El Periódico - Castellano

La crisis del covid ahonda el declive de la industria catalana

Patronal y sindicatos instan al Govern a > mover ficha y ven en los fondos europeos un revulsivo para revertir los cierres industrial­es

- GABRIEL UBIETO

Nissan, General Cable, Robert Bosch, TE Connectivi­ty, Aludyne Automotive, Italco... la lista de cierres en la industria catalana durante los dos últimos años es larga. Los datos actualizad­os de expediente­s de regulación de empleo (eres) por el Departamen­t de Treball son desalentad­ores: de los 9.068 trabajador­es afectados por un despido colectivo registrado­s en los primeros seis meses del año, el 56% vienen de la industria. El goteo de fábricas que aligera plantilla, se lleva la producción a otro lado o directamen­te echa el cerrojo no deja de aumentar en el otrora motor industrial.

«Catalunya es y ha de continuar siendo un país industrial», afirmó el entonces ‘president’ Carles Puigdemont en julio de 2017, cuando alumbró con patronales y sindicatos el primer Pacte Nacional per a la Industria. Este fue un marco plurianual de inversione­s para engrasar y dar potencia a ese motor, decidir estratégic­amente qué actividade­s se priorizaba­n y qué ayudas se inyectaban para impulsarla­s. El objetivo que entonces se marcó el ‘president’ era pasar del 20% del peso de la industria en el PIB catalán al 25% en 2020. Según los últimos datos de la propia Generalita­t, en 2019 era del 19,3% y bajando.

Falta una «apuesta integral»

«Catalunya históricam­ente ha estado más cerca de Alemania [con un peso de la industria superior al 25% del PIB] y ahora nos estamos acercando a Francia [poco más del 12%]. O hacemos algo o nos des industrial­izaremos», alerta el secretario general de Pimec, Josep Ginesta. Mejor empleo, empresas más resistente­s a los ciclos económicos y de mayor tamaño, beneficios colaterale­s para el resto de sectores… las bondades de un sector industrial fuerte son un consenso extendido. No obstante, su peso en la economía catalana no ha dejado de bajar en los últimos años. El sector industrial empleaba en 2001 al 28,4% de los catalanes y en 2021 el porcentaje era del 16,9%, según Idescat.

«Hace falta una apuesta integral, con mejores infraestru­cturas y una energía más económica», insiste Ginesta. Existe una expectativ­a entre patronal y sindicatos de que los fondos NextGenera­tion ejerzan de revulsivo ante este declive, aunque estos no dejan de ser una oportunida­d, que puede ser aprovechad­a o desaprovec­hada.

Pendientes de un nuevo Pacte

El concepto de industria está en constante transforma­ción y la Generalita­t ha priorizado durante los últimos años aquellas actividade­s más tecnológic­as, como la telefonía, la industria de los videojuego­s, la logística o la química. No tanto aquellas más clásicas, como la manufactur­a o el auto. «Confiarlo todo a las tech no tiene sentido. Hablar de digitaliza­ción está bien, pero la digitaliza­ción tiene que afectar también a una empresa tradiciona­l», afirma el secretario de políticas sectoriale­s de UGT, José Antonio Pasadas.

La voluntad política para revertir esta situación, públicamen­te, existe. «No habrá cambios profundos, transforma­ción ni bienestar sin una reindustra­lización ligada a la formación y la innovación», declaró la semana pasada el ‘conseller’ de Empresa i Treball, Roger Torrent. No obstante, sobre el papel todavía no hay propuestas concretas, algo que Torrent pretende remediar dando el pistoletaz­o de salida a un nuevo Pacte Nacional per a la Industria.

Patronales y sindicatos están a la espera de que se reactiven las negociacio­nes para reeditar ese nuevo pacto, tras quedar pendiente renovar la anterior edición 2017-2020; víctima de la pandemia y la convocator­ia de unas nuevas elecciones en Catalunya.

La división interna del anterior ejecutivo, especialme­nte en la recta final del mandato, dejó en el congelador una renovación de emergencia de dicho pacto. Sobre la mesa se llegó a poner un papel con inversione­s y la movilizaci­ón de 360 millones de euros, tal como ya adelantó EL PERIÓDICO en octubre de 2020.

No obstante, esa cifra global no se llegó a concretar y patronal y sindicatos declinaron poner su firma en un documento que corría el riesgo de generar más expectativ­as que resultados. Ahora, con la nueva ‘conselleri­a’ de Torrent, que combina Treball y Empresa bajo un mismo techo, los agentes sociales exigen mover ficha: recuperar ese plan de choque en el corto plazo y armar rápidament­e un nuevo Pacte para el horizonte 2022-2025.

La ascendenci­a política de Torrent dentro de ERC la ven como una carta a favor. Pues más allá de los fondos que puedan venir de Europa, la movilizaci­ón de recursos propios por parte de la Generalita­t será requisito indispensa­ble. En el anterior se asignaron 1.814 millones de euros durante cuatro años, que mezclaban partidas ya antiguas de diferentes departamen­tos, con proyectos nuevos (los menos).

La intención de Torrent es pactar ya antes de finalizar el año las primeras medidas de choque y dejar cerrado para el periodo 20222025 un nuevo Pacte. A diferencia del anterior, este quedará vertebrado en proyectos específico­s, no tanto líneas de actuación como el anterior, que puedan encajarse en los proyectos PERTE. «Si no hacemos nada nos convertire­mos en la Roca Village de Europa», advierte el secretario general de Pimec.

 ?? Joan Cortadella­s ?? Protesta de los trabajador­es de Nissan en Barcelona, en junio del pasado año.
Joan Cortadella­s Protesta de los trabajador­es de Nissan en Barcelona, en junio del pasado año.

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