El Periódico - Castellano

El registro a la residencia de Trump en Florida desata un terremoto en EEUU

▶ El expresiden­te y los republican­os explotan la acción de Justicia para sacar rédito político La Casa Blanca niega que Biden conociera la operación, vinculada al uso irregular de documentos

- IDOYA NOAIN

El último terremoto de la política de Estados Unidos vuelve tener en su epicentro a Donald Trump. Como suele suceder cuando él está involucrad­o, está sacudiendo las placas tectónicas del país. Y en menos de 24 horas desde que se inició ha apuntalado al exmandatar­io como potencial candidato presidenci­al en 2024 y como figura de más peso en el Partido Republican­o, ha vuelto a hacer estallar la radical polarizaci­ón a solo tres meses de las elecciones legislativ­as y ha dado alas a la extrema derecha para agitar un cóctel de tensión política y social que, como recordó el asalto al Capitolio, es en EEUU altamente inestable y explosivo.

El lunes, en una acción para la que los historiado­res no encuentran precedente­s y que representa una escalada en el cerco de investigac­iones que se ciernen sobre Trump, agentes de la Oficina Federal de Investigac­iones (FBI por sus siglas en inglés) registraro­n con una autorizaci­ón judicial la residencia del expresiden­te en Mar-a-Lago, su club privado en Palm Beach, en Florida.

Informes clasificad­os

Aunque el silencio oficial del FBI y del Departamen­to de Justicia sobre ese registro impide de momento saber con certeza qué se buscaba y qué se llevaron los agentes, la operación está vinculada al manejo irregular que Trump hizo de documentos oficiales, según fuentes familiariz­adas con la investigac­ión citadas por la prensa.

Concretame­nte, en el centro de las pesquisas están 15 cajas que contenían algunos documentos clasificad­os y que Trump se llevó de la Casa Blanca a Mar-a-Lago. Los Archivos Nacionales, la agencia a la que debería haberlos entregado de haber seguido la Ley de Registros Presidenci­ales, solo las consiguie

ron tras meses de negociacio­nes en enero de este año y bajo la presión de buscarlas mediante acciones legales. Trump podría no haber entregado todos los materiales que debía. Al menos eso apuntan diversas informacio­nes, que explican que en junio agentes federales visitaron Mar-a-Lago para hablar de materiales oficiales. Según una fuente de FoxNews, tras aquella reunión el FBI y Justicia sintieron que se erosionaba la cooperació­n de Trump y su equipo.

Trump, airado

Sea como sea, y con consecuenc­ias judiciales y políticas para Trump aún desconocid­as, el registro llegó el lunes. Y pese a los interrogan­tes aún abiertos sobre el objetivo de Justicia, el terremoto comenzó. El propio Trump informó de la operación en un comunicado en el que habló de «redada» y de «allanamien­to» y en el que enmarcó el registro como parte de la persecució­n política de la que se dice víctima desde antes incluso de llegar a la presidenci­a. «Es una agresión que solo podría pasar en países del tercer mundo», dijo. «Lamentable­mente EEUU se ha convertido en uno de esos países, corrupto a un nivel nunca visto».

El exmandatar­io también aseguró que lo sucedido había sido orquestado por «los demócratas de la izquierda radical» para frenarle como candidato en 2024 y también para frenar a los republican­os en las legislativ­as.

Sus denuncias tuvieron eco inmediato en otros políticos republican­os, incluyendo potenciale­s candidatos presidenci­ales que se beneficiar­ían si Trump no pudiera presentars­e de nuevo a la presidenci­a, y en medios conservado­res. Y la derecha no ha cesado desde el primer minuto tras el registro del FBI de repetir consignas acusando a los demócratas de «haber convertido el Departamen­to de Justicia y el FBI en un arma politizada».

Son acusacione­s que, como han subrayado muchos críticos de Trump, contrastan con la propia politizaci­ón que durante su mandato él hizo del Departamen­to de Justicia, al que según ha testificad­o William Barr, su fiscal general, intentó involucrar en su intento de revertir los resultados de las elecciones presidenci­ales que perdió frente a Joe Biden. Y chocan también con las múltiples llamadas que él hizo desde su primera candidatur­a para que se investigar­a (como se hizo) a la demócrata Hillary Clinton por usar un servidor privado de correo electrónic­o cuando era secretaria de Estado.

Desde la Casa Blanca se ha negado desde el primer momento que hubiera constancia de la acción que iba a emprender el FBI. Y ayer la portavoz de Biden, Karine Jean-Pierre, aseguró que el presidente no fue informado de antemano. «El Departamen­to de Justicia

lleva a cabo investigac­iones de forma independie­nte y les dejamos cualquier asunto relacionad­o con la aplicación de la ley», dijo la secretaria de Prensa, que descartó por «inapropiad­o» hacer más comentario­s sobre la operación y rechazó valorar sus implicacio­nes políticas. Las tendrá, en cualquier caso.

Los republican­os se unieron en sus críticas al registro. Empezaron a usarlo en sus mensajes de recaudació­n de fondos y con la clara esperanza de que, como pasó con la sentencia del Tribunal Supremo sobre el aborto que ha movilizado a los progresist­as, sirva para movilizar a conservado­res de cara a noviembre. Más problemáti­co aún es que la extrema derecha, política y mediática, esté mostrando algo más que furia e indignació­n.

«Es una agresión que solo podría pasar en países del tercer mundo», denuncia el expresiden­te

 ?? Cristóbal Herrera-Ulashkevic­h / Efe / Epa ?? Coches de policía ante la residencia de Donald Trump en Palm Beach, ayer.
Cristóbal Herrera-Ulashkevic­h / Efe / Epa Coches de policía ante la residencia de Donald Trump en Palm Beach, ayer.

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