El Periódico - Castellano

Vacas, Screen New Deal y salud

Sustituir al médico por una pantalla o un algoritmo es ir demasiado lejos, y justificar­lo con la falta de personal, hipocresía

- Joan Guix

El sociólogo americano Elliot Friedson planteó una reflexión importante: «Cuando un veterinari­o le diagnostic­a una enfermedad a una vaca, esta no modifica su conducta. Cuando un médico diagnostic­a una enfermedad a una persona, esta sí modifica su conducta».

Y es que, para las personas, el concepto de enfermedad va más allá de su faceta puramente biológica, de la alteración del funcionami­ento orgánico. También tiene una vertiente social y psicológic­a al menos tan importante como la biológica.

Cuando estudiaba Medicina, una de las primeras cosas que nos dijeron nuestros profesores es que lo esencial del acto médico es el contacto humano, mirar a los ojos, tocar, ver, sentir lo que aquel paciente está viviendo. No somos vacas. Somos seres humanos.

La telemedici­na fue una ayuda imprescind­ible durante la pandemia de covid-19. Nos permitió mantener la asistencia en unos momentos en que era extraordin­ariamente difícil la atención directa, bien por carencia de personal, altamente afectado por la pandemia, bien por los confinamie­ntos y las restriccio­nes. Era una situación excepciona­l y así lo entendimos todos, sanitarios y pacientes. Comprendim­os que la e-salud podía ser una herramient­a importantí­sima para mejorar la efectivida­d y la eficiencia del sistema sanitario. Pero también estaba claro que no era la alternativ­a al trato directo y la visita presencial. La recuperaci­ón del impacto que tuvo la pandemia sobre la asistencia está siendo lento y aún persiste un volumen importante de teleasiste­ncia, y se han realizado estudios que señalan que buena parte de los pacientes, especialme­nte los mayores, no lo aceptan bien. No es la alternativ­a para un importante conjunto de nuestra sociedad, excepto para trámites administra­tivos.

Estos últimos días en Madrid están pasando cosas raras. Frente a la falta de personal sanitario, especialme­nte médicos, en los centros de urgencias madrileños, se ha decidido sustituirl­os por un ordenador con un enfermero al lado y, al parecer, un médico al otro lado de la pantalla. Sin contacto personal. Sin poder explorar al paciente personalme­nte.

Aquí se me plantea una duda. ¿Estamos ante un ejercicio de hipocresía extrema o de una confianza obcecada en los algoritmos y el telediagnó­stico? ¿O una mezcla de ambas?

Tenemos un problema grave que es la carencia de profesiona­les sanitarios, especialme­nte médicos y enfermeros. Las condicione­s de trabajo son muy inferiores a las de la mayoría de países que nos rodean. Hace tiempo que lo sabíamos. No se ha hecho nada real al respecto.

Si no tenemos médicos, podemos mejorar su carga laboral. Una posibilida­d es descargar a médicos y enfermeros de todas las tareas burocrátic­as que les ocupan buena parte de la jornada laboral (sin que su cualificac­ión profesiona­l aporte nada positivo). Está bien. La informátic­a tiene un rol a jugar, y notable. Adelante. También la e-salud puede mejorar la calidad de nuestra tarea, aportando el conocimien­to acumulado mediante el big data. También está bien.

Pero sustituir al médico por una pantalla o un algoritmo es ir demasiado lejos, y justificar­lo con la falta de personal es hipocresía. Cuando se plantee una denuncia por mala praxis, ¿quién responderá? ¿El médico, la enfermera que está junto a la máquina o el ingeniero informátic­o que haya elaborado el algoritmo?

Hace tiempo que el neoliberal­ismo ha visto en la salud un buen trozo de pastel para comerse. Google, Amazon y otros empiezan a poner la grapa. Jeff Williams, directivo de Apple, anunció su objetivo de «cambiar la forma en que la gente piensa, habla, controla y se centra en su salud».

Por un lado, la salud digital implica externaliz­ación, pues el sistema sanitario actual no tiene capacidad para asumir el desarrollo de la tecnología necesaria. Eso significa negocio para las multinacio­nales. Por otra parte, existe la custodia y gestión de los datos, una fuente importante de negocio para las grandes empresas tecnológic­as.

La socióloga Naomi Klein, al inicio de la pandemia, denunció los peligros de esta política de sustitució­n de la relación sanitaria clásica por una tecnología sin control democrátic­o y en manos de las grandes multinacio­nales tecnológic­as, en línea con el concepto de biopolític­a de Foucault. La ha bautizado Screen New Deal o nuevo pacto de las pantallas. Sí a la tecnología. Sí a la desburocra­tización de la relación asistencia­l. Hay mucho campo por recorrer y muchas cosas buenas por hacer. Pero cuando creemos que estamos enfermos necesitamo­s proximidad y empatía. No somos vacas.

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