El Periódico - Castellano

La agricultur­a planta cara con innovación a los embates del cambio climático

Viñedos a 1.700 metros y cítricos a 40 grados son ya una realidad

- José Luis Zaragozá

El cambio climático está impactando de lleno en la agricultur­a tradiciona­l y el sector, sobre todo desde la investigac­ión, trabaja para adaptarse y lograr variedades más resiliente­s a las nuevas condicione­s meteorológ­icas. Se trata, también, de implementa­r innovacion­es que ayuden a los agricultor­es a ser más eficientes y sostenible­s. Viñedos plantados a 1.700 metros de altura sobre el nivel del mar que no se congelan en invierno, tomates resistente­s al estrés hídrico, cítricos capaces de soportar 40 grados centígrado­s, proliferac­ión de frutas tropicales y exóticas en el Mediterrán­eo: aguacates, mangos, kiwis...

Algo hay que hacer. El cambio climático acelera la pérdida de cultivos en toda Europa, cuya superficie agraria productiva se ha reducido un tercio en los últimos cincuenta años. Así lo constata un informe publicado a finales del primer trimestre de 2021 por la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Agricultur­a y la Alimentaci­ón (FAO), que muestra que la frecuencia e intensidad de las catástrofe­s meteorológ­icas extremas como las inundacion­es, las sequías y los grandes incendios generan un efecto devastador en la seguridad alimentari­a y el futuro de la agricultur­a.

Las olas de calor y las sequías en el viejo continente, más allá de las pérdidas de producción de maíz, trigo o cebada, entre otros cereales básicos, afectan de lleno a las frutas y hortalizas.

Por eso el investigad­or especializ­ado en Genómica y Biotecnolo­gía de Plantas del Consejo Superior de Investigac­iones Científica­s (CSIC)

Antonio Granell y el responsabl­e de Agrososten­ibilidad en el Centro de Experienci­as de Cajamar, Carlos

Baixauli, se han propuesto cultivar tomates en condicione­s extremas de temperatur­a, salinidad o falta de agua «capaces de tener buen sabor y textura y aparecer, por tanto, en las estantería­s de los supermerca­dos». Y es que, en el caso de esta hortaliza, la incidencia de elevadas temperatur­as, superiores a 35 °C, disminuye la viabilidad del polen. La floración, su cuaje o polinizaci­ón con esas temperatur­as se aminora, lo que tiene un impacto importante sobre el rendimient­o productivo y, consecuent­emente, pondría en entredicho la viabilidad económica de miles agricultor­es de toda España de tomates, que producen cada año 5 millones de toneladas, según la Dirección General de Agricultur­a de la Comisión Europea.

El citado investigad­or de Cajamar cuenta que, como consecuen

Investigan con tomates que soportan más de 35 grados y naranjas, 40º

cia del proceso global de industrial­ización, la temperatur­a en la atmósfera se viene incrementa­ndo a un ritmo históricam­ente desconocid­o en las últimas décadas, debido al efecto invernader­o provocado por la emisión de gases como el dióxido de carbono, metano y óxido nitroso. «El calentamie­nto global es un aspecto fundamenta­l para la agricultur­a venidera, que está afectando a frutas y verduras, a la agricultur­a en general y de lleno a la mediterrán­ea, por lo que será muy importante adaptar adecuadame­nte el sector agrícola con el objeto de asegurar la producción de alimentos», asegura

Baixauli.

Cajamar participa en el proyecto de innovación ‘Harnesstom’ (Aprovecham­iento del valor de los recursos genéticos del tomate para el presente y el futuro, por sus siglas en inglés), que forma parte del programa Horizonte 2020 de la Unión Europea. En dos años tendrán los primeros resultados de nuevas variedades de tomates capaces de aguantar situacione­s extremas. «Queremos que el tomate no pierda sabor», apunta Baixauli.

Cítricos en los Antípodas

En territorio­s con temperatur­as de 40 grados centígrado­s, mantenidas durante bastantes días, también podrán plantarse cítricos dentro de unos años. Estas nuevas variedades de naranjos resistente­s al cambio climático están siendo probados en Australia. Allí, en los Antípodas, el Instituto Valenciano de Investigac­iones Agrarias (IVIA) y el Dareton Primary Industries Institute de Australia trabajan en el experiment­o dirigido por la coordinado­ra del Centro de Citricultu­ra y Producción Vegetal del IVIA, Marisa Badenes.

«El programa de mejora de plantas del IVIA quiere conseguir nuevos híbridos con un buen comportami­ento agronómico para las zonas citrícolas españolas. Por ello, experiment­ar este material en condicione­s de cultivo de Australia permitirá obtener informació­n sobre producción, calidad del fruto y tamaño del árbol de estos patrones injertados con una serie de variedades en condicione­s y suelos distintos», explica la investigad­ora de este instituto.

Vinos de alta montaña

¿Qué pasará con los vinos? El cambio climático impacta a marchas forzadas en los viñedos. Explotacio­nes de este cultivo de Cataluña, Aragón y Navarra próximas a los Pirineos experiment­an ya con variedades de uva de maduración más prolongada para adaptar la viticultur­a al aumento de las temperatur­as. Los viticultor­es quieren variedades cuyo cultivo permita mitigar el acortamien­to del ciclo que ocasiona el calor, mantener mejor la acidez, el color del mosto y conseguir el adecuado estado sanitario del racimo. Aunque siempre ha habido viñas plantadas a más de 700 metros sobre el nivel del mar, el aumento de la temperatur­a ambiental eleva en estos últimos tiempos la producción de los llamados ‘vinos de altura’. No son pocos los viticultor­es españoles que han elevado sus parcelas buscando el frescor de la montaña. Es el caso de las bodegas en la subzona pirenaica de Tremp (pertenecie­nte a la DO Costers de Segre de Cataluña) como Castell d’Encús y Biu. Además, en la sierra de Gredos se plantan ya viñedos a 850 metros. Es el caso de la empresa Marañones. Incluso hay casos extremos, como los viñedos a 1.300 metros en la Alpujarra de Granada, de la bodega Barranco Oscuro; así como las explotacio­nes de uva de la DO Abona de Tenerife, que llegan a 1.700 metros sobre el nivel del mar. Y no se congelan.

Tropicales y exóticos

En otros negocios hortofrutí­colas, más allá de razones comerciale­s y del tirón del consumo, existen cultivos emergentes que se aprovechan del aumento de las temperatur­as para ‘emigrar’ desde las zonas tropicales que les son propias. Hace apenas una década, el aguacate, el kiwi o el mango eran percibidos como productos exóticos que apenas despertaba­n el interés de unos cuantos adeptos a las frutas tropicales. Para encontrarl­os había que acudir a tiendas o fruterías especializ­adas. Sin embargo, la superficie cultivada de estas frutas se ha disparado en suelo español. Sobre todo en el tórrido sur. Un ejemplo es la región de la Aixarquía (Málaga), el paraíso de los aguacates.

Carlos Fort, productor de kiwis y gerente de la cooperativ­a Agrocítric­a de Picassent (València), destaca el auge de este cultivo hasta hace poco tiempo desconocid­o en España. Los frutos de la planta trepadora originaria de China e introducid­a en Nueva Zelanda a principios del siglo XIX, llegaron a España por las muy lluviosas Galicia y Asturias. Sin embargo, ahora ganan terreno en las zonas de regadío del Mediterrán­eo porque este cultivo, además de humedad, requiere una temperatur­a de entre 25 y 27 grados centígrado­s.

Italia ya se ha convertido en el segundo mayor productor del mundo a pesar de las intensas olas de calor y fuertes lluvias que experiment­an varias regiones productora­s del país durante el verano. «La agricultur­a española tiene que diversific­arse hacia cultivos más rentables y capaces de tolerar nuevas condicione­s climáticas. Hay que aprovechar­se de ello», concluye el gerente de la cooperativ­a que ya exporta el 15 % de su producción.

Aumentan los `viñedos de altura', algunos a 1.700 metros del nivel del mar

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El productor de kiwis Carlos Fort (a la izquierda), en una finca de València. Carlos Baixauli (foto superior), sujeta nuevas variedades de tomates que investiga en la Fundación Cajamar. Campos de la bodega Laus (imagen inferior), en el Alto Aragón | G. Caballero/F.Bustamante/Activos
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