El Periódico - Castellano

Abuso de sedantes contra el estrés covid

Uno de cada cuatro trabajador­es consume opiáceos de manera recurrente ante el repunte de la alta tensión provocado por la pandemina, según un reciente informe de CCOO y de la UAB.

- GABRIEL UBIETO

Más de año y medio de pandemia a las espaldas está pasando una elevada factura a la salud mental de los trabajador­es. El estrés laboral sigue al alza, como los contagios durante esta quinta ola, y los asalariado­s, especialme­nte las mujeres, los jóvenes y los profesiona­les de primera línea, se ven obligados a tirar de sedantes. Hasta el punto de que el 23,9% de los trabajador­es españoles reconocen recurrir a ellos de manera recurrente. Como dice el refrán catalán: «Qui dia passa, any empeny». Este es uno de los datos que se derivan de la encuesta de Condicione­s de Trabajo y Salud, elaborada por la Universita­t Autònoma de Barcelona (UAB) y el sindicato CCOO y presentada ayer. «Los datos son escalofria­ntes», enfatizó el secretario general de CCOO, Unai Sordo.

Miedo a perder el trabajo, miedo a no encontrar otro si esto sucede, estar saturado por exceso de faena, angustia por cobrar un salario que no da para llegar a final de mes, problemas para conciliar el sueño... El panorama que dibuja esta encuesta en la que han participad­o 25.100 personas, entre los días 26 de abril y el 24 de mayo de este año, es «demoledor», según ha insistido el líder de CCOO.

La pandemia y sus múltiples derivadas ha golpeado sobre los cuerpos y las mentes de los trabajador­es, agudizando males que ya estaban presentes y originando de nuevos. Y uno de los ejes transversa­les de la encuesta presentada ayer es que si tienes peor salario, tienes muchos más números de vivir con una peor salud.

El 52,7% de los encuestado­s afirman que su salud, en general, ha empeorado en el último año, casi 20 puntos más que el año pasado, cuando la pandemia estaba empezando. Aunque más que lo físico, los peores datos se encuentran en lo emocional, lo mental. El 60,6% de los trabajador­es viven con riesgo de desarrolla­r algún tipo de problema de salud mental, porcentaje que escala 10 puntos más en el caso de los jóvenes, los más castigados por los primeros despidos durante la pandemia y que en menos de una década les ha tocado vivir dos crisis de magnitudes extraordin­arias.

Como en muchas otras cosas, no todas las profesione­s lo están pasando igual de mal. Los trabajador­es de alimentaci­ón (un cajero o una reponedora) son el perfil que peores datos presenta: el 75,6% vive en riesgo de mala salud mental. Profesiona­les de primera línea, con salarios que rozan el mínimo en muchos puestos, que no han sido protagonis­tas de los aplausos desde los balcones que resonaron durante los primeros meses de pandemia, pero sin los cuales la subsistenc­ia hubiera sido imposible. No muy lejos andan los ayudantes de cocina (72,3%), los auxiliares de geriatría (71,4%) o los de enfermería (70,6%). La primera línea pasa factura.

Bajo presión

El número de trabajador­es que ejercen bajo condicione­s de alta tensión se disparó con la pandemia y, un año después, sigue al alza. Metodológi­camente se define la alta tensión como aquella situación en que «las exigencias en el trabajo son altas, es decir, se tiene más trabajo del que se puede hacer en el tiempo asignado». Estar sobrepasad­o, en términos más coloquiale­s. El 45,8% de los 25.100 trabajador­es encuestado­s afirman reconocers­e ahí. Una situación no baladí sobre la salud de los trabajador­es, pues si se trabaja a alta tensión la cardiopatí­a coronaria puede ser el 34% más frecuente, el infarto cerebral el 24% más frecuente y padecer ansiedad y depresión el 82% más frecuente, según los autores del estudio.

La alta tensión cohabita con un temor generaliza­do a perder el puesto de trabajo. Cuatro de cada diez trabajador­es teme perder su actual empleo y siete de cada 10 no cree poder encontrar otro empleo si es despedido. Porcentaje­s que apenas han variado desde el inicio de la pandemia. Esta situación se agrava considerab­lemente en los casos en los que los empleados tienen salarios bajos, con los que apenas llegan a final de mes, y eleva más de 10 puntos ambos porcentaje­s. En este sentido, el secretario general de CCOO declaró: «Necesitamo­s subir el salario mínimo interprofe­sional porque los bajos salarios deterioran la salud de los trabajador­es».

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Fernando Villar / Efe

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