Pasen y vean la casa de los huesos que hablan
El Museu d’Arqueologia de Catalunya (MAC) enseña sus entrañas a este diario en un avance de lo que hará mañana junto a otros 13 centros barceloneses, entre ellos el MNAC, el Macba, el Marítim, el del Disseny, el Born o la Fundació Miró, en una nueva edición de la jornada In Museu.
Tras cruzar la puerta de una habitación del Museu d’Arqueologia de Catalunya (MAC) donde un letrero reza Paleopatología al visitante infiltrado se le va inmediatamente la vista hacia lo que descansa sobre una mesa de autopsias: perfectamente dispuestos, los huesos que forman un esqueleto humano. «Es el de una mujer joven de la época medieval, cuyos restos se han hallado en una excavación de Vilafranca del Penedès, en el antiguo edificio de Cal Pa i Figues», afirma, señalando el tamaño de la pelvis femenina, la doctora en Antropología Núria Armentano, que franquea la entrada de su laboratorio a EL PERIÓDICO igual que lo hará mañana a aquellos curiosos e intrépidos que se hayan apuntado para conocer las bambalinas del MAC, habitualmente vetadas al público, en el marco de la quinta edición del In Museu.
Organizado por el Institut de Cultura de Barcelona, en el In Museu, 14 museos, entre ellos el Macba, el MNAC, el Marítim, el del Disseny, el Born o la Fundació Miró, revelan algunas de sus entrañas, y los conservadores, restauradores, historiadores o archiveros comparten los secretos de su trabajo con los visitantes que previamente deben reservar una de las 1.181 plazas gratuitas ofrecidas en la web barcelona.cat/inmuseu.
«Cuando ves una película de Indiana Jones parece que los tesoros y restos arqueológicos se descubren relucientes y limpios», sonríe bajo la mascarilla Armentano. Nada que ver con la realidad: «Hay mucho trabajo científico tras un hallazgo y lo que encuentras está muy lejos de tener su aspecto original». Como prueba, enseña lo que para el neófito bien podría ser un pedrusco terroso pero no, son restos óseos surgidos de un yacimiento, o el cráneo de la joven de época medieval (entre los siglos XIII y XVI) que hay sobre la mesa, «reconstruido como si fuera un puzle».
Sobre otra zona de trabajo, varias bolsas de plástico transparente contienen lo que parece tierra: son también restos humanos de hace unos 2.500 años, estos incinerados, pendientes de examinar. «Son iberos de época prehistórica y corresponden a adultos porque a los niños los enterraban, no los incineraban», señala la antropóloga, por cuyas manos han pasado para su restauración muchas de las piezas que forman parte de la exposición temporal L’enigma iber, que puede verse ahora en el museo.
Al intruso se le escapa la mirada también a las vitrinas de la pared del fondo, habitadas por una colección de calaveras. Pero Armentano deshace el efecto hipnótico al ilustrar que son «moldes de cráneos de homo sapiens que nos muestran su evolución». Bueno, hay dos que son reales, avisa, y conmovedores: el de un niño pequeño y otro claramente deformado, que, revela, sufría hidrocefalia.
Unas puertas más allá, tras un intrincado pasillo, está el departamento de restauración. En su interior, la conservadora Isabel Moreno muestra un recipiente de cristal con unas piezas oscuras en líquido transparente. Una vez pegadas reconstruirán «un espejo talayótico de bronce, de hace 2.000 años, que al oxidarse ha perdido la capa de plata en la que su dueño podía reflejarse». «Somos médicos del patrimonio, descubrimos las patologías de los objetos, detectamos las causas de su degradación y buscamos formas de frenar la corrosión», explica la científica.
Lo que no se enseña al público son la biblioteca y el almacén, donde se guardan el 95% de los 50.000 objetos de la prehistoria hasta la época medieval que el MAC ha reunido durante un siglo.