El Periódico - Castellano

«¡No me retiro! La voluntad es desaparece­r un rato»

La artista catalana afronta esta noche su primer Sant Jordi después de tres años vertiginos­os y antes de tomarse un descanso. Paula Ribó (Barcelona, 1990), madre del fenómeno, llega al final de su primera etapa con su álbum de debut (‘La Emperatriz’) dese

- IGNASI FORTUNY

— Ha llenado ya recintos gigantes, pero el de casa es especial seguro.

— Totalmente. Estamos todo el equipo especialme­nte nerviosos porque al final es jugar en casa. El Wizink Center es muy grande pero nunca lo he vivido. Pero el Palau Sant Jordi... Todos los grandes artistas los has visto ahí. Es muy emocionant­e y, si lo pienso mucho, me da un poco de miedo.

— Y en este irá hasta su vecina.

— Hace meses que cualquier persona que me encuentro por Barcelona me dice que va al concierto. Mis vecinas, familiares, madres del cole de mi hijo... ¡Coño, viene todo el mundo! Sí que tengo esta sensación que estará todo el mundo. Voy a actuar para toda mi gente y me apetece mucho porque, por circunstan­cias, los bolos más grandes los hemos hecho en Madrid y me apetecía mucho hacer un gran concierto en Barcelona.

— ¿Al acabar un concierto siente una descompres­ión total o necesita aprovechar la ola?

—Normalment­e mi cuerpo está muy cansado pero mi energía, mi mente y mis emociones están muy arriba. Tengo que hacer un pacto con mi cuerpo: ‘Hey, ya sé que estás cansado, pero mejor vamos a tomar algo’. Quiero refresco y cigarro. Es como mi autorregal­o.

— Pude ver en vídeos cómo al acabar el concierto en Madrid parte del público, muchísimas mujeres, se juntó para seguir cantando canciones suyas. En el 8-M también se adoptaron letras suyas para la protesta feminista. ¿Por qué cree que sus canciones producen esa comunión?

— Me emocionó muchísimo verlo en vídeos. Cuando yo compongo siempre hay una voluntad de comunión. La gente me dice que hago himnos. Busco una emoción en las canciones que es la que a mí me gusta recibir como público. La sensación de que, tengas a quien tengas al lado en un concierto, quieres abrazarlo. Este feeling para mí es importante. Mi voluntad de conectar con la gente al componer existe. Busco esta emoción colectiva y esta catarsis, y cuando se consigue, como es el caso del Wizink, me emociona mucho porque es mi éxito. No tener equis seguidores y poder comer de esto, que está muy bien, sino ese éxito, que es el más heavy, lograr esta emoción y conexión con la gente.

— ¿Lo que pasa dentro del concierto responde a la popularida­d y lo de fuera significa que realmente ha trascendid­o?

— Me hace mucha ilusión llenar recintos, pero cuando veo estos vídeos y la gente se me acerca por la calle y me dice cosas fuertes, de conexión... eso tan profundo me hace sentir más satisfecha.

— Ha publicado el álbum al final de su primera etapa. ¿Ha saboreado esa sensación o lo ha vivido como un trámite?

— Lo he hecho cuando realmente me ha apetecido. Durante este tiempo todo el mundo me preguntaba y yo no sabía por qué era tan importante un álbum. Y no quiero decir que ahora asuma que sí lo es. Mi carrera petó sin álbum, pero sí que como artista he tenido la necesidad de cerrar una etapa para entender quien seré en el futuro, quien he sido, hacia donde iré. Es una sensación más de ordenar y enmarcar muchas de las canciones que me han dado tantas alegrías para poder avanzar.

— El lanzamient­o lo mimó mucho (con un pódcast propio, una audioguía...) para darle la entidad que merecía.

— El mimar forma parte de devolverle a la gente todo lo que me ha dado y está dando. Mimando la salida era como decirles: ‘quizá no encontraré­is muchas canciones nuevas, un universo que no conocéis, porque este álbum ya es vuestro y lo conocéis, pero os ofreceré cosas nuevas’. Y también cumplir sueños porque estas charlas [desde personajes populares como C. Tangana hasta su madre] es una cosa que siempre había querido hacer.

— ¿Por qué decide presentars­e como La emperatriz?

— Era muy complicado encontrar el imaginario de este disco porque ya existía. La portada representa el collage en el que vivo. Me siento una especie de sacerdotis­a extraña en los conciertos porque es como si hiciera un ritual de amor que es recíproco con la gente, y al mismo también está ese universo pop en el que existe hasta un paquete de Marlboro. Un collage de muchas de las cosas que me representa­n. Y solo se podía llamar así porque la carta del tarot me acompaña desde la primera canción. Tuve dudas, porque es como que tiene mucho peso, no tiene el contrapunt­o que suelo meter a las cosas.

— Pero, ¿se ha sentido flotando?

— A pesar de estar en el escenario y sentir la conexión con la gente, yo conecto desde mi vulnerabil­idad. No me siento una mujer perfecta, popstar, impecable... en ningún momento me siento como una diosa del Olimpo, me siento una mujer normal que hace canciones. Pero no tengo que bajar de ningún sitio porque en el escenario estoy con mi familia, todo es muy terrenal.

— ¿Y tiene claro cómo puede ser la futura Rigoberta?

— No, justamente quiero que me sorprenda. no tengo ni idea de muchas cosas y eso es lo que más me gusta. Si lo tuviera todo claro sería muy aburrido. Es un enigma para mí, también porque soy distinta de la de hace tres años.

— ¿Le gusta la incertidum­bre?

— Me encanta. Me hace feliz poder tener el privilegio de tener la agenda vacía y no sufrir, saber que tengo este terreno en el que jugar. También a nivel personal poder estar los fines de semana con mi hijo. ¡No sé qué hacen los padres en Barcelona! Quiero ser una persona normal, pasear por el parque con mi hijo. Y recuperar muchas amistades. Tengo ganas de cuidar a mi gente y de alguna manera hacer un reset y volver a empezar. Los inicios son muy excitantes y sacan lo mejor de ti.

— Anunció una «retirada».

— Fui muy torpe. Si pudiera volver atrás no habría dicho eso de «me retiro». La verdad es que me ha provocado muchos dolores de cabeza, mi familia llamándome... ¡No me retiro! Pero sí que es cierto que quería que se entendiese, y era un compromiso conmigo misma: realmente no quiero subir a ningún escenario en todo 2023. De puertas afuera, el proyecto quedará bastante silenciado. Hay una voluntad de desaparece­r un rato y que se entienda que no existiré.

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Joan Cortadella­s

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