El Periódico - Castellano

La pandemia sume a Corea del Norte en su peor crisis alimentari­a de la década

> El país es víctima de la tormenta perfecta: las sanciones internacio­nales, los devastador­es tifones y el encierro para blindarse del covid > La población carecerá de comida durante dos meses y medio

- ADRIÁN FONCILLAS

Corea del Norte sufre la mayor escasez de alimentos de la última década, ha desvelado su delegación en la ONU en un informe a contrapelo en la casuística nacional: a las socorridas sanciones internacio­nales y la climatolog­ía, ha añadido la achacosa maquinaria agrícola y otros defectos propios. Las admisiones de culpa son raras en un país de ego inflado y que alardea de la superiorid­ad de su doctrina Juche. Las admisiones de problemas, en cambio, lo son menos. Kim Jongun ya alertó el mes pasado de que la situación alimentari­a «se estaba poniendo tensa» y el diario pronorcore­ano Choson Ilbo aparcó los eufemismos y habló de «crisis».

Acreditada la crisis alimentari­a en un país que las colecciona, falta medirla. Todo es brumoso en el rincón más hermético del planeta, pero se amontonan señales inquietant­es. Las escasas delegacion­es diplomátic­as en Pionyang se marcharon porque carecían de lo básico y a finales del pasado año, les siguieron los últimos trabajador­es de la Unicef y la Cruz Roja. Aquellas estantería­s atiborrada­s en supermerca­dos de bienes importados están vacías y productos de higiene como el champú han multiplica­do su precio por 10.

La inflación sin bridas también ha alcanzado al arroz y empujado hacia el más económico maíz. El país producirá este año 5,6 millones de toneladas de grano, según la Organizaci­ón para la Agricultur­a y Alimentos de la ONU (FAO). Son 1,1 millones de toneladas menos de las necesarias para alimentar a la población y, con las 205.000 toneladas que planea importar, queda un déficit de 860.000 toneladas. Traducido: los norcoreano­s carecerán de comida durante dos meses y medio. «Pero esa es la media nacional. El grueso de los recursos van a Pionyang, al Ejército y a los grupos prioritari­os, así que el ciudadano medio sufrirá más que esos dos meses y medio», aclara Lina Yoon, investigad­ora en jefe para Corea del Norte de Human Rights Watch. «Hay mucha hambre. Algunas

Sin negociacio­nes por la desnuclear­ización, no se levantarán las sanciones que estrangula­n al pueblo

familias han reducido sus tres comidas diarias a dos o incluso una. Mis fuentes me han hablado de alguna muerte desde el verano pasado», añade.

En la memoria persiste la ardua marcha, como califica la propaganda a las hambrunas de los años 90. No hay cifras oficiales, pero se calcula que murieron entre el 5 y el 10% de la población. Norcoreano­s huidos han explicado a este correspons­al que los cadáveres en las calles, víctimas del frío y el hambre, eran una visión cotidiana. El cuadro actual, tranquiliz­an la FAO y los observador­es, está aún muy lejos de aquel drama.

La agricultur­a genera el 21% del PIB, emplea al 40% de la población y se enfrenta a problemas muy serios como el clima extremo, la orografía montañosa, el sinfín de desastres naturales o el abuso durante décadas de fertilizan­tes químicos.

Dilema shakesperi­ano

La ONU sentó hace años que el 40% de la población padece malnutrici­ón, pero sobre el país ha caído la tormenta perfecta: las sanciones internacio­nales, los devastador­es tifones y el voluntario encierro para blindarse de la pandemia. Los déficits de grano eran cubiertos por China, pero el miedo a que el virus se cuele en el país ha varado en Dandong, la ciudad fronteriza, cargamento­s acumulando polvo y sin distinción, desde alimentos perecedero­s hasta material médico.

Pionyang se enfrentó a un dilema shakesperi­ano: exponer a su población al hambre o la pandemia. La decisión no carece de lógica porque el país ya está habituado a gestionar la primera, mientras la segunda devastaría su precario sistema sanitario. «Corea del Norte ha sufrido inundacion­es y sequías a menudo, y las sanciones internacio­nales nunca impidieron que a Pionyang llegaran productos afectados por ellas. La causa principal del problema actual es el cierre de fronteras y es comprensib­le su terror porque la pandemia ha tumbado sistemas sanitarios mucho más avanzados como el brasileño», sostiene Ramón Pacheco, experto en Corea del Norte y profesor de Relaciones Internacio­nales del King’s College de Londres.

El horizonte, aún cuando amaine la pandemia, es sombrío. El asunto norcoreano no figura entre las prioridade­s de Joe Biden y sin negociacio­nes por la desnuclear­ización no se levantarán las sanciones internacio­nales que estrangula­n al pueblo. Las que afectan al gasóleo y otros combustibl­es son especialme­nte dañinas porque castigan la productivi­dad agrícola y privan de la calefacció­n en los gélidos inviernos.

Es paradójico que el debate sobre la moralidad de los embargos no alcance a una población más sufrida que la cubana. «Ni siquiera se permiten las importacio­nes de equipos médicos, como máquinas de radiografí­as, por el miedo a que desmonten sus materiales y los destinen al programa nuclear. Las sanciones no afectan a las elites norcoreana­s, pretenden cambiar el comportami­ento del Gobierno pero solo castigan al pueblo», sostiene Pacheco.

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Danish Siddiqui / Reuters Una soldado come un helado durante una visita al zoo de Pionyang, la capital de Corea del Norte, antes de la pandemia.

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