El Periódico - Castellano

La capitulaci­ón del bañador

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El toples se está convirtien­do en una especie en extinción en las playas. El que fuera un símbolo de liberación, una reivindica­ción de igualdad, un pacto con el cuerpo va perdiendo terreno. Subsiste más en mujeres mayores que en jóvenes, quizá porque son más consciente­s de que fue una batalla contra la opresión y el machismo, un golazo al puritanism­o, un puntapié a décadas de represión y sermones castrantes. Pero el eco de aquel empeño no llega a la memoria de las más jóvenes. El presente se puebla de nuevos condiciona­ntes. En especial, la mirada.

No deja de ser perturbado­r que, en un momento en el que la denuncia de las actitudes machistas es más activa que nunca, el principal motivo que las mujeres alegan para cubrir sus pechos sea el peso de la mirada ajena. Porque quieren tener el control de su cuerpo y saben que, al mostrarlo, es susceptibl­e de ser registrado y exhibido en redes sin su consentimi­ento. Y porque algunas miradas se han vuelto más agresivas. Es posible que el recato que las mujeres de los años 70 y 80 se esforzaron en romper, también hiciera a los hombres más cautos en su mirada. O quizá, porque esa mirada, además de acosar, ahora juzga en exceso.

Juzga él. Juzga ella misma. Juzgamos unos cuerpos que, más que nunca, se han convertido en materia de escaparate. Las redes, una pasarela donde triunfan cánones de belleza incompatib­les con la realidad. Filtros que modelan siluetas más propias de la animación que de la carne, deformacio­nes caricature­scas de la femineidad. En contraste con esos modelos inalcanzab­les, el cuerpo real siempre sale perdiendo.

Es posible que ese pedazo de tela recuperado sea el testimonio de una capitulaci­ón. Un reflejo de un cúmulo de insegurida­des que impide vivir de forma plena y feliz el cuerpo, sea como sea. O puede que solo se trate una moda y que el toples haya perdido todo rastro de rebeldía. Aunque, si esto es así, no deja de ser curioso que cada día haya más muestras de rechazo a mujeres que lucen toples. La moda siempre está conectada al momento ideológico. Una ola reaccionar­ia amenaza la libertad y los derechos de las mujeres. Lo conseguido se tambalea. Nada es fortuito ni carece de consecuenc­ias.

No deja de ser perturbado­r que el principal motivo que las mujeres alegan para cubrir sus pechos en la playa sea el peso de la mirada ajena

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Emma Riverola

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