La ultraderecha de Brasil intenta desacreditar las elecciones
Bolsonaro siembra dudas sobre la transparencia del proceso ante un posible triunfo de Lula en primera vuelta, como auguran los sondeos
La posibilidad de una victoria del candidato del Partido de los Trabajadores (PT) en primera vuelta, el próximo domingo, se ha acrecentado tras la divulgación de la última encuesta de la consultora Ipec. Si se excluyen los votos blancos, nulos e indecisos, Luiz Inácio Lula da Silva obtendría el 52% de los sufragios válidos, 18 puntos por encima del presidente Jair Bolsonaro, abanderado del Partido Liberal (PL). Ipec ubica al exministro de Lula, Ciro Gomes (PDT) en tercer lugar, con el 6% de las adhesiones y a la senadora Simone Tebet, del centrista MDB, con el 5%. «Lo que necesitamos es sencillo. Necesito que me pongas ahí, el 2 (de octubre)», le pidió Lula a los brasileños que todavía no saben qué hacer el domingo.
Las últimas encuestas han sacado a Bolsonaro de sus casillas. Su sueño de emular a la italiana Giorgia Meloni parece carecer de fundamento. La necesidad de garantizar su pase a segunda vuelta y apostar entonces a todo o nada también se ha puesto en entredicho, al menos por los sondeos. El capitán retirado no deja de propagar la sospecha sobre la transparencia de las elecciones. «Si yo tengo menos del 60% de los votos es porque algo anormal ocurrió en el
Tribunal Superior Electoral (TSE) teniendo en cuenta la cantidad de gente que va a mis eventos y cómo soy recibido a todos los lugares a los que voy», dijo en una entrevista con el canal paulista SBT.
«Los jueces que sacaron a Lula de la cárcel y lo hicieron elegible son exactamente los mismos que conducen el proceso electoral brasileño y dificultan la participación de la comisión de transparencia para evitar la posibilidad de cuestionamientos en la noche del domingo», bramó, mientras su rival se preparaba para el mitin en Sao Paulo. «El PT promete el paraíso y entrega el infierno», añadió.
Ejército virtual
La desacreditación de la contienda se ha convertido en uno de los mantras de la extrema derecha. El bolsonarismo más exacerbado es hijo de las condiciones tecnológicas de los últimos años. Comentaristas mesiánicos, influencers y difamadores constituyen un ejército virtual que lleva a cabo lo que los analistas definen como una «política de choque». La consultora Novelo
ha contabilizado desde comienzos de año 10.000 vídeos que tuvieron que ser luego eliminados por su carácter ofensivo. La maquinaria de fake news se ha intensificado al cierre de la campaña electoral. Aunque su líder sea derrotado, la ultraderecha ha llegado para quedarse, tanto en las redes sociales, su hábitat preferido, como en el Congreso, los estados federales y municipios.
Los uniformados se erigen en estos momentos en el principal árbitro de la confrontación. En los hechos han cogobernado con Bolsonaro, ocupando numerosos ministerios y estructuras del Estado. El presidente lleva como segundo a su exjefe de Gabinete, el general retirado Walter Braga Netto. La militarización de la política tiene otra clara expresión en esta contienda: la ultraderecha presenta 1.500 aspirantes a cargos electivos que han integrado las Fuerzas Armadas, la Policía Militar y los bomberos, contra los 1.186 candidatos que acompañaron al bolsonarismo en 2018. En este contexto de agitación en las redes y las calles, la gran pregunta sin respuesta es el papel que jugarían los militares en la noche del domingo si se confirman las encuestas. Bolsonaro se escuda detrás del generalato. Sin embargo, a diferencia de 2018, cuando apostó sin pudores por el capitán retirado, esta vez la cúpula militar ha preferido el mutismo.
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El sueño del actual presidente de emular a la italiana Meloni parece carecer de fundamento