Taiwán denuncia la incursión de aviones y barcos chinos
Taipei afirma que las maniobras militares de Pekín están «dañando seriamente» el ‘status quo’ y son muy «provocadoras»
Las maniobras militares que ha montado China sobre Taiwán han cumplido la segunda de sus cuatro funciones con el guion conocido: exhibición de rutilante armamento, incursiones que se pretenden intrépidas, misiles al mar, victimismo de la otra parte... El domingo acabarán los ejercicios en el estrecho de Formosa, tan elefantiásicos como inocuos, y es previsible que el foco mediático regrese a la guerra real y cruenta de Ucrania, la de muertos y misiles que apuntan a viviendas.
Taipei contó ayer un total de 68 aviones y 13 barcos chinos en el estrecho de Formosa y denunció que un número «indeterminado» había cruzado deliberadamente la llamada línea media, equidistante de ambas orillas y que ejerce de frontera oficiosa desde que Estados Unidos la fijara 70 años atrás para evitar que los nacionalistas de un lado y los comunistas del otro se mataran. China nunca la reconoció, pero la respetó hasta que comenzó a ignorarla dos años atrás y el tránsito febril de sus naves por ella en estos días simboliza claramente el agravamiento del cuadro.
Temor a un error fatídico
No se temen las intenciones sino los errores involuntarios cuando naves enemigas se acercan más de lo recomendable. Otro elemento perturbador son los misiles, inéditos en ejercicios militares anteriores, lanzados con exquisito cuidado para que se hundan antes de alcanzar la costa. Los ejercicios comprenden seis zonas que rodean la isla y en algunos puntos sólo distan una veintena de kilómetros del litoral. La distribución geográfica simula el bloqueo que sufriría en caso de guerra y estos días ya ha forzado la cancelación de vuelos y el cambio de ruta del transporte marítimo. Un experto chino hablaba de «cerrar la puerta y apalear al perro», un dicho popular chino que alude a bloquearle la salida al enemigo.
La escala, la proximidad y los medios utilizados hacen de estas maniobras las mayores nunca vistas en una zona que ha visto bastantes. Lo que no cambia respecto a las anteriores es su alcance simbólico, propagandístico y disuasorio, sin ningún elemento que permita intuir una invasión inminente ni un cambio sobre la reunificación pacífica que pretende Pekín. Le bastará a China que la presidenta Tsai Ing-wen se lo piense dos veces antes de invitar a otro alto cargo estadounidense.
Críticas al G-7
Taiwán lamentó que las maniobras están «dañando seriamente» el status quo y amenazando su espacio aéreo y marítimo. Son «altamente provocadoras», añadió el ministro de Defensa. En el campo diplomático, China siguió cargando contra el documento del G-7 que un par de días atrás la culpaba de generar la crisis y obviaba el viaje de la congresista Nancy Pelosi. El Ministerio de Exteriores reveló que había llamado a consultas a embajadores y diplomáticos de Japón, Canadá y varios países europeos. En los márgenes de la cumbre de países del sudeste asiático, Wang Yi, ministro de Exteriores chino, recibió la comprensión de su homólogo ruso, Serguéi Lavrov. Ambos defendieron el principio de la igualdad soberana de los estados que, en su opinión, Estados Unidos «viola cada día en todas partes».
■