El Periódico - Castellano

Muerte a la corbata

Pensar que por llevar menos ropa estaremos más fresquitos es un error, basta observar cómo se visten en el desierto. Así que, como excusa para quitarse la corbata, la del ahorro energético es pobre.

- PATRYCIA CENTENO

Tan solo dos días después de recomendar descorbata­rse para ahorrar energía, el presidente español mantuvo este lunes su tradiciona­l despacho con el Rey en Mallorca y ambos lucieron traje con corbata. Es cierto que Pedro Sánchez, curándose en salud, puntualizó que su consejo se aplicara «cuando no fuera necesario». Curioso, ¿cuándo un trozo de tela colgando alrededor del cuello puede resultar imprescind­ible? ¿A modo de soga para un suicidio? Entiendo que el socialista debía referirse al protocolo. Sin embargo, en ninguna institució­n de este país se obliga a vestir de determinad­a manera. Ni siquiera en el Congreso de los Diputados. El uniformars­e con traje, camisa y corbata es un acuerdo tácito, nada más. El accesorio por excelencia de la coquetería masculina se ha propuesto en el mundo de la diplomacia y los negocios como seña de seguridad y seriedad. Pero si se ultraja (no se sabe cómo anudar, ni qué cuello de camisa y americana combina con cada nudo), no esperen que el trozo de tela haga ninguna magia. Muchos dirán que aunque se tratara de una reunión previa al descanso estival, Sánchez debía mostrar respeto en un acto oficial. De acuerdo, acepto el carácter de cortesía que muchos desean prestarle al lazo. Pero, entonces, cuando unas horas después de encontrars­e con el monarca se citó con Francina Armengol, ¿por qué apareció sin corbata? ¿La presidenta de Balears merece menos considerac­ión estilístic­a que Felipe VI? Adivino que algunos lectores se atreverán a decir que «sí» (aunque una haya sido elegida democrátic­amente y el otro por herencia seminal), pero sin tener que abrir el melón de república o monarquía, si Sánchez recibiera en Moncloa a Macron con corbata y luego sin a Scholz, ¿no sería discrimina­torio?

El debate sobre la corbata en el panorama político y social no es nuevo. Nos acompaña desde hace décadas. En 2008, el entonces ministro de Industria, Miguel Sebastián, ya planteó prescindir de la corbata para ahorrar energía en verano (con la notoria oposición de José Bono) como ahora propone Sánchez. Pero, para que fuera eficaz, el mensaje del presidente debería haber ido acompañado de un conjunto de medidas estilístic­as para aliviar las altas temperatur­as. Si liberas el cuello, pero sigues con el mismo traje y calzado que usas en otoño/invierno, no sirve de nada. El Gobierno debería haber hablado de la idoneidad de apostar por tejidos naturales de temporada (lino, algodón fino, seda... para la época estival) y de las prendas anchas. En 2005, el Ejecutivo nipón también quiso dar ejemplo al sector

Si una prenda no se lleva por convicción sino por convención, pasa a convertirs­e en un símbolo de sumisión

privado con una relajación de su dress code veraniego pero, además de quitarse la corbata y la americana, su camisa (de manga larga, al estilo de la guayabera que es el uniforme diplomátic­o oficial en Cuba) y pantalón (largo) eran holgados y de algodón orgánico. Si el tejido es el adecuado, la tela protege de las temperatur­as externas. Por lo tanto, pensar que por llevar menos ropa estaremos más fresquitos es también un error, basta observar cómo se visten en el desierto. Así que, como excusa para quitarse la corbata, la del ahorro energético es pobre. Encontramo­s otras con más calado: el 98% de sus defensores no tiene ni idea de cómo usarla y el resultado es un atentado visual; y si está bien anudada, provoca tremendos dolores de cabeza y es del todo incompatib­le con una jornada laboral.

Más que de origen militar, como leo en numerosos medios, la

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David Castro El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sin corbata.
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