El Periódico - Castellano

BCN registra un aumento de los ataques racistas y una bajada de la LGTBI-fobia

La Oficina de No Discrimina­ción del ayuntamien­to abordó 110 casos que dieron pie a la apertura de un expediente, la mayoría por xenofobia, en la primera mitad de 2022. También atendió 238 peticiones de informació­n y consultas.

- TONI SUST

Carlos Eslava es colombiano. Nació en Bogotá y llegó a Barcelona hace 13 años. Vive en L’Hospitalet de Llobregat. Ya se siente de aquí, pero no es algo que todos compartan. Ya había tenido algún incidente racista: «Uno me invitó a irme a mi país, pero como soy tan terco, no me fui». Es comunicado­r social y periodista y dirige un «magacín atípico», de siete a once de la mañana en www.lamovidala­tina.com.

La pasada Navidad iba en coche con una amiga por la Gran Vía cuando se encontraro­n en un atasco, a la altura de la Rambla, a raíz de una manifestac­ión en la plaza de Catalunya. Era sábado. Carlos y su amiga se lo tomaron con filosofía. «Un taxi intentaba pasar entre los coches. Nosotros estábamos hablando y nos reíamos. La clienta del taxi no tenía un buen día. Ponía cara de desesperac­ión y quizá interpretó que me reía de ella. Cuando nos dimos cuenta estaba golpeando la ventanilla del acompañant­e. Mi amiga la bajó y ella se despachó con insultos y nos dijo: ‘¡Sudacas! ¡Vuélvanse a su país!’».

Cuenta Carlos que tanto él como su amiga tienen un aspecto «étnico»: «Resulta evidente que no formamos parte de la raza aria. Parezco más paquistaní que otra cosa. Me lo tomo a sorna». Su amiga alcanzó a responder a la clienta del taxi: solo acertó a decirle «vieja racista».

Multa de 1.125 euros

«Yo le dije que subiera la ventanilla», prosigue. «Me bajé del coche y me dirigí a decirle que dejara de golpearlo. Y entonces dos guardias urbanos le pidieron la documentac­ión e incluso me preguntaro­n si quería denunciar al taxista, porque no tenía que haber permitido que ella bajara. En cuanto a la mujer, los agentes me advirtiero­n de que no tenía ni que denunciar, que actuarían de oficio». El asunto acabó en manos de la Oficina de No Discrimina­ción del consistori­o, fuentes del cual informan de que la mujer, que según Eslava tenía algo más de 40 años, fue sancionada con una multa de 1.125 euros.

«Para mí, no era una señora que quisiese insultar a latinos, creo que encontró un desahogo en mí. Lo interesant­e de todo es que hubo una consecuenc­ia», argumenta Eslava, que tiene intención de visitar la Oficina de la No Discrimina­ción del Ayuntamien­to de Barcelona pronto, para conocerla: «Me llamaron dos veces por lo sucedido».

«Uno me invitó a irme a mi país, pero soy muy terco y no me fui», afirma el colombiano Carlos «Los porteros de una discoteca no me dejaban entrar porque soy trans», explica Sofía

El 51% de las víctimas fueron hombres; el 40%, mujeres, y el resto, colectivos u otros

El suyo es uno de los casos que ha abordado en los últimos meses esta oficina, que durante el primer semestre de 2022 ha tratado 110 expediente­s. Según el organismo, la mayoría de los motivos de discrimina­ción registrado­s dentro de estas situacione­s, en 40 de las 110, son el racismo y la xenofobia, que sube como causa en el periodo citado si se compara con el del primer semestre de 2021. En cambio, los ataques a personas por LTGBI-fobia, en total 26, se reducen un tanto.

Integridad física y moral

En la mitad de los ataques por racismo o xenofobia se ha apreciado una vulneració­n del derecho a la integridad moral. En el caso de los ataques a personas LGTBI, el 30% de las vulneracio­nes afectaron a la integridad física. Entre el total de víctimas de alguna discrimina­ción constatada­s en este medio año por la oficina municipal, el 51% fueron hombres; el 40%, mujeres, y el resto, colectivo u otros.

La Oficina de No discrimina­ción dobló de enero a junio las labores de informació­n gestionada­s en el mismo periodo de 2021 y formó a más de 500 personas en el ámbito de los derechos de la ciudadanía. La primera labor de la entidad es atender a las víctimas de discrimina­ción, así como la orientació­n y las acciones de apoyo para que estas se empoderen.

Durante la primera mitad de este año, la oficina recibió 348 demandas de las que las 110 ya citadas dieron pie a la apertura de un expediente, mientras que 238 fueron peticiones de informació­n y consultas. De los 110 expediente­s, el 38% requirió la intervenci­ón del servicio socioeduca­tivo; el 34% precisó de orientació­n jurídica; el 12% acabó en una derivación a otros servicios; el 9% llevó a una intervenci­ón psicosocia­l y el 7% conllevó intermedia­ción.

Asesoramie­nto y formación

El concejal de Derechos de ciudadanía, Marc Serra, subraya que los datos indican que ha habido menos situacione­s de discrimina­ción denunciada­s y destaca que los esfuerzos de asesoramie­nto jurídico por parte de la oficina «se han duplicado». Esgrime el incremento en formación como una muestra de su implantaci­ón en la sociedad, y asegura que el servicio llega cada día a más ciudadanos.

Otro de los casos que ha tratado la oficina es el de Sofía, nombre supuesto de una chica de imagen, figura habitual en discos y celebracio­nes. «Te invitan a cenas y bebidas, si alguien pide una botella, llevas bengalas», cuenta. Sofía, que es trans, no había tenido nunca el problema con el que se topó en marzo en la disco Shôko. De repente, los porteros no la dejaban entrar.

«Llegué algo tarde y mis amigas ya estaban dentro. Y los porteros me dejaban fuera», cuenta. No decían por qué. Al rato subió una de las amigas, mosqueada, y les preguntó qué sucedía. Ellos contestaro­n que lo habitual es que acudieran chicas de imagen, «ni chicos ni trans». Sofía no lo escuchó, pero cuando se lo contaron se indignó.

Pidió una hoja de reclamació­n, que tardaron mucho en darle, y que no logró hasta que llamó a la policía. También le parece sorprenden­te e indignante que quienes la trataran así por ser trans fueran porteros negros, miembros de un colectivo habitualme­nte discrimina­do. «Es la primera vez que me pasa», relata aún molesta, y subraya que primero le vetaron la entrada cuando el local estaba en horario de restaurant­e, cuando es habitual que las discotecas ejerzan el derecho de admisión pero no sucede nunca cuando alguien va a comer a un sitio.

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Cabecera de una manifestac­ión antirracis­ta convocada en el centro de Barcelona, a su paso por el paseo de Gràcia, en 2019.
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Toni Albir / Efe

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