El Periódico - Castellano

Una crisis sin explicar

Con el varapalo del 4M pudo empezar a gestarse el ocaso de la estrategia del PSOE

- Luis Sánchez-Merlo es abogado y economista.

Una pandemia que no cede, la crisis económica visible y el dilema catalán están en la base del formidable desgaste del Gobierno, si bien no explica del todo lo que puede haber llevado al presidente del Gobierno a remodelar el Gabinete en la forma que lo ha hecho y sobre el fondo que no ha explicado.

Situar en torno al 4 de mayo el kilómetro cero de un vuelco en el tablero político podría ser aventurado, pero podría disipar dudas sobre decisiones recientes. Así, el descarte de la combativa VP primera; del número 3 del PSOE, leal al mando y comprometi­do costalero para asuntos de los que nadie se quiere ocupar. Y la depuración del ocurrente director del Gabinete de la Presidenci­a, siempre andando por encima del agua.

El espinoso momento político, agravado por la amarga derrota en Madrid, tiene que ver con un desgaste acumulado en el Gobierno de coalición cuyos ministros, del socio minoritari­o, han salido indemnes de la remodelaci­ón, evidencia de que no hay una sola pauta.

Sin obviar la tibia relación con EEUU (evidenciad­a en un pasillo de la OTAN), ni las invasiones de tanteo (objetadas esta vez por la UE) de Marruecos, ese amigo tan cercano como incómodo, que responde de esta manera a la política de apaciguami­ento española.

Las mociones de censura; ideadas para ser encadenada­s en feudos populares, con apoyo de C’s (Murcia, Madrid, Castilla-León), se saldaron con fracaso orgánico múltiple y desperfect­os en la vajilla.

La estrategia de los depuestos perseguía como objetivos: el reajuste del escorado posicionam­iento, fruto del tratado de amistad con Iglesias; el cambio del color en los Gobiernos regionales y sacudir la modorra a los desvalidos, tras la esplendent­e victoria catalana y el derrumbe de su fundador.

Con el varapalo del 4-M pudo empezar a gestarse el ocaso de la estrategia, las tácticas, los mensajes y la cohetería que empedraron la derrota, cocinadas en la Moncloa, mientras se dejaba de lado Ferraz, lo que ahora, buscando la reconcilia­ción, se trata de enmendar.

El contagio murciano se encaminaba a la siguiente estación, Madrid, cuando, la vituperada presidenta regional, con reflejos propios y ayuda profesiona­l de un antecesor, activó la disolución de la Asamblea y la convocator­ia de elecciones.

En la campaña electoral descarriló el libreto y el contrincan­te de la candidata que buscaba la reelección, pasó a ser, de la noche a la mañana, el presidente del Gobierno, asumiendo riesgos innecesari­os. De los polémicos episodios durante la campaña: balas en sobres, cuchillo ensangrent­ado, no se supo más.

Entre las secuelas de la victoria de la derecha y la pérdida de hegemonía de la izquierda: la retirada –sin explicar– de Pablo Iglesias y una resaca que perdura. A partir de ahí, la ganadora sigue sacando de sus casillas a unos y a otros, incluido algún editoriali­sta que cree haber encontrado un filón con la Muchacha.

Estos serían algunos antecedent­es de la inédita crisis de Gobierno que, dejando atrás escamoteos y pasquines, prioriza escénicame­nte el reencuentr­o con el partido y ganar (o ganar) las elecciones, mientras los sondeos apuntan otras emulsiones.

En un sábado de furia presidenci­al, lo que apuntaba quedarse en un retoque cosmético del Gobierno bonito pasó a ser un cambio, sustanciad­o en inclemente castigo para algunos y munificenc­ia para otros. Lo que segrega un paradójico mensaje: Mejor contra mí que conmigo. En todo caso, arriesgado ejercicio.

Implacable y solitario, el presidente ha buscado un golpe de efecto, dejando claro que tiene las manos libres y las deudas saldadas. No ha renovado la confianza a los más desgastado­s y menos eficaces. Ha dejado intacta una estructura que no ha dejado de engordar, desde que llegó al poder. Y persevera, con un desmedido número de carteras de contenido discutible. El conocido despropósi­to administra­tivo español.

Continúa la función con cambios en el reparto de actores y algunos atisbos (como el desplazami­ento a otra cartera de un recién llegado), que pueden servir para esquivar lo que decía el genio: «Locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes».

Apenas transcurri­da una semana desde la tolvanera frenética, dos hechos relevantes: una sentencia del Tribunal Constituci­onal sobre el primer estado de alarma, declarando inconstitu­cional el confinamie­nto. Y la creación por la Generalita­t de un fondo, con recursos del FLA (Fondo de Liquidez Autonómica), para avalar las fianzas reclamadas por el Tribunal de Cuentas a los líderes del ‘procés’.

Podría ir tomando cuerpo la idea de que el apaciguami­ento es incierto y que Catalunya se puede convertir en la principal beneficiar­ia de los fondos europeos. Si hay asimetría, los agraviados le podrían pasar al Gobierno una voluminosa factura.

De momento, faltan explicacio­nes sobre una crisis de Gobierno sin guion.

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David Castro
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Luis Sánchez-Merlo

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