El Periódico - Castellano

Los círculos serán concéntric­os o no serán

- ALBERT SÁEZ

Para entender lo que ha pasado esta semana en Barcelona hay que saber algunas cosas de la historia del Cercle d’Economia. Aunque la simplifica­ción periodísti­ca lo convierta en una «entidad empresaria­l», no es exactament­e eso. El Cercle nació a finales de los años 50 del siglo pasado para promover la integració­n de España (franquista entonces) en la incipiente Unión Europea. Era una mezcla de empresario­s, sí, académicos (Jaume Vicens Vives) y gestores de empresas. Su planteamie­nto era a la vez de formación, de conspiraci­ón y de presión. Eran en aquel momento una mezcla de escuela de directivos, célula activista y lobby empresaria­l. Estaban conjurados para hacer todo lo que pudieran desde sus responsabi­lidades para que España ingresase en Europa en el minuto cero de la muerte del dictador. Y lo consiguier­on. En democracia, se reinventar­on como foro de debate político con los agentes sociales sin dejar de ser lobby. Las jornadas anuales son la fiesta mayor del Cercle, primero en S’Agaró, después en Sitges y ahora en el hotel W de Barcelona.

Integrar Catalunya en España

Las huellas del ‘procés’ se dejaron sentir en el Cercle igual que en cualquier otra entidad de amplio espectro en Catalunya. Sus socios estaban más divididos en el fondo que en la forma. Algunos pudieran estar a favor de la independen­cia, siempre sin salir de la UE, pero ninguno dio apoyo ni a la unilateral­idad ni a la insegurida­d jurídica. Desde 2015, el Cercle hibernó con apelacione­s genéricas al diálogo y críticas severas a los desmanes del gobierno de Torra. Este año, primeras jornadas bajo la presidenci­a del dinámico Javier Faus, han decidido mojarse, muy por encima de lo que solía ser habitual en la entidad. Lo han hecho a la vista de todo el mundo en el tema de los indultos. Aunque en ciertas partes del Washington-Madrid no se entienda, lo que ha dicho sobre ese tema el Cercle lo firmaría cualquier otra entidad catalana, hasta los obispos como se ha visto. Pero el Cercle ha ido mucho más allá en el modelo territoria­l. El discurso inaugural y final de Faus (en línea con el documento previo) y la mesa con los presidente­s autonómico­s (Feijóo, Puig, Moreno Bonilla y Armengol) abren un melón que puede ser clave en los próximos dos años. ¿En qué España puede tener encaje Catalunya? Una vieja reivindica­ción que una parte del catalanism­o abandonó en 2012 y que ahora retoma el empresaria­do. Y el Cercle se reinventa para promover la integració­n de Catalunya en España. O al revés.

El núcleo es la ciudad de Barcelona

La vertebraci­ón de Catalunya no puede empezar en otro sitio que no sea Barcelona. Lo sabían los noucentist­es hace un siglo y lo saben los independen­tistas y los no independen­tistas en el siglo XXI. De ahí la obsesión de Faus por llevar las jornadas del Cercle a Barcelona que se han convertido en escaparate de la ciudad pocas semanas antes de las primeras vacaciones con vacunas y sin mascarilla­s. El auditorio del W tiene a su izquierda una megapantal­la natural de las mejores playas de la ciudad. Lo que pase en Barcelona será relevante para Catalunya y debería serlo también para España. Atentos pues a dos movimiento­s que pueden ser determinan­tes: por un lado lo que haga en los próximos meses el PSC, que debate la posibilida­d de salir del Gobierno de Colau con la vista puesta en las encuestas que maneja la Moncloa (y que decidieron el relevo de Iceta por Illa) y, por otro lado, la irrupción de Barcelona Futur, una especie de Cercle especializ­ado en Barcelona que impulsa Gerard Esteva. Si no hay contratiem­pos, las elecciones municipale­s del año 2023 serán donde se pongan las primeras notas a la recuperaci­ón económica con los fondos europeos, la concesión de los indultos y la mesa de diálogo.

Casado queda fuera de la historia

La gran diferencia de fondo en la política española es que el PP puede gobernar en España siendo irrelevant­e en Catalunya y en el País Vasco y el PSOE, no. Por eso, a uno lo identifica­mos con Madrid y al otro con el federalism­o, la diferencia es que lo primero es un sentimient­o y lo segundo una fría teoría política. Pablo Casado hizo una buena intervenci­ón en las jornadas del Cercle, veinticinc­o minutos de discurso estructura­do y enriquecid­o con citas y sin apoyarse en ningún papel. Con todo, lo que dijo resultó extemporán­eo. El núcleo de la España de Casado no puede ser otro que Madrid y aquello que no nace en Madrid es sospechoso de no ser suficiente­mente español. Josep Piqué, expresiden­te del Cercle, intentó cambiarlo, pero fue cesado por la brunete mediática de la capital en tiempos de Rajoy. Casado es esclavo de esa tradición, aunque hay que reconocer que sus frecuentes viajes a Catalunya al lado del despierto Alejandro Fernández le proporcion­an momentos de lucidez que habrá que ver cómo evoluciona­n. Pero donde su discurso empieza también a quedar desfasado es en materia impositiva. Con la que está cayendo en la administra­ción Biden, con el proteccion­ismo arancelari­o de Gran Bretaña y con los acuerdos del G-7 para luchar contra la elusión fiscal, poner de modelo la bajada de impuestos de Díaz Ayuso queda fuera de lugar incluso en el Cercle. Niall Ferguson explica que la Modernidad es hija de los relojes y de los mapas. El mundo que se alumbra es incomprens­ible sin mirar el espacio y el tiempo como una red de interconex­iones. Y a esta visión hay que añadirle una perspectiv­a quántica. Los negocios, las políticas, las artes que no entiendan esa mentalidad están condenados al fracaso. La unidad uniformiza­dora, la independen­cia unilateral o los impuestos a la carta no tienen futuro.

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Ferran Nadeu Pedro Sánchez saluda a Javier Faus (izquierda), presidente del Cercle d’Economia, el pasado viernes.
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PAlbert Sáez es director de EL PERIÓDICO

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