El Periódico - Castellano

¿La Habana vieja o la nueva?

- Manuel Quintana BARCELONA

La Habana, un desván de reliquias anticuadas. Calurosa y lluviosa. Feliz y amable. Pobre y subsistent­e. Americana y bloqueada. Patriótica y revolucion­aria. Sin duda, una ciudad diferente. La ciudad que empequeñec­e las penurias y la falta de alimento al ritmo de la salsa, el ron y los habanos. Una ciudad con aires internacio­nales y de apertura que contradice­n el sentimient­o comunista y orgullo revolucion­ario de lucha presente.

Una ciudad con una historia llena de obstáculos que siempre los ha cargado al hombro con tesón y una sonrisa.

Dos mundos diferentes, La Habana Vieja, toda una antítesis de su nombre; nueva y restaurada, colorida y turística, histórica y colonial, lo que Cuba podría ser y no es; Centro Habana y periferia, vida cubana con tintes europeos, casas de renta y mercados desabastec­idos, colas por productos que escasean, trabajo en la calle y plazas siempre con gente. Donde antes las plazas eran lugares de tertulia, en La Habana se han convertido en la ventana al exterior, en la ventana hacia el mundo y el lugar donde queda patente el deseo del cubano de abrirse al mundo y vivir mejor.

Como huella de estos mundos, la moneda nacional (CUP) y el peso cubano (CUC), la moneda del turista y la moneda del cubano de a pie, que vive con un sueldo mísero. A pesar de parecer dos mundos paralelos, ambos se entrelazan, viendo cómo cubanos dedicados al turismo cobran por una jornada de trabajo más de lo que el Estado cubano le paga a un médico en un mes.

Cuesta entender que un país tan rico como Cuba, con tanta naturaleza, con su mar cristalino, su historia, clima y belleza arquitectó­nica pueda vivir así. En definitiva, un país golpeado por sus ideales, pero cuyos golpes no han sido

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