Vuelve el Atlántico
Con el desarrollo acelerado de la globalización, el bloque político y comercial articulado a ambos lados del Atlántico ha dejado de ser el centro indiscutible del mundo. La incorporación de Asia al libre comercio mundial ha ido desplazando las miradas y los flujos económicos hacia los países del Pacífico, siendo tal su desarrollo que, incluso, se llega a poner a China como modelo para responder a los desafíos políticos y sociales del siglo XXI. A ello también contribuye el languidecer de las democracias occidentales, golpeadas por una tremenda crisis económica que se llevó por delante sus tradicionales equilibrios políticos y sociales.
Una dinámica que parecía irreversible si bien, desde hace unos meses, el espíritu atlántico parece recobrar vida. Así, la reforzada UE y la nueva administración Biden pretenden liderar la respuesta a los enormes retos de una economía global, que requiere ser conducida, y de un medio ambiente que responde amenazante al crecimiento descontrolado de las últimas décadas. Se trata de recuperar la mejor tradición atlántica para gobernar este momento tan complejo. En este sentido cabe entender pasos tan trascendentales como el liderazgo de EEUU en la implantación de un impuesto mínimo de sociedades global y la lucha contra los paraísos fiscales, o el reafirmado compromiso europeo contra el cambio climático y la regulación de los grandes monopolios tecnológicos. Unos EEUU que han acabado con la pesadilla de los años Trump y una UE que ha ganado cohesión con las dos últimas crisis: la financiera de 2008 facilitó la consolidación de un verdadero BCE, mientras la pandemia ha supuesto la emisión de deuda mancomunada para el fondo Next Generation. Si fortalecemos esta tendencia y los populismos van perdiendo fuerza, quizás el Atlántico no volverá a ser el centro del mundo, pero sí el mayor espacio de libertad y bienestar compartido. Que no es poco.