El centro de BCN sigue sin reactivarse
El paulatino regreso del turismo no evita que cientos de persianas sigan bajadas en la ‘zona cero’ de la crisis comercial, en Ciutat Vella. El Born alerta de que el ‘botellón’ y los robos están retrasando la recuperación de la zona.
Quince meses después del inicio de la crisis del coronavirus, un paseo por el centro de Barcelona deja claro hasta qué punto la ciudad late a dos velocidades. Una parte de ese meollo (en el Eixample) así como la gran mayoría de los barrios no turísticos han recuperado sus pulsaciones, mientras que la zona cero -el Gòtic y el Born- tiene aún en mínimos sus constantes vitales. La progresiva recuperación del turismo no ha animado aún a a volver a la actividad a muchos operadores que cerraron temporal o definitivamente. Como resultado, distintas calles icónicas ofrecen el mismo paisaje de derrota que hace un año. Solamente en la de Ferran siguen clausurados 35 negocios. La repercusión de la pandemia ha sido desde el minuto uno del confinamiento mucho más grave para la actividad comercial de Ciutat Vella que para cualquier otra zona de la ciudad. Se han evidenciado las consecuencias de la desertización vecinal de algunas zonas y de la excesiva apuesta por el filón turístico.
Pero lo que parecía una mina infalible se ha convertido, temporalmente, en un agujero negro. Las entidades comerciales de los dos barrios más afectados estiman todavía que al menos un tercio de su oferta sigue cerrada. A veces, los empresarios están «a la espera» porque les resulta mejor resistir cerrados que asumir pérdidas por los cuatro costados. En otras ocasiones han tirado la toalla definitivamente, sin que de momento haya apenas relevos, ni sensación de que la purga sea para mejor, se teme Fermín Villar, presidente de Amics de la Rambla.
En este eje, que estos días luce más animado tras meses en blanco, calcula que el 60% de negocios están ahora abiertos, con puntas hasta el 70% de fin de semana. La recorren, posiblemente empatados, barceloneses y los pocos turistas que van llegando. Pero el flujo no alcanza para nutrir todas las calles y callecitas del centro que se desparraman hace el Gòtic. «El problema es que a los residentes de la ciudad les cuesta venir a gastar en restauración en el centro, se quedan por el Eixample o junto a las playas», opina. El retrato de este verano preocupa en Barna Centre, la meca local del shopping que se expande desde el Portal de l’Àngel, donde desearían que el reset pospandemia sea una oportunidad para devolver la mixtura de oferta y de compradores en el centro. Hay mucho miedo a que tras el verano muchas tiendas ahora abiertas y pendientes del turismo estival acaben cerrando.
Problema previo
Reformular el modelo parece una urgencia, cuando antes para muchos no lo era, pensarán muchos. Pero Teresa Llordés, al timón de la entidad, recuerda que ya dieron la alarma con su último estudio de afluencia, donde se detectaba una peligrosa evolución hacia el monocultivo turístico de la oferta y la demanda, mientras que los autóctonos parecían desfilar solo de paso por el eje. Pocos se paraban a
comprar o a comer en la zona. Ahora es más evidente que nunca la necesidad de dotar a la zona de nueva actividad (no vinculada al visitante), coincide en el diagnóstico la concejala de Comercio, Montse Ballarín, poniendo de ejemplo el edificio de Correos, para el que se proyectan usos variados que van de las industrias tecnológicas a los coworkings. Mientras tanto, las persianas bajadas en silencio o las que gritan gráficamente que están en traspaso o alquiler se cuentan por cientos en estos dos barrios, mucho más afectados y dependientes del visitante que su vecino Raval. En Ferran hay muchas más defunciones que tiendas abiertas (sobre todo por el peso de la hostelería y los bares enfocados al viajero) y rechazo de los comerciantes a la próxima instalación de carriles bici que temen que se conviertan en un corredor de riders con comida a domicilio. La situación apenas mejora al otro lado de Sant Jaume. En Jaume I esta semana eran 17 los negocios en desuso. Incluso en Portaferrissa hay una decena de locales inactivos. Por no hablar de algunas estrechas calles que cruzan a estas arterias, en muchos casos fantasmagóricas porque ya arrastraban fracasos antes de la irrupción del coronavirus. Solo muestran cierta normalidad un puñado de calles más próximas a la plaza de Catalunya.
Al otro lado de Via Laietana el balance de bajas es parejo. Pocos cierres en Argenteria o el paseo del Born, pero incontables a lo largo de otras muchas calles, desde Flassaders a Sombrerers o Vidrieria, sin olvidar el sufrimiento de Princesa. «Hay pocos turistas y los que hay vienen a beber, no a gastar», dice el dependiente de una tienda de moda. Para Juan Carlos Arriaga, presidente de Born Comerç, esa es el remate al año negro. De unas trescientas tiendas del Born central, hay casi un centenar cerradas en este momento, «pero aunque algunos operadores querrían aprovechar para venir, tienen miedo de la mala imagen del barrio que están dando los continuos botellones y la inseguridad», dice. Y habla de tres robos violentos en apenas 12 horas el otro día, entre hurtos y tirones de bolsos cotidianos, tal y como denunció también hace unos días la asociación del paseo de Gràcia.
Otras amenazas
El colectivo reivindica más mano dura para frenar las concentraciones espontáneas para consumir alcohol en la calle que se producen cada fin de semana. Como Villar, teme que se convierta en un fenómeno enquistado, en un distrito que ya sufre hace años la presión del viajero low cost. Pese a todo, Gabriel Jené, presidente de Barcelona Oberta (que aglutina a los ejes comerciales más céntricos) mantiene que las campañas de promoción internacional en marcha y el esfuerzo para captar al viajero aspiracional, que viene atraído por la agenda cultural, la buena gastronomía, el deporte o los viajes de negocios acabarán dando fruto en forma de un turista de más calidad. El peaje de este verano será encajar a visitantes seducidos (de momento) por los precios de derribo de la hotelería para reanimar la demanda. «Van abriendo hoteles (este viernes eran ya 185, que representan un 42,2%) pero la ocupación es aún baja y apenas se nota el efecto en el comercio del centro», evalúan desde Barna Centre.
Todos los representantes del sector coinciden en que la pandemia era imprevisible y ha devastado los epicentros de muchos destinos turísticos. «Eso no se pudo evitar», asume Jené. Por contra, «sí se pueden controlar otros aspectos como las políticas municipales de movilidad», que a juicio de todos está perjudicando al corazón de la ciudad. Aprueban la pacificación, pero no «complicar tanto el acceso» a los muchos compradores que llegaban de otros municipios. Todos sostienen que cerrar de nuevo al tráfico este verano la Via Laietana durante los fines de semana sería letal para su actividad.