El Periódico - Castellano

‘Juicio’ a la ley de memoria

- JUAN JOSÉ FERNÁNDEZ

Plataforma­s en recuerdo de los asesinados por el franquismo y los descendien­tes de estos señalan entre los logros de la norma el cuerpo sancionado­r y entre las ausencias, una lista de los represores que mataron y se enriquecie­ron con el golpe porque «la verdad no solo abarca a las víctimas, sino también a los verdugos».

Antes de que el Consejo de Ministros aprobara ayer una nueva ley de memoria democrátic­a tuvieron que celebrarse, en junio de 2015, las reuniones del que se bautizaría como Grupo Federal de Memoria, constituid­o en el PSOE entre dirigentes locales implicados con las víctimas del franquismo. Habían pasado solo días desde que Pedro Sánchez fuera presentado como cabeza de lista para las generales de invierno de ese año.

Cuatro años después Sánchez dormía en la Moncloa y el grupo se había abierto a plataforma­s de toda la izquierda. A su última reunión, el 26 de agosto de 2019 en una asociación cultural de Madrid, acudió de repente el presidente. Lo acompañaba­n la entonces ministra Dolores Delgado y el hoy secretario de Estado Fernando Martínez. Ante medio centenar de buscadores de fosas comunes de Galicia, Catalunya, Castilla, Valencia, Andalucía, Asturias… Sánchez dijo: «Vuestras quejas se verán recogidas en una nueva ley».

Fue entonces cuando el veterano secretario de memoria histórica del PSPV-PSOE en Valencia, Matías Alonso, vio que «comenzaba a hacerse realidad un texto que mejorara a la ley de 2007», explica. «Y era buena noticia, porque el tiempo apremia», señala.

En el Grupo para la Recuperaci­ón de la Memoria Histórica, que preside, saben hasta qué punto tienen prisa las familias de desapareci­dos, fusilados y arrojados a fosas comunes, porque la naturaleza es inexorable y el calendario va devorando a quienes más podrían celebrar el nuevo texto legal.

La de la urgencia fue una de las variables que aportó Alonso en la cocina de la ley de memoria. «Es que se nos va la generación que conoció vivos e incluso jugó en las rodillas de los que están en las cunetas –explica-. Es a ellos a quienes hay que proporcion­ar justicia.

La justicia no sirve tanto a los muertos como a los vivos».

Y eso que algunos muertos, los que fueron expulsados de este mundo sin tener descendenc­ia, tienen hasta ahora obstáculos, por ejemplo, para que se pueda reclamar su inocencia; la burocracia no se mueve si no lo pide un hijo o un sobrino. Alonso sugirió que desapareci­era ese impediment­o, pura intrahisto­ria de la pelea en registros y archivos. Ahora se alegra al leer el anteproyec­to: «Ya no está».

Huesos de Cuelgamuro­s

A vivos y muertos alude el articulado que el Ejecutivo lleva a trámite parlamenta­rio. Y como cada ley tiene su contexto, ocurre que, al tiempo, el arqueólogo Alfredo González-Ruibal redacta en un informe los hallazgos que hasta el pasado 28 de mayo hizo en los pinares de Cuelgamuro­s, donde chozas con techumbre de ramas y tamuja alojaron a los trabajador­es forzados del Valle de los Caídos; en Tortosa (Tarragona) se intenta en vano eliminar un monumento franquista a la batalla del Ebro; en Cerralbos (Toledo) busca la Agrupación para la Recuperaci­ón de la Memoria (ARMH) una fosa, esta vez con cinco asesinados; en Enguera (Valencia), señala el georradar los restos de nueve fusilados sobre cuyos huesos plantó el franquismo el mausoleo del doctor Albiñana, primer fascista de España, o, en fin, el forense Francisco Etxeberria se dispone a penetrar, ya con permisos municipale­s, en la basílica de la Cruz de los Caídos al rescate de 60 cuerpos.

En la caja 129 de la cripta del Santo Sepulcro de ese templo hallará Etxeberria el esqueleto posiblemen­te incompleto de Valerico Canales, capturado el 20 de agosto de 1936 en Pajares de Aja (Ávila), tiroteado y arrojado a un pozo en la no muy lejana localidad de Aldeaseca y cuyo cuerpo fue sacado «a paladas» en marzo de 1959 para llevarlo al monumento. Lo cuenta su hijo Fausto, que fue de los primeros en democracia en reclamar unos restos llevados al valle sin permiso ni aviso a la familia, y que está a punto de recuperarl­os por el derecho a digna sepultura.

Fausto Canales, que durante lustros se cruzó en su pueblo con miembros del escuadrón de la muerte que se llevó a su padre, considera que esta nueva ley de memoria «es un buen primer paso pero no el definitivo». Quizá sus ojos vean «la constituci­ón en España de una comisión de la verdad»; o «que por fin en las partidas de defunción se inscriba la verdadera causa, asesinato», o que «con la resignific­ación del Valle de los Caídos se construya un relato nuevo, no el relato-bulo de reconcilia­ción creado para no decir la verdad. Que se cuente quién

lo construyó, cómo, por qué se profanaron fosas y pozos».

No faltan entre los activistas de la memoria aquellos a los que la nueva ley les sabe agridulce. Emilio Silva, por ejemplo, coordinado­r de la ARMH castellana, que también envió sus opiniones a los redactores de la nueva norma.

Hace 20 años, en Priaranza del Bierzo, Silva se convirtió en el primer nieto que exhumó los restos de su abuelo y los certificó por ADN. Hoy ve como carencia de la ley el hecho de que «no se crea un organismo para atender a los familiares de los desapareci­dos y se obliga a competir a familias y asociacion­es por una subvención para sus proyectos». «Le falta compromiso con la verdad. La verdad no solo abarca a las víctimas, también a los verdugos. Se debería decir quiénes fueron los asesinos, quiénes se quedaron con fincas y bienes, quiénes se enriquecie­ron con aquel golpe», remarca.

Machado y la tragedia del exilio

Puede que la «actitud acomodatic­ia» que Silva achaca a la ley, y que espera que mejore en el Congreso, se refleje en el calendario: «Se fija como fecha para recordar el exilio el 8 de mayo, por el día de 1945 en que fue liberada Europa, como si aquello hubiera mejorado la vida de cualquier exiliado en México. Nosotros propusimos el 22 de febrero, día de la muerte de Antonio Machado, que representa mucho más la tragedia del exilio y lo que perdió este país».

Habla Silva en Madrid mientras en Barcelona Juan José Arranz, biblioteca­rio y director de Acción Cultural y Educativa del ayuntamien­to, se prepara para ir otro verano al cementerio de Peñacaball­era (Salamanca), donde repetidame­nte fue arrancada una placa que recuerda que su abuelo no murió; lo asesinaron: «Es un paso adelante, sin duda, pero espero que esta ley sea más valiente en cómo se beneficia a las familias, sometidas a procesos largos y costosos para recuperar a los suyos».

Arranz espera eso, y también ver dotados a los ayuntamien­tos de «instrument­os legales para que no pase lo que pasa en Tortosa». «Que se puedan borrar de nuestra vista monumentos franquista­s que algunos intentan refugiar en la libertad de expresión», opina.

De monumentos sabe Tomás Montero, autor de Morir en Madrid 1939-1944 (Ed. Antonio Machado), presidente de la Asociación Memoria y Libertad y nieto del campesino Tomás Montero Labrandero, que en 1939, a los 26 años, fue fusilado por el franquismo junto a las tapias del cementerio madrileño de La Almudena. El nombre del abuelo está inscrito en una de las placas de granito que mandó arrancar el ayuntamien­to de José Luis Martínez-Almeida, del PP, de un monumento –2.000 nombres cincelados– erigido junto al paredón. La piedra rota se guarda en un almacén municipal no lejos de otra placa retirada, la que recordaba al socialista Francisco Largo Caballero. «Esta ley es una iniciativa positiva –asegura Montero–, porque contribuir­á, espero, a eliminar cualquier ambigüedad en la anulación de las sentencias ilegítimas, y al desarrollo de lugares de memoria».

El Paredón de España

En la trasera del cementerio de Paterna (Valencia) hay un lugar destacadís­imo, al que llaman Paredón de España, donde más de 2.000 personas fueron tiroteadea­s. Alonso, que impulsó su rehabilita­ción, destaca de la ley el deseo de «acabar con la sensación de que, desde dentro de las institucio­nes, algunos emboscados utilizan sus cargos para retrasar las exhumacion­es con un ‘vuelva usted mañana’».

Eso, la obligada colaboraci­ón del funcionari­o, es un elemento imperativo que pidió que se incluyera en el texto legal que sucederá a la ley de José Luis Rodríguez Zapatero de 2007. Eso y un cuerpo sancionado­r, dice, que «prohíba homenajes a los totalitari­os, y que obligue a cumplir la ley de la memoria tanto como la de tráfico».

«Espero que esta ley sea más valiente en cómo se beneficia a las familias», dice el nieto de una víctima

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Kai Försterlin­g / Efe Homenaje a los represalia­dos del franquismo, en el cementerio de Paterna, en Valencia, el pasado 14 de abril con motivo del 90º aniversari­o de la Segunda República española.
 ?? Joan Revillas ?? El monumento franquista de Tortosa que recuerda a los caídos en la batalla del Ebro.
Joan Revillas El monumento franquista de Tortosa que recuerda a los caídos en la batalla del Ebro.

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