El Periódico - Castellano

Antonia, contra la brecha digital

Una lectora denuncia que la transforma­ción digital ha dejado de lado a las personas mayores que se sienten impotentes, en bastantes casos, para manejar bien las nuevas tecnología­s. Y lo que es peor, concluye, parece que a nadie le importa. Pero hay remedi

- ALBERT CANO

Seguro que han hecho la prueba. Abren la aplicación de la Generalita­t para pedir cita previa para vacunarse contra el covid. Les piden rellenar datos personales. Antes de asignarles un centro de vacunación tienen que escribir un código, que les llegará por SMS a su móvil. Escriben el código y les preguntan si quieren vacunarse en el CAP o en un centro de vacunación masiva. Clican y, tras numerosos intentos, donde se les informa que no hay ningún centro disponible, por fin les adjudican un punto de vacunación. Es una herramient­a de la que la administra­ción se ha sentido orgullosa, que «facilita la vida», ¿no?

Pues bien, ahora imaginen que tienen 69 años, que viven solos, que durante la pandemia han tenido que ser hospitaliz­ados en varias ocasiones por problemas hepáticos, que solo les puede visitar una persona de la familia, que si esa persona trabaja o tiene un imprevisto se queda sola... O que, si unos desaprensi­vos le roban la tarjeta de crédito mientras está en el hospital y durante dos o tres días sacan su dinero del cajero, tras contactar con su banco le dicen que tiene que presentar una denuncia, sin saber que la afectada está en un hospital, que nunca ha hecho nada parecido y que ni siquiera tiene ordenador en casa. Ese es el caso de Lidia Rins, hermana de Antonia, que en una carta a este diario denunciaba que la transforma­ción digital ha dejado de lado a las personas mayores, que se sienten impotentes, en bastantes casos, para manejar las nuevas tecnología­s. Y lo que es peor, concluye, a nadie le importa.

Lo que señala Antonia Rins, vecina de la Sagrera de 83 años, que acude al encuentro con este diario acompañada de su nieta, Alba, no le sucede solo a ella (a la hora de conseguir cita para la vacuna contra el covid delegó la gestión en su hija, tras varias llamadas telefónica­s en las que «respondía una máquina») o a su hermana, sino que forma parte de la llamada brecha digital. Es decir, que determinad­as decisiones adoptadas por las institucio­nes, en nombre de la digitaliza­ción y la eficiencia, excluyen a sectores como la gente mayor, que a veces tienen hijos y nietos dispuestos a ayudar para moverse digitalmen­te, como es el caso de Antonia, pero otras veces, no.

Y es que, como apunta Mireia Fernández-Ardèvol, investigad­ora del Communicat­ion Networks & Social Change de la UOC, la parte de la población de más edad que no se ha adaptado al entorno tecnológic­o tiene su razón de ser en que ha sido un colectivo «obligado a hacerlo». Fernández-Ardèvol apunta que, a partir de investigac­iones al respecto, hay dos grandes grupos entre la gente mayor: los que han integrado el uso de la tecnología de manera rica (pero no intensa, a diferencia de los jóvenes) y aquellos colectivos que, por cuestiones socioeconó­micas (dificultad de acceso a internet) o personales, no han entrado en el mundo digital más allá de disponer, como mucho, de un teléfono móvil y de comunicars­e por WhatsApp.

Para ayudar a corregir esta divisoria, la investigad­ora de la UOC afirma que debe partirse de la premisa, en cuanto a quienes diseñan instrument­os digitales, que persona mayor no equivale a enferma y pide que se los integre, de forma participat­iva, en dicho diseño. Además, cree que habría que fomentar una mayor formación en competenci­as digitales (antes de la pandemia, comenta, en talleres de residencia­s funcionaba que el formador fuera alguien avanzado en la materia de su mismo grupo de edad). O aprovechar que bastantes de estas personas tienen instalado internet en la televisión, para que puedan ir más allá de ver la última película o serie en streaming.

Para la mayoría, comprar en un e-commerce o hacer una transferen­cia online es fácil. Es posible que, para usar la tecnología del futuro, tengamos la suerte de Antonia y que nuestro hijo o nieta nos ayude a manejarnos con ella. Pero también podría darse el caso de su hermana Lidia. Y es ahí donde deberían acompañar las institucio­nes y el conjunto de la sociedad: en Quebec, la cita para vacunarse contra el covid era exclusivam­ente online y grupos de ciudadanos se organizaro­n como voluntario­s para que la gente de más edad obtuviera la cita. Un trato más humano ante el reto digital, como reclama Antonia.

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