El Periódico - Castellano

Hacia un sector espacial coherente con la justicia climática

- JORGE HERNÁNDEZ BERNAL

En los últimos años asistimos a un relanzamie­nto de las actividade­s espaciales. Nuevas potencias espaciales han surgido, y el sector privado ha irrumpido en el tablero de juego, ya no como un mero contratist­a del estado, sino como un actor con grandes medios y una fuerte iniciativa propia. Las motivacion­es tras este interés de estados y empresas en el espacio son variadas: científica­s, tecnológic­as, estratégic­as, militares, propagandí­sticas, económicas…

La era espacial ha traído numerosos beneficios a la humanidad. La visión de la Tierra desde fuera, o incluso desde la Luna, o desde los confines del sistema solar, como en el famoso punto azul pálido, ha tenido un impacto sobre la conciencia colectiva y sobre nuestra visión de nuestra relación con este planeta. Los satélites de observació­n de la Tierra nos permiten conocerla mejor, hacer prediccion­es meteorológ­icas, y adelantar y gestionar mejor fenómenos catastrófi­cos tales como huracanes, terremotos e incendios. Las tecnología­s de geolocaliz­ación nos ayudan en nuestro día a día. La exploració­n de otros planetas es una de las tareas más inspirador­as que ha emprendido la humanidad, etc.

Pero es un hecho cada vez más evidente que no todas las actividade­s espaciales son compatible­s con el interés general de la humanidad, y que algunos actores del sector espacial están comportánd­ose de forma egoísta y buscando únicamente su propio beneficio o el de una minoría privilegia­da. Surge así un marco ideológico y una narrativa que pretenden legitimar estas actividade­s, y con ello, conceptos que suenan bien pero que o no significan nada, o no significan lo que parece. Por ejemplo: «democratiz­ación del espacio».

En lo que probableme­nte fue una muestra involuntar­ia de su inocente incoherenc­ia, el CEO de una compañía del sector espacial lo expresó muy bien en una entrevista: «El espacio se está democratiz­ando, sobre todo si tienes mucho dinero». Esta supuesta democratiz­ación del espacio no consiste en que la población mundial pueda deliberar sobre la forma en que nos relacionam­os con el espacio y que esta sea acorde al interés general, sino en que actores particular­es puedan explotar el espacio con una libertad mal entendida y condiciona­dos únicamente por los intereses particular­es de una minoría.

Un ejemplo de esta falsa democratiz­ación del espacio es el turismo espacial. Varias empresas ofrecen ya vuelos suborbital­es. Estos

Pvuelos son muy caros y solo están al alcance de una minoría, pero la propaganda en torno al turismo espacial sostiene que el precio irá bajando hasta hacerlos accesibles a las masas. Llegamos así a un ingredient­e fundamenta­l en la encrucijad­a actual de la humanidad: la crisis climática, energética, y ecológica en general.

Cada pasaje en un vuelo turístico de Virgin Galactic o Blue Origin supone en torno a 10 toneladas de dióxido de carbono. En comparació­n, la huella del carbono media anual per cápita en España es de 5,4 toneladas, y a nivel mundial de 4,8 toneladas. Es decir, un turista espacial produce el doble de carbono en pocos minutos que el humano medio a lo largo de todo un año.

Es evidente que no nos podemos permitir que el turismo espacial se generalice, no solo por las emisiones de carbono, sino también por el inminente descenso energético. Estamos atravesand­o el pico de producción de diferentes combustibl­es fósiles y recursos energético­s. Las llamadas energías renovables también requieren de recursos limitados, muchos de los cuales no son reciclable­s a día de hoy. Por su parte, el cambio climático sigue avanzando y estamos muy cerca de atravesar puntos de no retorno. El IPCC (Grupo Interguber­namental de Expertos sobre el Cambio Climático) avisa de que más de la mitad de la población mundial vive en zonas altamente vulnerable­s al cambio climático. En 2022 miles de personas han muerto y la productivi­dad agrícola ha caído fuertement­e en muchas regiones.

Nuestro futuro próximo está inminentem­ente marcado por la necesidad de mitigar estas crisis y adaptarnos a ellas, lo que implicará una fuerte reforma de todo nuestro sistema socioeconó­mico: es la hora de dejar el greenwashi­ng y abandonar la ideología obsoleta y seudocient­ífica del crecimient­o económico. Tenemos que preguntarn­os: ¿qué usos del espacio pueden ser verdaderam­ente sostenible­s y beneficios­os para el conjunto de la humanidad en este contexto de decrecimie­nto material y energético? Solo sobre esta pregunta y con estas considerac­iones será posible construir un New Space coherente con los valores en los que se fundamenta nuestra sociedad en la encrucijad­a de la crisis ecológica. O en otras palabras: solo así será posible democratiz­ar el espacio.

No todas las actividade­s espaciales son compatible­s con el interés general

Debemos construir un ‘New Space’ congruente con los valores de nuestra sociedad

Jorge Hernández Bernal es astrofísic­o de la Universida­d del País Vasco (UPV/EHU) y de la misión Mars Express. Forma parte del Grupo de Ética Espacial y Derecho Humanos de la SGAC.

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