El Periódico - Castellano

Sants rural

- De Sants Rambla

El bisabuelo de Mercè Burés Fàbregas (Barcelona, 1936) tenía una mula muy arrojada que era siempre la primera a la hora de ayudar a desembarra­ncar los carros que acostumbra­ban a quedar atrapados en el barrizal que en aquel entonces se convertían, cada vez que llovía, los caminos, en la actual plaza de Cerdà. De escucharlo siempre animarla –«arri, valenta, arri!»–, le acabó quedando el nombre: Valent.

El Valent tenía dos hijos; el pequeño, el abuelo de Mercè. De ahí que su masía acabara conociéndo­se como Cal Valent Petit. Lo recuerda Mercè con una sonrisa orgullosa, sincera y tierna, sentada en la terraza del bar regentado por sus hijos en los bajos de su vivienda, frente a la parada de metro de Mercat Nou, en el corazón de Sants.

Es lunes, son las diez de la mañana y aún tiene la emoción de la jornada anterior a flor de piel. Su marido y sus hijos le regalaron por sorpresa, por increíble que parezca, un enorme mural que reproduce una foto de Mercè de niña junto a sus padres, su hermano, su prima y su tía en la imponente –30 metros de altura y 10 de anchura– medianera de su finca, que se ve impresiona­nte desde la rambla de Sants, sobre el cajón. Sobre la imagen, un título: Sants, la pagesia a les arrels; debajo, un pie: familia Burés Fàbregas, 1941.

Complicida­d familiar

«No me da vergüenza decirlo: lloré mucho.

Fue precioso hacerla feliz», dice mientras recuerda la jornada previa, sentado a su lado, Josep Pageo, su marido desde hace 62 años. La mirada que le devuelve su mujer confirma que no miente. Efectivame­nte, la han hecho feliz. «La idea fue del pequeño, Carles», prosigue el hombre mientras muestra en plano titulado Les masies de Sants, Hostafranc­s i la Bordeta als anys 30 dónde estaba ubicada Cal Valent Petit, «junto al cuartel de Lepanto».

«Quería homenajear el pasado agrícola del barrio. Se ha escrito mucho sobre el pasado industrial, pero no sobre rural, y como yo vengo de ahí y teníamos en casa esta pared, contacté con Roc BlackBlock para proponerle la idea», señala Carles, quien enseguida contó con la complicida­d de su padre y su hermano cuando, tras ver la foto familiar con el carro y el caballo, el mural pasó de ser solo un homenaje a la historia más desconocid­a del barrio para ser también un tributo a su familia. Y a su madre.

Sobre si recuerda el día de la foto –de 1941, cuando tenía solo 5 años–, Mercè ya no sabe si recuerda el día o recuerda la foto. Se sacó en Can Tunis, donde iban a bañarse, no en Cal Valent Petit (el moderno bañador de su tía da una pista). «Sants llegaba hasta el

Riera de Tena, 54-56

Plazade Cerdà

MMercat Nou (L1)

Gran Vía mar», señala su marido con orgullo. Sí recuerda bien Mercè cómo hasta que se casó con Josep, a los 23 años, cogía cada día el tranvía 52 e iba a vender las verduras que cultivaban al mercado del Born, «allí, en Barcelona». A las cinco de la mañana. Tenían que llegar muy temprano porque vendían a los tenderos. «El 52 era un tranvía abierto e iban tan cansadas que se le iba la cabeza por la ventanilla», apunta su marido.

Vendían alcachofas, pepinos, calabacine­s... y también hacían vivero para el resto de masías de Sants, otras 53 en los años 30 del siglo pasado según el plano que muestra Josep. Eso hacía que todos los payeses del barrio pasaran en algún momento por allí y todos charlaban con el padre de Mercè, que incluso llegó a ser el presidente del sindicato de payeses de Sants, un barrio que durante aquellos años se conocía como «la despensa de Barcelona».

Un poco de contexto

De aquel pasado no tan lejano queda hoy muy poco en pie, pero queda algo (además, ahora, del inmenso mural ubicado en el 53 de la Riera de Tena). Una de las herencias más emblemátic­as es la masía de Cal Bruixa –de los tíos de Mercè–, en estado casi ruinoso pero en pie y calificada como equipamien­to, dentro del recinto de Can Batlló.

El historiado­r local y activista por la memoria de Sants, Agus Giralt, pone contexto. En la primera mitad del siglo XIX, la construcci­ón del canal de la Infanta que llevaba el agua del Llobregat hasta Sants hizo que aquellos terrenos pasaran de una agricultur­a de superviven­cia a una zona de alta producción, y el propio canal acabó siendo la excusa para la llegada de la industria a mediados del XIX, ya que eran vapores y los vapores necesitan agua.

«Eso permitió cosas raras como Cal Bruixa, una masía dentro de una fábrica», destaca Giralt, quien apunta que el futuro equipamien­to en el que debe convertirs­e la vieja masía de Can Batlló podría servir como centro de interpreta­ción para explicar la(s) historia(s) del barrio.

Trabajo pendiente

El hijo de Mercè habla satisfecho. El mural ha quedado espectacul­ar y ha logrado ya varios de sus objetivos: sorprender a su madre (el más importante a ojos de su padre) y poner sobre la mesa el pasado rural del barrio, sus raíces. Pero el camino ha sido largo. «El papeleo se ha alargado casi un año. Yo no digo que desde el ayuntamien­to nos tuvieran que ayudar, ya nos dejaron claro que era algo privado, pero habría estado bien que no pusieran palos en la ruedas», denuncia. Y añade que también pidió que limpiaran los terrenos municipale­s que rodean la finca para que no afearan la postal del mural desde la Rambla, por el momento sin éxito.

 ?? Jordi Cotrina ?? Mercè Burés Fàbregas, con su marido, Josep, y su hijo Carles, ante el mural rural –y familiar– pintado por Roc BlackBlock en Sants.
Jordi Cotrina Mercè Burés Fàbregas, con su marido, Josep, y su hijo Carles, ante el mural rural –y familiar– pintado por Roc BlackBlock en Sants.

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