El negacionismo se frota las manos
Forocoches y más. Entre ellos, los incels, los «célibes involuntarios» por nuestra culpa. No son un grupo de pirados, están convencidos y están detrás de atentados como el atropello masivo en el centro de Toronto mientras veneran a su líder, Elliot Rodger, quien mató a seis personas en California para eliminar a las «mujeres más calientes», las que «siempre quise tener pero nunca tuve», dijo.
Tienen su categoría de hombres, desde el omega al sigma, el superhombre. Catalogan a las mujeres como genéticamente «inferiores, manipuladoras y estúpidas» y nos deshumanizan porque «el sexo es algo que deben a los hombres». No ocurre solo fuera. Están aquí. Carla Vall, abogada defensora de la pintora Paula
Bonet, decía en una entrevista cómo el discurso de su acosador correspondía al de los incels.
También tenemos las asociaciones de hombres afectados por los derechos de las mujeres, que niegan la violencia de género y la ley del 2004 junto con equipos de abogados especializados. Invito a visitar la web de Projusticia o Stopfeminazis, que se dedican además a señalar con sus pancartas a mujeres que denuncian esa violencia a las salidas de los juzgados.
Luego están las organizaciones de lobis antigénero, respaldadas por políticos. El movimiento antiabortista ha multiplicado por cuatro su financiación en diez años en EEUU y en otros países. Se instalan dentro de los parlamentos, como el europeo, caso de One of Us o la Agenda Europe. Aquí nos suenan Hazte Oír, Citizen Go o iniciativas educativas como es el caso del ISSEP de la sobrina de Marine Le Pen, en Lyon y en Madrid, según Felipe González Santos, de la Universidad de la City de Londres. También Abogados Cristianos que, como reconoce este investigador, denuncian a activistas de los derechos de las mujeres para