgo y Roma. «Este estreno en Barcelona de ‘La bohème es especial porque es mi primer trabajo como artista residente», comenta el artista vía Zoom desde Japón, donde sigue los ensayos a distancia pues ha tenido que dejar la producción en manos de Susana Gómez para poder cumplir la obligatoria cuarentena que impone el país nipón a los recién llegados.
Aunque en el Liceu estrenó óperas como Le grand macabre de Ligeti, donde destacaba en escena una enorme figura humana de siete toneladas, y Quartett, de Luca Francesconi, con los intérpretes encima de una plataforma suspendida en el aire, el título de repertorio con el que debuta como artista residente es un montaje muy diferente. «Hay óperas que permiten hacer muchos juegos y crear otros mundos pero no esta porque, como decía Puccini, es una obra que habla de las pequeñas cosas de la vida».
Juventud y miseria
«Es muy espectacular y potente pero no es rompedora porque esta pieza no lo pide. Hay muchos libretos que se prestan a un tratamiento más simbólico, onírico o abstracto. Este no. El protagonismo es el día a día, lo cotidiano, la relación de unos chicos jóvenes y la de Rodolfo y Mimí…». Ollé acerca la obra a la época actual. En lugar de colocarla en el barrio latino de París, donde los artistas bohemios difícilmente podrían vivir con los pre
cios actuales, Ollé sitúa la acción en una banlieu parisina. Pero podría ser el extrarradio de cualquier gran ciudad. «La gente que no tiene pasta se va a la periferia, zonas donde hay un caldo de cultivo importante, un movimiento cultural auténtico como he podido ver en Londres, París y Shangái», señala Ollé acerca de este Puccini con referentes claros para el público de hoy, sobre todo para los jóvenes, que es uno de los objetivos de un Liceu con ganas de seguir bajando la media de edad de los espectadores, que actualmente es de 55 años.
De esta forma La Fura dels Baus, una de las compañías catalanas que revolucionaron tanto la escena como lo que serían las suecesiva ceremonias olímpicas tras sorprender en la inauguración de Barcelona 92 en el Estadi Olímpic, se estrena esta noche en el Liceu como artista residente. Este es el primer montaje de cuatro, dos creaciones estrenadas en el extranjero y nunca vistas en España, más una nueva producción que montará el año que viene y que permitirá conocer mucho mejor el trabajo de este solicitado creador, ganador del premio de la crítica de Amics del Liceu por su galáctica versión de Tristán e Isolda la temporada 2017-18.
Esta panorámica furera permitirá disfrutar de otras tres obras en los próximos cuatro años, dos impactantes montajes estrenados en el extranjero -el Pelléas et Melisande, de Debussy, y la Norma de Belliniy una nueva producción. Y Ollé no solo presentará estas óperas, también trabajará con los pesos pesados del Liceu, Valentí Oviedo, el director general, Víctor García de Gomar, el director artístico, y Josep Pons, el director musical para conectar la ópera con el público del siglo XXI y potenciar a nuevos creadores catalanes.
Tokio-Barcelona
Joan Ollé actualmente se encuentra en Japón preparando una versión de
Carmen, de Bizet, que traslada la historia al mundo del rock, con una protagonista inspirada en Amy Winehouse y ambientada en el Japón actual. ¿Llegará también al Liceu esta singular propuesta? Todavía es pronto para saberlo. Pero está claro que la versión de Bieito de esta famosa ópera francesa ya está más que amortizada.
El tema de la juventud, que nunca pasa de moda, también es clave en esta bohème protagonizada por una pandilla de amigos artistas. «Más allá de la sublime música de Puccini es fácil identificarse con esta obra porque o eres joven o lo has sido y puedes sintonizar con un grupo de colegas como el de Rodolfo, gente joven que no quiere ninguna responsabilidad y solo piensa en vivir a tope. Solo la muerte de Mimí al final les devuelve a la realidad. Su muerte es también metáfora del fin de esa etapa y de otras cosas que dejas cuando te haces adulto».
Emoción asegurada
Puccini es el rey de la emoción, su música lo dice todo. «A un director de escena se lo pone en bandeja. Basta dejarte llevar por él y no imponer lo que uno quiere. Hay otras óperas donde, a pesar del contexto de la época, tú puedes traducirlo a otra cosa y crear tu propio mundo. Pero con Puccini eso es muy difícil». La clave, como siempre, consiste en transmitir esas emociones a través de intérpretes completos, capaces no solo de cantar divinamente sino de convencer con su interpretación. «Hay que trabajar mucho con los cantantes para que las emociones trasciendan y lleguen al público. Muchas veces no tienes cantantes-actores. Por desgracia, alguien que cante maravillosamente, si no transmite, no logrará emocionar», dice. A lo largo de su carrera, sobre todo al principio, Ollé se ha encontrado con situaciones en las que era imposible llevar al intérprete a su terreno. Ahora es distinto. «Por suerte, esto ha ido cambiando. Además, cuando trabajas con cantantes jóvenes, como ocurre en La bohème, notas que tienen otra cultura interpretativa. Han ido a escuelas a formarse no solo como cantantes, también como intérpretes». explica. Efectivamente, para que la ópera sea ese espectáculo total, como decía Wagner, el director necesita intérpretes totales. ¿Y qué necesita un buen director de escena? «Una capacidad tremenda para orquestar todo lo que ocurre a su alrededor y en escena». En La bohème, aparte de los solistas, hay coro, figurantes, escenógrafos, proyecciones…
En el Liceu Atalla Ayan y Girogio Berrugi se alternan en el rol de Rodolfo y Anita Harting, Maria Teresa Leva y Adriana González en el de Mimí. Pero hay 14 solistas entre los dos repartos para las 13 funciones. El director musical Giampaolo Bisante los capitaneará cada noche desde el foso con la Simfònica del Liceu y el coro del coliseo reforzado con voces del Cor de Cambra del Palau y del Cor infantil Amics de la Unió.
Reiventarse o morir
«Siempre intento alejarme de lo que ya he hecho y reinventarme», dice Ollé. No es de aquellos que repite la misma fórmula. Intenta ser poroso y absorber ideas para proponer enfoques diferentes en cada producción. «Sin ser pretencioso, si a algún director quiero parecerme es a Kubrick. Ha hecho filmes increíbles como La naranja mecánica, El resplandor y Senderos de gloria. Ninguno tiene nada que ver con el otro. No me gustan los directores con un estilo marcado. Considero que la creatividad no puedes enmarcarla: cada obra te lleva a un universo». Hay directores que visto un montaje, visto todos porque siempre hacen lo mismo. En el caso de Ollé cada propuesta que veremos en el Liceu es diferente.