Y de repente, empezamos a ganar
El sport bar del resort ha abierto las puertas ya este año, año 1 posvacuna covid. Mascarillas aún, geles hidroalcohólicos y carteles estratégicamente colocados en los rincones y paredes del lugar, junto a los tiradores de cerveza. Todos los ojos en la pantalla, hay partido de Eurocopa. El encendido simultáneo de televisores en bares y hogares en todo el mundo que nos trae imágenes de campos verdes y carreras de jugadores tras una pelota es el pistoletazo de salida de un verano que, ahora sí, esprinta hacia la reconstrucción. Reconstrucción económica, cultural, pero sobre todo emocional.
Tim Sparv es uno de los que corren sobre el terreno de juego y la vida pospandémica. Capitán de la selección de Finlandia, vivió con gran emoción la clasificación de su equipo para la Eurocopa, es la primera vez en la historia que juegan la competición. Atrás quedan décadas mordiendo el polvo en las eliminatorias y viendo desde un televisor cómo las otras selecciones desplegaban su juego en el deporte rey. El día que se clasificaron lo celebraron en una sauna, entre risas y llantos. A la selección le costó mucho encontrar su resiliencia, su fuerza, en una palabra única que tiene el idioma finlandés, su sisu. Pero tras años de derrotas encadenadas, «de repente, empezamos a ganar». Con estas palabras se expresó Sparv en un artículo que ha publicado en la prensa finlandesa. Que la pandemia suspendiera la competición el año pasado fue un jarro de agua fría, un año más que les alejaba de su oportunidad de oro. Tim Sparv tiene 34 años y quedan lejos aquellos 21 con los que empezó en la competición oficial.
Su primer partido en la Eurocopa, contra Dinamarca, sumó 90 minutos a su epopeya, y lo ganaron, pero no pudieron celebrar la victoria. Eriksen, jugador rival que cayó fulminado sobre el terreno de juego, se llevó la foto, el protagonismo, el drama, el titular.
La misma primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, ha dado su apoyo a su selección en las redes sociales con una camiseta de Sparv, aunque podría haberlo hecho con la máscara de un búho, el símbolo de la selección después de un incidente en el estadio, cuando un búho real se plantó en el centro del campo durante un partido. Al retomarse, los finlandeses marcaron un gol que les dio el triunfo y consagró el animal como mascota de buena suerte. El búho anida allí, en el estadio, y el portero de la selección, Hradecky, no se cansa de bromear con lo de los búhos y posa a menudo con caretas del animal.
Hradecky también despuntó por Finlandia ante su eterno rival, Rusia, pese a encajar un 0-1 en el segundo partido. Nuevamente, de su partido quedará un incidente, la grave lesión de un jugador ruso, que se rompió varias vértebras y necesitó hospitalización.
Es difícil no sentir empatía este verano extraño, otro más, por un equipo que sortea incidentes y afronta su estreno en la competición con tanta ilusión cada minuto que mantiene opciones. Quizá sea porque todos somos un poco Finlandia, sudando la camiseta en nuestro equipo, con ganas de dejar atrás la mascarilla y la pesadilla del covid, en esta competición en la que somos unos auténticos novatos.
El visionado de la Eurocopa en todo el mundo es el pistoletazo de salida de un verano que, ahora sí, esprinta hacia la reconstrucción