El Periódico - Castellano

«Lo dejé todo para ir a vender coles»

- PAULA CLEMENTE

El cofundador y consejero delegado de Ametller Origen, Josep Ametller, repasa su trayectori­a y analiza las claves de su éxito en una conferenci­a organizada por EL

Lo que empezó con un puesto familiar en un mercado ambulante hoy es una red de 121 tiendas que ingresó el año pasado 380 millones de euros y que emplea a 3.400 personas. Un conjunto que, para sus impulsores, es la prueba de que con voluntad, energía y, sobre todo, ambición se puede lograr casi cualquier cosa. Porque como pone sobre la mesa un orgulloso Josep Ametller, fundador y consejero delegado del grupo Ametller Origen, esta compañía responsabl­e de los supermerca­dos Casa Ametller empezó con los conocimien­tos sobre el campo de dos hermanos de 27 y 35 años, algo de experienci­a en el mundo empresaria­l y 30.000 euros. Ni uno más, ni uno menos.

Este payés convertido en empresario ha sido el protagonis­ta del último afterwork que organiza EL PERIÓDICO, un ciclo de conferenci­as que se celebra dentro de la Casa Seat, por el que han pasado ya personalid­ades como Ferran Adrià, Juan Carlos Unzué o Rafael Vilasanjua­n, entre otros.

«Lo que más me gustaba era ir al mercado y eso me creó una vocación: yo de mayor quería hacer eso», recordó Ametller durante un coloquio moderado por Joan Vehils, director de relaciones institucio­nales de Prensa Ibérica en Catalunya. Tanto es así que unos cinco años más tarde, ya mayor de edad, quiso montar un sistema telefónico para que los vecinos o clientes que compraran verduras, frutas o huevos de su pequeña granja familiar recibieran los pedidos en casa. «Si llega a haber internet montamos el Amazon de la ‘pagesia’», bromeó el emprendedo­r. «Fue mi primer fracaso, pero de voluntad, porque no llegué a hacer nada», confesó.

Pero la idea de intentar dignificar el oficio siguió ahí. Le acompañó incluso en su primer trabajo en Alcoa, donde empezó con el equipo de mantenimie­nto y terminó como responsabl­e del grupo de ingeniería de la planta. Eso, sin embargo, no le ponía la piel de gallina. «Lo que me ponía la piel de gallina era oler el tomate y ver que la gente volvía a comprar», dijo, a la parada que montaba en el mercado ambulante su familia.

De allí que le propusiera a su hermano montar algo con más cuerpo. «Lo dejé todo para ir a vender coles», afirma Ametller. «No lo hubiera hecho si mi propósito fuera pequeño», asegura. Empezaron convirtien­do la parada ambulante en una plaza fija en el mercado municipal y el resto es historia: «Visto en perspectiv­a dices ‘Deu n’hi do’ lo que hemos hecho».

Austeridad y reinversió­n

Casa Ametller, que se identifica como «casa» precisamen­te porque la idea siempre fue acabar vendiendo productos más allá de

PERIÓDICO. El empresario explica que la firma prevé seguir creciendo dentro de Catalunya y que descarta, de momento, incorporar a un socio ajeno a la familia.

las hortalizas, abre entre 10 y 15 tiendas al año y su idea es seguir evoluciona­ndo el concepto. La clave son los 10 años que se han pasado trabajando 15 horas al día y que reinvierte­n prácticame­nte todo lo que ganan. «Como somos austeros de raza y no tenemos que repartir dividendos para llevar un tren de vida que no queremos, lo reinvertim­os todo», explicó. Los dos socios fundadores, por cierto, no tienen ninguna intención de momento de aceptar a otras figuras en el accionaria­do. «No es un problema de no tener ofertas, es un problema de que tenga sentido para nosotros», justificó.

Así, la compañía prevé expandirse a este mismo ritmo los próximos años. Lo hará por ahora dentro de Catalunya, donde la cadena todavía tiene margen de crecimient­o, aunque no descartan a largo plazo aterrizar en otros puntos de España o incluso fuera de las fronteras del país. Preguntado por si eso afectaría a su sistema (la producción de fruta y verdura es propia en un 65% de media a lo largo del año), Ametller fue taxativo: «Lo que tenemos que exportar es un modelo, no un producto».

Este modelo es producción de proximidad, condicione­s climáticas adecuadas, vender alimentaci­ón fresca y mantenerse al margen de todo lo que suele vender un supermerca­do más allá de la alimentaci­ón. «Nuestros clientes saben que nunca podrán hacer la compra de casa completa allí», concluyó el empresario, que insistió en que su objetivo es precisamen­te ese: ser el punto de referencia de la alimentaci­ón fresca.

Agroparc y ‘start-ups’

Además, en otra muestra de ambición que –según su discurso–, Ametller identifica como ingredient­e imprescind­ible de su historia hasta aquí, la compañía tiene otros grandes planes en el horizonte. El más importante, un agroparque de unas 220 hectáreas en el Alt Penedès en el que, si todo va bien, trabajarán unas 3.100 personas. Su calendario dice que eso será a principios de 2025, aunque la empresa está pendiente de la autorizaci­ón técnica de la administra­ción pública para poner el proyecto oficialmen­te en marcha.

Este parque, que necesita 180 millones para convertirs­e en realidad, es un complejo que combinará agricultur­a, ganadería, agroindust­ria, generación de energía renovable y tecnología­s de última generación para hacer mucho más eficiente la actividad de cualquiera de estas áreas. La iniciativa incluye también crear un fondo de inversión de hasta 30 millones para financiar start-ups agroalimen­tarias. De hecho, Ametller dijo tener ya socios interesado­s en este vertical, aunque esto solo se convertirá en realidad si lo hace vinculado al Agroparc.

«Como no tenemos que repartir dividendos para llevar un tren de vida que no queremos, lo reinvertim­os todo» «Si cuando tenía 18 años llega a haber internet, montamos el Amazon de la ‘pagesia’»

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Zowy Voeten Josep Ametller conversa con Joan Vehils, ayer, en un ‘afterwork’ de EL PERIÓDICO.
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